Al día siguiente Juan despertó y observaba a Ana dormir como un ángel, no la quiso despertar y fue a la cocina a prepararle un vaso de jugo a ella y se lo llevo a la cama.
Ella ya estaba estirándose, de pronto ve en la puerta parado a Juan con el vaso en la mano y lo saluda con una sonrisa tierna: Hola mi amor, buenos días. ¿Si descanso?
Él responde: hola amor, buenos días, claro que sí. Con ese ángel que me cuida y acompaña como no hacerlo. Se estiro hasta entregarle el vaso y ella toma un poco y se lo pasa para compartir con él.
Aún es temprano, nos arrunchamos. Dice Ana, maliciosamente. Juan acepta con la cabeza y se recuesta abrazándola.
Ana: amor, ¿cómo te sientes después de abrir tu corazón con la historia de anoche?
Juan: jocosamente haciéndole cosquillas en la cara con su barba corta, le responde: muy bien amor, sabes necesitaba sacar todo eso y hoy estoy más liviano. Muchas gracias amor por ser tan especial conmigo. Por eso te amo tanto.
Ana: sonrió y se dieron besos suaves, tiernos y prolongados.
Luego, Ana ve el reloj y se entra al baño a organizarse porque debe ir al trabajo. Juan lo hace después, comen algo que preparo Ana mientras él se bañaba y salieron hacia el hospital.
Se despiden suave y tiernamente en el parqueadero de urgencias y ella entra a la oficina.
Juan recoge algunos pasajeros en el Aeropuerto hacia la ciudad y va pasando lentamente su día. Habla de vez en cuando con Ana por teléfono, para escucharla y decirse cuanto se aman.
Ana tiene un día un poco más ajetreado, ya que están haciendo una restructuración en el banco de sangre del hospital y debe ser aprobado por el INIMA (Instituto Nacional de medicamentos para consumo o uso humano) y así estandarizarlo a nivel nacional, es decir si en otras ciudades necesitan sangre y aquí la tienen lo pueden enviar y salvar varias vidas.
Todo era un caos, se corría de un lado para el otro con papeles, con muestras, con bolsas hasta con refrigerios para ofrecer a los funcionarios que hacían la visita.
Ana sacaba cartas, contestaba el teléfono, iba donde la secretaria de presidencia a levar razones o papeles y también recogía, buscaba su jefa…era algo de locos.
Fue un día tan trajinado que no se sintió. Llego la hora de salida de Ana y no se había dado cuenta hasta que Juan la llamó para que saliera que la esperaba en el parqueadero para llevarla a la universidad.
Ella sorprendida, vio el reloj y corrió hacia la oficina por sus cosas y salió sin decir nada. Aun le faltaba almorzar para comenzar a recibir clases durante la tarde.
Llegó agitada al parqueadero y saludo a Juan con un beso suave. Él le tenía mango en tiras, su fruta favorita en un vaso plástico y envuelto en una bolsa transparente con cuchara plástica blanca.
Ella le agradeció el gesto con una hermosa sonrisa y subieron al carro. Le contó su día loco y Juan escucho en silencio.
Llegaron a la puerta de la universidad y Juan la acerco hasta allí y de la mano la dejo junto al portero. Se despidieron y Ana busco a sus compañeros, pero no los encontró. Como ya era casi la hora de entrada a su clase de Administración de empresas y su profesor era tan estricto, Ana no dudo en irse para el salón.
Al llegar ya todos estaban en sus puestos, juiciosos esperando al profesor. Ana tímidamente, saludo y se sentó en su asiento. Todos le respondieron.
Al instante llego el profesor John Arboleda, era un hombre de unos 35 años de edad, maduro, de 1.70cm de estatura, acuerpado del ejercicio que hacía en sus ratos libres, piel blanca, cabello rubio, bien vestido y oliendo delicioso. Era muy serio y con voz fuerte. Era administrador de empresas y muy profesional. Le gustaban los carros descapotados estilos jeep, los cambiaba constantemente.
Saludo con voz fuerte y varonil mientras ingreso al interior del salón y comenzó su clase. Todos en silencio copiaban lo que explicaba. Luego de dos horas de clase, se despide y sale.
Tienen un corto descanso en cambio de clase. Entonces Naty que se sienta a su lado por el centro del salón voltea la cabeza y descostándose en la silla universitaria de Ana y comenta: ¿Ana hacemos el trabajo que nos dejaron para la próxima semana?
Ana: claro Naty, lo haremos el fin de semana. ¿Te parece? Si algo adelantare un poco para que nos quede menos por hacer el sábado.
