Me desperté como si no tuviese ganas de nada, estaba con mi cuerpo como si me hubiese pasado una aplanadora
por encima, como pude me reincorpore y alce la cortina de mi cuarto, era un hermoso día, estaba caluroso y los pájaros cantaban.
Decidí levantarme y fui directo a la cocina, tomé un vaso de agua y recordé tristemente cuando hacías planes conmigo y me acariciabas el cabello y luego me besabas el vientre, diciéndome, “pronto estarás aquí para amarte y cuidarte: mi campeón”. Yo nerviosa y apenada lo corría y reíamos. No pude contener las lágrimas, y más angustiada me sentí cuando recibo la noticia del médico al que fui por un chequeo de rutina.
comienza la consulta:
Doctor William Pérez: ¿Ana tienes 22 años y nunca has tenido relaciones sexuales?
Ana: no doctor, soy virgen. Apenas comienzo con mi novio. Es el único con el que he durado, ya que tuve 2
novios antes, pero de poco tiempo y no llegó a pasar nada, solo besos y una que otra caricia.
Doctor William Pérez: Ana: ¿ahora si estas decidida a entregarte en cuerpo y alma?
Ana: si doctor, creo que ya estoy lista y él ha sido paciente conmigo y me ha esperado sin nada a cambio.
Doctor William Pérez: está bien. Es tu decisión. Te felicito por ser una joven tan madura y responsable.
Ana: Muchas gracias doctor. Pienso que mi cuerpo es muy valioso para dárselo a cualquiera. No sé qué pueda
pasar después, solo sé que quiero las caricias y besos de ese hombre y mucho más, sonrió, ruborizada y agacho la cabeza.
El doctor sonrió y solo la observo disimuladamente, mientras escribía en el computador.
Doctor William Pérez: Ana, te hare unas preguntas de rutina, sabes que no es nada malo, si estás de acuerdo
vamos a comenzar.
La joven inquieta y algo apenada acertó con la cabeza.
cuéntame sobre tu periodo menstrual ¿a qué edad te llegó, por primera vez?
Ana: a los quince años cumplidos, Soy de septiembre y me llego en diciembre
Doctor William Pérez: ¿Qué sentiste?
Ana: un poco de nervios, pero ya mi mamá me había platicado sobre el tema. Y físicamente estuve un poco
desalentada y un poco mareada. Pero todo transcurrió normal durante tres días.
Doctor William Pérez: muy bien. Y cuéntame, ¿todos los meses sin falta te llegaba la regla?
Ana: no doctor, pasaron varios meses sin que me bajara, pero como no me dolía nada, seguí tranquila mi vida.
Mis tías y mi mamá si se preocuparon un poco, pero yo las tranquilizaba y seguían pasando los días, los meses y los años y mi periodo muy irregular.
En algún momento si consultamos al doctor, Cardona, ya que mi familia era allegada a él y era un gran médico.
Además, tenía mucha experiencia. Era el médico del pueblo y era el único capaz de curar cualquier mal. Todos lo
consultábamos. Lástima su final. Si sabes, Ana, que estuvo internado en un asilo por decisión propia, cuando sintió no ser capaz de seguir ejerciendo la medicina, que realmente lo apasionaba, y termino sus días solo sin que su
familia lo visitará por no soportar verlo así. Fue profesor mío en varias asignaturas en la universidad. Respondió suavemente el doctor Pérez, interrumpiendo a la joven.
Ana: si doctor, es una lástima que esa eminencia terminará a sí.
Doctor Pérez: disculpa mi interrupción, solo que lo conocí de cerca y era su admirador, creo que todos de
alguna manera queríamos parecernos a él. Continua:
Ana: claro que sí, yo también hago parte de la salud, termino mi carrera de Gerontología (trabajo con
ancianos). Actualmente estoy haciendo la tesis sobre el proceso de envejecimiento en un colegio de la ciudad con estudiantes de sexto grado y trabajo en el hospital regional, pero en la parte administrativa.
Doctor Pérez: Que bien, por algo se empieza. Eres una cajita de sorpresas y ambos sonrieron.
Ana: el doctor Cardona me dice que debo consumir pastillas reguladoras cada mes, ellas duraban 28 días y al primero de cada mes volver a comenzar, durante 3 meses y volvería a verme en su consultorio.
Inicié muy juiciosa, el primer mes, voltio los ojos y maliciosamente dijo no seguí con el tratamiento, pues no sentía nada y no tenía relaciones sexuales con nadie. Sonrió tímidamente. Entonces suspendí el tratamiento al mes y medio y no volví al consultorio médico.
Doctor Pérez: jocosamente dijo: jovencita eso no puede ser… estas mal, muy mal y sonrieron.
