Melissa, ¿estás prestando atención a la clase?
Habló el maestro con tono fuerte, esa chica seguía idiotizada, miré mal a Kenia, por culpa de ella se encuentra así, debí haberme guardado lo que vi, pero ya era tarde, también era mi culpa.
Tuve que mover a Melissa del hombro para que reaccionara, neta, esa chica está en las nubes.
Wey reacciona, dijo Kenia por lo bajo.
Sí maestra, disculpe.
Dijo al instante porque la moví fuerte, lo que dijo me hizo darme un zape mental, el maestro la miró molesto, sin embargo, no dijo nada y continúo hablando.
Todo mi grupo negaba con la cabeza, que vergüenza.
La clase terminó, ¡gracias a Dios!, ya quería salir, metimos nuestras cosas en la mochila y salimos del salón. Esta vez nos fuimos en taxi con Enrique, ahora éramos cuatro. Él adelante y nosotras tres atrás.
Sabes que te amo Lila.
Meli está abrazándome, ella es tan empalagosa, odio eso de ella.
Bien, pero ya puedes soltarme, dije mientras la alejaba.
No seas mala, puso una cara triste.
No soy mala, pero sabes que no me gusta recibir tanto cariño.
Intentaba alejarla, sin embargo, esta, más se acerca a mí, parece chicle.
Cuando menos lo esperé me dio un beso en la mejilla y se alejó rápidamente, suspiré rendida, ella constantemente hacia eso, aun así, no terminaba de acostumbrarme. Kenia solo reía y yo la miré feo, para la otra me sentaré en una esquina, estar alejada de ella es mejor.
Regresé a casa ya cansada, mañana temprano haría la tarea.
Mamá ya llegué.
Avise como siempre que entro a la casa.
Mamá no está, dijo Yusma que estaba en la cocina haciendo su tarea.
¿Y a dónde fue?
No lo sé, ya sabes que aparece y desaparece.
Tiene razón, así es de misteriosa mi madre.
Okay, voy a mi cuarto.
Comencé a avanzar.
Si Quetzal pregunta por sus plumones dile que yo los tomé.
Me gritó porque no me detuve.
Está bien.
Igual grité para que me escuchara.
Llego a mi cuarto y está hecho un caos, parece que pasó un tornado por aquí.
¿Qué carajo pasó?
Lo siento hermanita, estoy buscando mis cosas.
Me tomó de la pierna y salió debajo de la cama.
Es mi cuarto, se supone que tus cosas están en el tuyo, ¿por qué estarían aquí?
Hablé molesta porque dejar todo acomodado para solo llegar y acostarme es lo que me hace feliz, pero con este desastre no podré descansar.
Se supone, aunque ya busqué y nada que aparece.
Su voz tierna es actuada, eso me molesta. Quiere que no me enoje, pero eso no pasará.
Estás buscando tus plumones, ¿no es verdad?
Mencioné más tranquila.
Sí, ¿dónde están?
Habló desesperada, como si esos plumones valieran tanto.
Yusma los tiene.
Esa hija de su madre, los toma sin permiso y por culpa de ella estoy buscando como loca creyendo que los he perdido.
Ahora está molesta.
Bien, entonces lárgate.
Sí, ya me voy.
Comenzó a caminar hacia la puerta, pero la cerré antes.
¿Qué?, habló ella como si no olvidara algo.
Como que, ¿qué?, se te está olvidando limpiar mi cuarto.
¿Por qué?, si no moví casi nada.
Colocó sus manos detrás de su espalda.
Casi nada, moviste todo Quetzal y no sales hasta que no lo dejes como estaba.
No, deja que lo haga al rato.
Al rato se te va a olvidar, lo siento hermanita, debes acomodar tu desastre.
Ella se quejó, a pesar de eso la ignoré, hizo un momento berrinche y luego se puso acomodar, me quedé parada observando que todo lo dejara en su lugar, cuando terminó me miró con odio, sé que es molesto, pero no le ordene que desacomodara mi cuarto.
Ya te puedes ir.
Abrí la puerta y cuando pasó por mi lado me dijo, bruja, le contesté, igualmente y salió.
Cerré la puerta y me cambié el uniforme por ropa holgada.
Terminé y encendí el ventilador, me acosté en mi cama.
Mamá llegó dos horas después. Sirvió la cena y nos llamó. Al salir me topé con mi padre.
Señor.
Señorita, dijo él con una sonrisa.
Apúrense que no tengo su tiempo.
Gritó mamá muy enojada y, papá y yo nos miramos y asentimos.
Córrele.
Dijimos al mismo tiempo. Avanzamos más rápido y en la sala nos topamos a mis hermanas.
¿No se supone que deberían estar ayudando a su madre?
Papá habló serio.
Se supone, pero nos cansamos de esperarla.
Habló Yusma con toda sinceridad.
Es verdad, dijo que solo iba por las tortillas, pero se tardó tanto que pensamos que hasta fue hacerlo.
Quetzal lo dijo con tono de burla, sin embargo, es cierto.
Que chistosas.
Papá lo dijo tranquilo porque sabe que es verdad que mamá es así.
Es la última que les hablo.
Grito más fuerte mamá y nos asustamos.
Ahora sí, ya valimos, apúrense.
Hablé para que avanzáramos porque nos quedamos como tontos ahí congelados.
Todos reaccionaron y caminamos para llegar a la cocina, entonces mamá estaba en medio de la puerta. Ahora sí creo que hay un problema.
Tiene una mirada que da miedo, parece asesina con esa mirada.
Papá, ¿no había una mujer más relajada?
Susurró Quet y una sonrisa se quería asomar en su rostro.
Cállate o te escuchará.
Hablamos en tono bajo Yusma y yo.
Se callan mocosas.
Mamá evidentemente está enojada y lo peor es que para calmarla es muy difícil.
Alguien debe sacrificarse.
Mencionó papá con voz muy baja.
Tú.
Dijimos las tres al unísono. Papá nos miró mal, pero qué espera de nosotras si sabe cómo somos.
Mamá carraspeó para llamar nuestra atención.
¿Quién pasa primero?, dijo en un tono serio que hasta escalofríos nos dio.
Miramos a papá y él volvió a mirarnos feo. De seguro está arrepentido de tener hijas tan crueles, pero si él es capaz de abandonarnos ¿por qué nosotras no?
Entonces en ese horrible momento, alguien toca la puerta principal y ella se dirige para abrir.
Todos dejamos salir el aire que estuvimos conteniendo frente a mamá.
Fuimos salvados, gracias a Dios, pensé. Eso era bueno hasta que nos dirigimos a la sala y vimos a cuatro pequeños demonios con esas sonrisas diabólicas.
Mierda, dijimos los cuatro en tono bajo.
Esta noche será muy larga, comenté sin ganas.
Voy a ponerle seguro a mi puerta, mencionó Yusma.
Yo voy a ponerle candado, dijo Quet.
Yo me voy con mis amigos, dijo papá y lo miramos feo. ¿Qué?
Como que, ¿qué?, es tu hermana, dijimos las tres.
¿Y eso qué?, contestó él sin darle importancia.
Y luego te quejas de que no nos amamos.
Dijimos y fuimos a saludar a nuestra tía y nuestros primitos.
Cenamos con ellos y luego nos dirigimos a nuestro cuarto, por suerte, ellos solo estuvieron de paso, si no creo que no hubiéramos dormido en paz.
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