Naty: señorita cambiando de tema: porque llegaste tan retrasada al salón…
Ana: sonrió maliciosamente y le comento el día loco que tuvo en el hospital. Yo no soy tan desocupada como otras y sonrieron.
Naty: mi querida Ana: ¿eso te pasa por querer ser una chica responsable, juiciosa, orgullosa y ambiciosa?
Ana: huy, Naty eso dolió, que grosera eres conmigo…eso no se vale que seas así conmigo…mmm…Ambas sonrieron.
La familia de Ana es pudiente, pero ella es orgullosa y quiere salir adelante sola sin ayuda de nadie. Busca sus propias cosas. Hace poco menos de tres meses vive sola en su apartamento el que compro ahorrando parte de su sueldo, y el otro lo usaba para costearse la universidad. Aunque en su casa le colaboran con su matrícula.
Estaban en su charla entretenidas, cuando Ana sintió que le sobaban el cabello que tenía suelto y voltearon a ver y era Diego, un compañero de clase, algo mayor que ellas, ya que la más joven del grupo era Ana y luego un año Naty.
Hola lindas, buenas tardes. Están cada vez más hermosas, las niñas de mi corazón. Todos sonrieron.
Diego acerco una silla a ellas y se unió a la reunión. Hablaban muy entretenidos. Hasta que entro la profe Nancy, les daba Práctica integrada y saludo con voz fuerte desde la puerta.
Todos se compusieron para recibir su clase.
En la mitad de la clase, la profe comenzó su discurso pidiendo permiso para salirse del tema que trataban y que no podía dejar pasar ese momento para felicitar a una compañera que iba a recibir una distinción por su buen desempeño en la institución donde realizaba la práctica universitaria. Todos esperaban ansiosamente el nombre de esa persona.
De pronto Nancy comenzó a hablar y dijo: felicitaciones a nuestra destacada futura profesional, sé que lo vas a hacer muy bien. Tienes mucho carisma y compromiso con todo lo que haces. Te auguramos éxitos y su nombre es Ana, muy bien merecido.
Todos comenzaron a aplaudir sin parar y miraban a Ana, quien parecía no darse cuenta de que era a ella a quien felicitaban, hasta que Diego se le acerca y le da un beso en la mejilla y la mano para acercarla a Nancy, quien está parada en el centro del salón cerca del tablero.
Ella esta del color de una manzana roja y suda. No entiende lo que pasa y camina por inercia dentro del salón y de la mano de Diego, hasta llegar al frente.
Nancy la abraza y le entrega un sobre. Ella dice gracias y se sienta nuevamente en su puesto. Siente que todo le tiembla y comienzan a cantarle ¡que lo abra, que lo abra! y ella le dificulta hacerlo de lo nerviosa que se encuentra.
Al abrir el sobre cerrado, todos están a la expectativa y se da cuenta de que la están invitando a una cena de beneficencia para dos personas que organizan los sacerdotes del lugar. Le agradecen su gran labor en la institución.
Además, le dan un bono de $200 para que se compre lo que quiera. Ana no sabe cómo reaccionar y su cara se tensa más de lo que estaba.
El párroco, director de “Pan y Vida”, le cogió mucho aprecio por lo juiciosa, responsable y carismática con los viejitos del lugar. Ellos la quieren mucho. De antemano te damos las gracias por tu excelente labor y buen desempeño dentro y fuera de la universidad. Esto va para todos démonos un fuerte aplauso. Respondió Nancy.
Asegurando que eso le habían dicho a ella de Ana, cuando fue a la reunión que se hacía cada fin de semestre para evaluar al practicante, quien no se encontraba presente en la reunión, solo era el comité de la institución y el profesor de la asignatura.
Todos la felicitaron y salieron del salón, pues ya se había terminado las clases del día.
Juan la esperaba en el carro y Ana se despidió de sus compañeros de beso en la mejilla y se acercó al carro.
Juan al verla llegar se baja, la saluda con un beso tierno y la recibe con un delicioso sándwich que le compro en la panadería de la universidad mientras las esperaba.
Ana, sonrió y le agradeció su almuerzo cena, ya que con tantas carreras del día no pudo comer. Pero fue un día tan productivo para ella que no sintió hambre en ningún momento del día.
Ana le contó su buena noticia y Juan la abrazo felicitándola y le dijo que él sería su compañero de cena y acepto con una sonrisa maliciosa.
Así termino el día de ambos con mucho que contar por parte de Ana.
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