Ana: Ya en la universidad he tomado más conciencia y me he hecho varias citologías, y todo sale normal. Estoy tan metida en mi cuento con la tesis, las materias que aún me faltan y el trabajo en el hospital que se me pasa la vida volando. Sonrió tímidamente, mientras miraba fijamente al doctor.
Doctor Pérez: Ana, ahora vamos a realizarte una serie de estudios para ver cómo está tu cuerpo por dentro.
Ella sonrió tenuemente y acepto con la cabeza.
El doctor alisto todo para que
ella se realizara los estudios y llamo a la enfermera para que la asistiera.
Hola Ana, soy Lala, enfermera de este centro especialista y estoy a cargo de realizarte los estudios junto a
Pato, él es el doctor encargado del ecógrafo.
Pato: bienvenida, Ana,
recuéstate, no te va a doler, es procedimiento de rutina. Te untaremos este gel, es un poco frío y pegajoso, pero es para realízate el estudio que te envió el doctor Pérez, tu ginecólogo. Prosiguió explicando el procedimiento.
Durante media hora, más o menos
estuve con ellos y luego me hicieron exámenes de sangre. Como no recibí las órdenes no supe que decían. Entonces me deje conducir por Lala, quien siempre estuvo cerca de mí.
Al terminar, todo lo que me debían hacer, Lala se me acerca y me dice que espere en la sala que esta al fondo del pasillo, hasta que salgan los resultados que fueron realizados con urgencia y que no me moviera hasta que me fuera a buscar.
Me despedí de ella, con una sonrisa tenue. nerviosamente ya en la sala solo me animaba pensar que todo andaba bien conmigo y que ahora si daría mi primer paso con Juan, mi enamorado.
Trate de distraerme en la larga espera con mis pensamientos. Pensaba en nuestro primer beso, en las mágicas caricias que nos hacíamos y como sería nuestra primera vez, ya que había sido muy paciente hasta el momento. Ya teníamos seis meses saliendo juntos y miles de oportunidades para estar juntos, pero él solo esperaba que yo diera ese primer paso.
Cada que comenzábamos a besarnos tiernamente, sentía su corazón acelerado, su calor y su cuerpo húmedo y
tembloroso cerca de mí y yo, la verdad tenía muchas ganas de sentirlo dentro de mí. Pero él se contenía y me decía, pronto llegará el momento. Todo estará bien. Eso me emocionaba más, pero a la vez me desesperaba porque no entendía porque no quería que tuviéramos más intimidad de la que ya teníamos con besos tiernos, apasionados y caricias candentes. Salieron varias sonrisas de mis labios mientras lo recordaba y tímidamente me recomponía para no ser tan evidente, ante las personas que se encontraban cerca de mí, en aquella sala.
Al paso de las horas, Lala la enfermera encargada de buscarme, me lleva al consultorio del doctor Pérez y se
despide de ambos.
Quedamos solo el doctor Pérez y yo, que aduras penas caminaba hacia la silla detrás de su escritorio. Ya que estaba muy asustada por las noticias que le iba a dar el doctor
Doctor Pérez: Ana: eres una joven muy atractiva, sonrisa tierna y ojos saltones y maliciosos que hablan solos. En
fin, tienes muchas cualidades… Físicamente estas muy bien. Pero creo que en tu interior no todo está bien…
Pasa algo doctor, no me asuste. Interrumpió la joven, asustada.
No quiero asustarte Ana, no es cosa del otro mundo, solo es que te desarrollaste en un proceso normal, pero tus ovarios no lo hicieron y se quedaron pequeños, como si aún fueras niña y por eso tus periodos menstruales son tan largos, porque no alcanzan a estar listos cada mes para ello. Creo que así me entiendes más fácil, que si me pongo a decirte términos médicos en este momento.
Ana: acongojada sin comprender lo que pasaba, como por inercia dijo si con la cabeza y voz entrecortada:
entonces, ¿puedo ser madre en algún momento?
Doctor Pérez: Claro, no será pronto porque tu cuerpo debe asimilar todo este proceso menstrual, mes a mes,
pero si Dios te tiene para ser madre, estoy seguro, ese bebé tendrá la mejor madre del mundo.
Ambos sonrieron y Ana sollozó en silencio, pero sonrió tristemente.
Lo que vamos a hacer, Ana es que te vas a ir a descansar y dejarte consentir por ese gran hombre, que estoy
seguro te espera en casa para que planeen muy bien ese nuevo hogar que van a tener en un futuro. Y luego haremos una nueva cita médica con más calma.
Al Doctor Pérez le produjo tanta ternura esa joven que no dudo en abrazarla por un instante, cerca a la puerta. Ella sonrió tenuemente, aunque sus ojos grandes expresivos y brillantes estaban llenos de lágrimas, que ágilmente rodaron por sus mejillas rosadas y tiernas.
La joven salió del consultorio cabizbaja y caminaba por inercia, se fue para su casa, pero solo se dio cuenta
que estaba allí cuando entro al baño y se vio en el espejo.
Ahora tengo que asimilar todo esto yo, luego no sé qué le voy a decir a Juan. Él con tantas ansias que desea
que yo sea la madre de sus dos hijos, no sé cómo decirle que a lo mejor no podremos ser padres juntos. Que debe conseguirse a alguien más. Pasaron tantos pensamientos por ella, frente al espejo. Pero el mundo estaba nublado, no podía ver claro.
De repente, abren la puerta y Juan la llama a gritos…amor, amor…
Ella se reincorpora y sale del baño, asustada
Juan: Amor, ¿ya llegaste, de hacer tus diligencias?…
Ana: Si. Amor.
No fue capaz de decirle que estaba en el médico ni mucho menos de lo que le dijeron. Aun no lo asimilaba ella como para explicarle a él todo.
Juan: Amor, porque no me dices que hacías, te pude acompañar, no tenía nada que hacer, más que estar pegado a ti.
Como un chicle, interrumpió ella.
Amos sonrieron y se besaron tiernamente.
Te invito a almorzar en Amareto, lugar que frecuentaban porque les agradaba mucho.
Mejor nos quedamos acá. No tengo ganas de salir, estoy algo cansada.
Juan acepto y se colocaron a organizar todo para hacer el almuerzo.
Entre risas, Juan observaba a Ana hacerle el almuerzo y le enternecía el amor que le colocaba a todo lo que
hacía.
Ana en silencio preparaba todo, como si no estuviera allí, pero se daba el chance de sonreírle a su amado.
Aunque todo estuviera nublado para ella.
Pasaron una velada muy romántica y agradable, Ana seguía sin pronunciar palabra al respecto del tema que le
atormentaba. Entre tanto, Juan parecía no darse por enterado y solo quería estar bien con ella.
Comenzaron a besarse suavemente y ella, ya no soportaba más, estaba atragantada con ese gran peso y decidió decir alejado su cabeza: Juan, cálmate. Creo que eres el mejor hombre que la vida me coloco. Eres un excelente hombre y sé que tu anhelo es ser padre, pero que pasará cuando…
Amor, que pasa, que es esa actitud: interrumpió él sorprendido.
Ana: es que…
sssh no digas nada, sigamos el momento. Te amo y eso es lo que importa. Colocándole el dedo en la boca, como señal de silencio. Volvió a interrumpir él
Ella se incorporó nuevamente al momento y se dejó llevar por sus emociones. Estaba empapada y él ni se diga,
estaba ansioso de tenerla en sus brazos, de dar ese nuevo paso en su vida, pero recordó que esa fiera que tenía dentro no era la que quería enseñarle a Ana esa primera vez. Entonces paro.
Juan: Disculpa, hermosa no te quiero lastimar. Deseo ser tu gran amor por siempre.
Ana: Juan, lo deseo igual que tú. Por favor no me rechaces. Mira como estamos. Yo te ansió y sé que a ti te pasa
igual.
Juan: Yo se que si, pero no quiero que nuestra primera vez sea así, locamente, deseo que sea cuando estemos
preparados, ya casi llegará.
se recostaron abrazados en la cama y se quedaron dormidos pronto.
Ana despertó primero que su amado, quien estaba dormido profundamente y le daba la espalda a ella.
Se levantó en silencio, fue al baño a darse una ducha, ya que tenía que ir a trabajar al Hospital hasta el mediodía, luego almorzaría algo por allí y se iría para la universidad el resto de tarde. volvería a casa casi a las siete de la noche. A lo mejor Juan se iría para su casa, ya que ellos no estaban casados, sino que eran novios y él se quedaba donde ella por ratos o días.
Él se quería casar por la iglesia como lo manda Dios, pero a ella le daba temor de que las cosas no fueran buenas entre ellos y tampoco el destino los ayudaba, siempre les ponía obstáculos para llegar al altar.
Alguna vez fueron a averiguar la tramitología necesaria para casarse y costaba mucho y ellos aún no tenían suficiente dinero. Luego, Juan se quedó sin empleo (Trabajaba conduciendo un vehículo de cárnicos en una carnicería cercana y los dueños decidieron irse a otra ciudad y vendieron su entable a otra persona y el nuevo dueño traía su gente), luego, se dejaron de todo y no insistieron más, por algún tiempo.
La madre de Juan, no veía esa unión con buenos ojos, llegó a decir que hasta que no se casaran no podían estar juntos. Era una mujer con grandes principios arraigados por su cultura. Fue criada en otra época.
Le decía a Ana que la aceptaba en su casa por ser de buena familia, pues ambas familias eran vecinas y los abuelos hacían negocios juntos. Pero la empatía entre ellas no era buena. La señora era muy conservadora, pero a la vez quería ver cómo funcionaba la relación sentimental de su hijo, ya que hasta el momento había sido un joven con muchas aventuras, pero nada en serio, solo había presentado una novia formalmente a la familia y a su mamá le encantaba Neira, por ser de buena familia. Tenían excelente relación.
Ana se organizo y le dejó desayuno listo a Juan, se despidió de lejos y se fue a su trabajo sin querer levantarlo.
Fue una mañana calmada sin nada nuevo para Ana. Al terminar sus quehaceres, fue a la universidad y allí comió algo junto a sus compañeros de estudio.
Habló por teléfono con Juan y se despidió porque volvería a su casa en un rato. Ana quería tenerlo de compañero en su casa por siempre y no por momentos, pero no decía nada y él tampoco solo dejaba que la vida pasara, sin
complicaciones. De lo que Juan estaba seguro era de que Ana fuera la mamá de sus dos hijos y que era la mujer que quería en su vida. De eso si estaba completamente seguro.
Ella rápidamente se volvió a unir a la charla amena de sus amigos, quienes hacían bromas por todo y se la gozaban, mientras ella hablaba por teléfono.
Luego se fueron a organizar para comenzar las clases. El día termino sin contratiempos.
Al salir a la puerta de la universidad, se despidió de sus compañeros con besos en la mejilla y paso la calle porque Juan la espera en su carro.
Ana: Hola amor; que grata sorpresa me das. Sonrió.
Juan: saludándola con un suave beso le abre la puerta del carro y se van para Amareto a cenar.
Platicaron de todo un poco, pero Ana seguía sin contarle a nadie sobre su cita médica. Eso la carcomía por dentro. Pero volvía a controlar sus pensamientos y seguía pasando el tiempo. En algún momento de la conversación si le dijo a Juan que, si en algún momento conocía a alguien especial para él que por favor se lo hiciera saber, porque por más duro que fuera era mejor la verdad de sus labios que escucharlo de terceros.
Juan con una mirada alegre y una sonrisa pícara le daba besos tiernos y acariciaba su mano sobre la mesa.
Juan: quiero pasar la noche con contigo. deseo esa gran oportunidad. Ambos lo necesitamos. Me vuelves loco: ¡Anita de mi corazón. Anita de mi vida! y ambos sonreían sin soltarse las manos.
Ana: Amor: sabes que te amo, que eres el único en mi vida. Pero también sabes que es un gran paso que voy a dar y eso me atemoriza mucho.
Juan: ¿A qué le tienes miedo, amor de mi vida? Y sonrió.
Ana: amor, a todo…y a nada…estoy segura que mi cuerpo te ansia, nunca había sentido esto por nadie. Solo la calentura del momento, pero ya. En cambio, contigo todo es diferente, mi cuerpo se estremece solo con sentirte, mi cabeza ya tiene pensamientos locos…mientras lo miraba a los ojos y sonreía tiernamente.
Juan: Desatas y revuelcas mis pasiones, mis instintos, tengo ansias locas…interrumpió. Y sonrieron
Juan: amor: sé que de pronto lo tomaras como si te estuviera presionando, pero si es así…estoy desesperado, tenerte tan cerca y no poderte hacer mía. Hasta donde me vas a llevar. He tratado de ser todo un caballero, pero no seas así de malita conmigo. No aguanto más…mientras ce le acercaba tiernamente a la cara.
Ana le puso la mano en la boca y corrió un poco la cabeza hacia atrás.
Ana: crees que no lo sé, ya te dije que para mí también es complicado y que tenemos todo para estar juntos, pero aún no me atrevo a dar ese paso. Siempre he pensado que mi cuerpo es muy valioso como para dárselo a cualquiera. Que yo no quiero estar con uno y con otro solo por estar, yo quiero estar con alguien que me despierte todo esto que estoy sintiendo y que lo disfrute conmigo.
Juan echo su cuerpo para atrás, porque estaba con sus codos sobre la mitad de la mesa, sobando a Ana las manos. Inmediatamente se puso serio. Pero se quedó en silencio un momento, miro al techo del restaurante y se recompuso en la silla.
Juan: entiendo amor, respetare tus decisiones y tienes razón, cuando decida estar conmigo que sea porque estás lista y sabré entenderte. Pidió la cuenta al mesero que lo distinguía como el Negro, por frecuentar el lugar.
Pagaron y en silencio se fueron para el apartamento de Ana.
Ana lo invito a pasar, pero él no quiso y se disculpó diciendo: no puedo quedarme contigo esta noche porque debo madrugar a recoger un personal del aeropuerto para movilizarlo en la ciudad.
Juan: en otra ocasión será, nos hablamos mañana. Le dio un beso de choque de labios y se subió al carro que lo tenía prendido.
Ana: por el vidrio entre abierto le dijo: amor, sé que te molestaste, pero entiéndeme por favor.
Juan: está bien. No pasa nada y sin pensarlo dos veces se fue.
Ana quedo paralizada, inmóvil por unos segundos en su puerta cerrada. Luego se recompuso y entró. Decidió darse una ducha y recordar lo pasado, pero no podía pasar de ese último momento en que el tiempo se detuvo ante sus ojos sin poder hacer nada. Aun no salía de su asombro, si así se podía llamar. Ya que no comprendía lo ocurrido.
Ana se terminó de alistar para acostarse y decidió llamar a Juan, para saber cómo había llegado y hablo con Tina cortésmente, pero ella le dijo que él se había acostado tan pronto llego y que no lo iba a molestar.
Ana comprendió que no quería hablar con ella y se despidió de su suegra, no sin antes agradecerla la atención.
Se acostó tan pronto termino la llamada y luego de pensar un poco se durmió.
Al día siguiente, se estaba organizando para seguir su rutina diaria, cuando sonó su teléfono y era Juan. Como si nada hubiese pasado la noche anterior.
Juan: Hola amor. ¿Cómo estás?, ya lista para salir a tu rutina.
Ana sorprendida con ese cambio y muy desconcertada. Lo saludo: hola amor, estoy muy bien y mejor al saber que aún me amas. Ambos sonrieron.
Juan: amor te dejo porque estoy algo ocupado y sé que tienes prisa para salir a trabajar, luego hablamos.
Ana: está bien. Te amo mucho. Escuchó el beso que Juan le envió y se lo devolvió.
En un momento más abrió la puerta de su apartamento para salir a trabajar y se sorprendió al ver a Juan recostado en la puerta del carro, esperándola.
Amor: buenos días. Dijo él sonriendo.
Ana: tonto, porque me haces esto y sonrió.
Trascurrió el viaje hacia el hospital calmado, solo se miraban y sonreían.
Ana tuvo impulsos de hablar de lo sucedido, pero no se atrevió.
Juan estiro su mano derecha y le agarro la izquierda de Ana y se la coloco en la pierna mientras conducía.
Ana se dejó arrastrar y solo lo miraba desconcertada con semejante actitud de la noche anterior y de la sorpresa de la mañana.
Al llegar a su destino, Ana se despide con un beso tierno y la agradece por todo.
Juan. Le responde el beso y se baja a abrirle la puerta del carro, mientras le da la mano para que ella se baje y le susurra: la princesa de mi corazón a llegado a su destino, pero no la quiero dejar ir.
Juan: Amor: no entres y escapémonos al confín del mundo; ambos sonrieron
Ana: estás loco no sé qué ha pasado, pero me encanta este loco que tengo al frente. El loco de mi vida…te amo. Debo ser responsable y entrar. Adiós amor y sin pensarlo se fue alejando, porque sabía que si se quedaba no se iban a despedir nunca.
Juan se recompuso. Y se fue.
Ana: ingreso a su puesto de trabajo, como siempre, saludando a cada compañero que se encontraba en su camino, pero hoy tenía una sonrisa y una mirada encantadora. Estaba feliz, sentía que su pecho se iba a salir, por eso no podía ver lo que había pasado antes solo estaba con su felicidad y deseando volver a estar cerca de su amado.
El día transcurrió sin sobresaltos. Hasta que sonó el teléfono de la oficina y ella responde:
Hospital Regional, Oficina de Calidad, habla Ana. Buenos días.
Y del otro lado le responden: Buenos días señorita Ana de mi corazón. ¿Cómo se encuentra la mujer más hermosa del mundo?
Ella recibió una felicidad inmensa al escuchar esa hermosa voz que estaba al otro lado del teléfono. Era su amado Juan.
Ana: hola necio. Como estas. Sonriéndole
Juan: yo muy bien, pero ansioso de verte. Te amo, te extraño y no soporto más estar sin ti. Entiendes mi mensaje o tienes que verlo para entenderlo…
Ana: sí señor, estoy perdida, no sé qué necesitas o que deseas. Me estas enloqueciendo…
Él no la dejo terminar y le dijo ¡Hola, te ves muy bien! Estaba parado en la puerta de la oficina de Ana.
Ella no lo podía creer. Eso era una gran locura. Vine lo más rápido posible para que me des muchos besos. No soporto estar sin ellos y sonrieron mientras se saludaban.
Ana lo mando seguir y sentarse mientras dejaba todo listo para salir, ya que era sábado y solo trabajaba hasta medio día y visitaba a su mamá y tías. No iba a la universidad sino de lunes a viernes. Y trabajaba de lunes a sábado, medio tiempo.
En las tardes y noche le trabajaba a su proyecto de grado, porque ya había terminado las prácticas. Solo le faltaba parte teórica para graduarse.
Salieron a almorzar donde su mamá que vivía cerca del hospital y los esperaba.
Ambas tenían mucha conexión. Ana era su única hija de cuatro hombres y la mayor. Para Liz Ana era su niña. Siempre decía que visitaría la niña, que hoy iría la niña a almorzar. A pesar de que los años pasaran y Ana fuera toda una mujer con su vida hecha para Liz siempre sería su niña.
Al llegar se abrazaron fuertemente y se saludaron de beso en la mejilla y Liz la elogio porque estaba muy bonita. Almorzaron en familia y en un rato después se fueron los tres para donde las tías.
También fueron bien recibidos. A Juan le agradaba mucho ir allá porque las muchachas eran muy formales y tenían una casa hermosa.
Ana decía que a él le gustaba más ir donde las Tías que donde la mamá pero que lo adoptaran para que no tuvieran tanto problema. Todos sonreían.
Pasaron una tarde muy agradable y luego llevaron a Liz a su casa y se fueron para el apartamento.
Vieron una película de acción que le encantaban a Juan y las veía una y otra vez y no paraba de contar la próxima escena. Ana de vez en cuando lo calmaba para que la dejara verla en paz.
Se quedaron dormidos con el televisor encendido. Luego Ana lo apago a altas horas de la madrugada y siguieron durmiendo dándose la espalda.
Al día siguiente, se despertaron casi al mismo tiempo y se dieron un tierno beso.
Juan decide irse a bañar y Ana va a la cocina a preparar el desayuno, como era domingo no tenían nada que hacer. Entonces se despertaron tarde y no quisieron hacer nada más que descansar en casa.
Juan, llega a la cocina oliendo rico y molesta a Ana diciéndole que huele a cobija, porque ella aún no se ha bañado.
Ella responde jocosamente; pero hice algo mejor, pero si no quieres será todo esto para mi solita y comenzó a comer fruta.
Por esta vez te lo paso señorita tragona pero no lo cojas de rutina. Ambos rieron y al terminar de desayunar él se tumbó en la cama a ver la continuación de la película, ya que eran varias de la misma saga. Ana entretanto, se alisto. Hizo algo de oficio y el almuerzo.
Juan le ayudó a organizar la mesa para que todo estuviera listo para disfrutar la delicia de comida que preparaba Ana, pues todo le gustaba a él. Decía que cocinaba delicioso. En cambio, él no sabía hacer nada. Todo lo compraba hecho o buscaba a Tina.
A Ana le encantaban los hombres que supieran cocinar, ya que sus hermanos lo hacían y muy bien. Sus novias eran privilegiadas con ellos. Ana siempre los molesta diciendo: ¡porque a mí no me toco uno así…y suspiraba ¡todos reían con esa frase…
Ana termino sus quehaceres y fue junto a Juan, hicieron locha toda la tarde.
De pronto a Ana se le ocurrió preguntar un poco por la vida de su amado. Juan era seco para hablar al respecto, pero esa tarde decidió entrar en detalles.
Juan comenzó a recordar lo travieso que fue en su juventud con la única novia seria que tuvo en su vida, antes de Ana.
Juan: Doña Tina siempre ha sido cosa seria, cuando alguien le cae bien la lleva en el corazón y cuando es al contrario la lleva en la mala.
Ana: no me asustes. Es muy difícil esa situación con ella. Solo la quiere a ella. Te va a tocar volver con ella para tener a tu madre contenta. Sonrió.
Juan: la jalo del brazo y la recostó sobre su pecho y le acariciaba el cabello húmedo y largo de Ana.
Ellas la iban muy bien. Solo que yo no la tome muy en serio, estando con ella tuve otras relaciones simultáneamente. Iba a visitar a Neira un par de horas y luego me iba para donde otras mujeres y así lo hice durante los seis meses que duró la relación, hasta que ella decidió dar por terminado todo. Y yo no me resistí…soltó una carcajada.
Neira, me aguanto hasta que ya no pudo más. Me llamaba y siempre estaba ocupado, la visitaba poco, no salíamos mucho con amigos ni a sitios públicos. Por lo general, era en alguna de las casas que nos veíamos. Cuando queríamos tener intimidad lo hacíamos en partes solitarias, al aire libre o en mi carro.
A ella eso no le importaba, ella lo que quería era estar conmigo, pero al parecer yo no pensaba igual.
El rato que pasábamos juntos, lo terminábamos rápido y sin muchas variaciones, era algo monótono y yo en ocasiones ni la acompañaba a su casa, la despedía en un taxi y ella regresaba sola.
Al llegar me llamaba, y yo estaba juicioso en la casa, hablábamos un poco y al colgar, me organizaba y me iba con Perea, (su gran amigo de la época), a bailar o donde “Las nenas”, que era un burdel que frecuentábamos muy seguido y pasábamos la noche o parte ella fuera de casa.
Al regresar era en la madrugada y demasiado alicorados. Perea se quedaba en mi casa porque era demasiado tarde para irse a la suya y además de la borrachera se nos dificultaba movernos y nos quedábamos dormidos en cualquier parte de la casa, bien fuera en la sala, el comedor, en algún mueble o en mi habitación, donde había dos camas pequeñas y cada uno se tumbaba en ella, con ropa y zapatos.
Hasta que nos diera frío y nos cobijábamos como pudiéramos o si mi mamá se levantaba nos cobijaba y nos quitaba como pudiera los zapatos, por lo menos.
Al día siguiente, nos levantábamos muy enguayabados y mi mamá quien madrugaba mucho para ordeñar las vacas que tenía nos daba el desayuno suculento (Chagua: huevo cocido con caldo), para aliviar la resaca y nos preparaba jugo todo el día. El serió mientras dijo: ¡Esa mamá no nos la merecemos! ¡Es una valiente!
Ella era una persona consentidora y permisiva con sus dos hijos, por eso eran así de relajados. El dinero que se ganaban trabajando era para ellos y no aportaban nada para la casa, ni la sacaban a pasear. Ellos no tenían en cuenta las fechas especiales como cumpleaños ni días de la madre para darle algún detalle ni organizarle nada. De cierta manera, ambos hijos eran despreocupados de ella.
Pocas veces ayudaban con los quehaceres de la casa y mucho menos sacaban tiempo para ayudarla con las labores del ordeño.
Solo les importaba estar bien presentados para salir, Eso sí, doña Tina les mantenía su ropa impecable. A ella no le gustaba lavar en máquina, por eso no tenía, entonces lavaba a mano, diario si le tocaba.
Andy, su hermano se cambiaba ropa varias veces al día y todo iba para el balde de la poceta.
Tina era una mujer muy guapa para trabajar. Ella no se preocupaba por inculcarles los quehaceres de la casa ni de la finca a sus hijos. Ella decía que mientras estuviera ella, sus muchachos no tenían que trabajar con ella. Según ella, había que dejar los muchachos disfrutar la vida…
Tina, tenía su esposo en otra ciudad, pues se habían separado cuando Juan tenía cinco años y Andy tres. Debido a que su papá era mal esposo y la trataba muy mal.
Juan: bueno amor, te voy a cambiar la conversa de mi vida amorosa por la historia de mi familia. Mientras se sentó en la cama y Ana se hizo atentamente a su lado.
Juan: yo a papá no le agradezco nada, nos dejó muy pequeños y trato muy mal a mi mamá toda la vida.
Suspiro y comenzó su relato, paso a paso, de cierta forma se sentiría aliviado al hablar sobre el tema con alguien y que más que esa persona tan especial que siempre lo escuchaba atentamente y sabía aconsejar en su momento con las palabras precisas. Eso pensaba él de Ana.
Juan: Papá era un joven, de la ciudad que llego a trabajar en esta ciudad intermedia y conoció a mi tía Mar, (quien era la mayor de las mujeres y la segunda de cinco hijos), en un supermercado cercano, ya que era ella quien se encargaba de comprar todo en mi casa.
Ambos jóvenes simpatizaron, comenzaron a hablar y él se ofreció a llevarle las bolsas de mercado y ella acepto.
Al llegar a la casa, el joven dijo que era la casa más hermosa del sector, (era grande, llena de jardín en el prado y los grandes corredores, con jardín en cada lado y colgado en canastas.
Salieron Tina y Ema a recibir las bolsas y de repente se cruzan sus miradas, Mar los presenta luego de dejar que el joven entrara las bolsas por toda la casa hasta llegar a la gran cocina. Él estaba sorprendido con tanta belleza en la
inmensidad de sus paredes y altos techos.
Ellas le agradecen el favor y le brindan un vaso grande de jugo recién hecho por Tina. Él no lo duda y encantado se lo tomó. Les alagó el líquido y la casa. El joven tenía charla amena y ellas estaban entretenidas. Hasta que alguien carraspeo en la puerta de la cocina y los asustó a todos.
Era mi abuelo. Era un señor muy serio. Físicamente, hombre de unos cuarenta y cinco años de edad, alto, gordo, moreno, voz fuerte y ronca y de apariencia malhumorado.
Las tías y mamá al verlo ahí parado lo saludaron en una sola voz: ¡hola papi! Todas se le acercaron para saludarlo con un beso en la mejilla como siempre lo solían hacer y él no se les agacho.
Ellas los presentaron a una voz: papi él es… Señor ¿Cómo está? Interrumpió el abuelo y no dejo terminar la presentación. Se fue acercando a la mesa donde el joven se encontraba.
abuelo: Joven, no se quien sea usted, pero tampoco estoy para saberlo. Espero entienda que hay muchachas solas y solteras en esta casa, pero mientras yo este no acepto que entren extraños a mi casa y menos cuando yo no este. Si viene se hace en el corredor sin pasar los límites y me debe pedir permiso para hacerlo.
Falta ver si yo acepto. Espero le haya quedado claro. Espero no tener que volver a repetírselo. Porque la próxima vez creo que no estaré tan atento. Permiso. Dijo el señor mientras se sentó cerca de él a esperar ser atendido por sus hijas para comer, además lo hacían en familia. Lo imitaba Juan, al recordar.
Las muchachas intentaron calmarlo, pero el señor, no les prestó atención y se sentó en silencio. papá estaba ruborizado, deseaba que la tierra se abriera y lo tragará. Sin más ni más papá se paró de la mesa y salió rápidamente. Comentó graciosamente Juan.
Mi abuelo pensaba que lo había despachado y ambos sonrieron con el relato. Entonces papá no dejo de pasar por la casa y mis tías le atendían por la ventana la visita de no más de media hora. Pero mamá no salía para nada.
Papá invitaba a Mar a salir o le llevaba dulces, pero ella no acepto. Ema era muy joven en la época y la que quedaba era mi mamá, porque eso hay que decirlo, papá iba por alguna de allá. Eran buen prospecto. Él paso varios meses así. Hasta que encontró a mamá sola trabajando en el jardín, porque eso era lo que a ella le apasionaba (el jardín y el ganado).
Aprovecho y la invito a salir, pero ella se negó. Le pidió el favor de aceptarle las visitas que dijo hacía a mis tías, pero a la que quería ver realmente era a ella.
Tina sonrió, tímidamente. Creo que eso fue motivo para que papá siguiera persistiendo en visitarlas más seguido y la alagaba cuando le era posible.
Llego el día en que mamá salió para el centro en compañía de Ema y él las seguía de cerca, hasta que mi tía Ema, le sonrió y lo saludo. Tina no hizo buena cara, pero se sorprendió al verlo cerca de ellas y bien vestido.
Las invitó a tomar algo y aprovecho para hablarle de sus sentimientos a mamá y ella muy nerviosa acepto una nueva salida.
Habían pasado casi ocho meses en ires y venires de papá hasta que mamá decide darle una oportunidad y aceptarle las visitas, en el corredor de la casa, durante media hora dos veces a la semana. El abuelo era muy estricto y las celaba demasiado.
Se recostaron en la cama y Juan continúo contando la historia.
Así pasaron seis meses más pero ya formalmente eran novios y deciden casarse.
El abuelo les regalo la casa en el centro. Y se fueron a vivir al otro día del matrimonio. Mamá estaba feliz en su nueva casa y con deseos de tener una hermosa familia para siempre.
Papá conducía buses para la gran ciudad y todos los días salía a las tres de la mañana, y volvía a eso de las nueve de la mañana a desayunar con mínimo dos otros compañeros, y mamá los atendía a cuerpo de reyes. Volvía a eso de las ocho de la noche y se acostaba muy cansado. Y así diario era lo mismo.
Mamá salía con mis tías y visitaba los primos de vez en cuando de resto estaba en la casa trabajando y papá muy celoso, exigente con la ropa: ¡todo debe estar impecable! y si estaba mal planchado lo llevaba a la poceta para que mamá lo tuviera que lavar nuevamente, pero eso sí, antes la regañaba.
Mamá soportando tantas cosas. Por ejemplo, le decía: ¡organice la mejor ropa de Juan para regalar que tengo una prima con una bebé como él y está muy necesitada y la voy ayudar: Y mamá esmerándose por darle lo mejor y le hacía muy seguido su buena maleta para regalar, hasta pañales nuevos le regalaba.
Tiempo después nos dimos cuenta que era su hija…Juan suspiro hondo…
Otra vez, yo siendo adolescente, jugaba un partido de fútbol y entre con Perea a tomarnos algo a la tienda de la cancha y llego él, con una mujer joven y una bebé de unos dos años a almorzar al lugar. Actuaban como una familia. No sé qué sentí al ver tal escena y salí como si no pasara nada y no se dio cuenta. Pero siempre se lo he reprochado y dice que no era él, que yo lo confundí…sonrió con los ojos húmedos.
Y ya la tapa. Lo que llevo a mamá a tomar la decisión de dejarlo del todo y no querer volver a verlo jamás, por más que él le ruega, es que la celaba con todos, hasta con las vecinas o las tías y la dejaba encerrada hasta que tuvo el
valor de saltar un muro vecino que comunicaba el patio de la casa con la cocina de la vecina y ella la ayudo a salir y le dio los pasajes para que fuera donde las tías y desde entonces mamá es libre. A nosotros nos habían dejado amaneciendo con ellas. Entonces fue más fácil para ella llegar sola.
Juan: ¡Amor, mi vida no es fácil, pero hay voy…! Se abrazaron fuerte y decidieron ir
a comer algo ligero. Ya terminaba el día y luego fueron a la cama a dormir.
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