Estas acostumbrado a leer novelas de reencarnacion en donde la protagonista reencarnada se vuelve poderosa, ¿que pasaria si esta novela no es como las demas? ven y lee algo diferente, algo que sin duda te gustara.
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Ruptura
El palacio entero estaba alborotado. Después de meses de guerra, el príncipe Aldrin había regresado victorioso, y la corte se reunía para recibirlo con pompa y celebraciones. Sin embargo, entre los nobles, el verdadero interés no era la victoria militar, sino el chisme:
¿Qué pasaría con su compromiso con Lady Aranza?
Desde su regreso, Aldrin no había visitado a su prometida ni enviado un solo mensaje. Las habladurías se multiplicaban, y la corte entera murmuraba con emoción ante la inminente confirmación de lo que todos sospechaban: el príncipe quería romper el compromiso.
Y lo haría en público.
En el gran salón del palacio, con el rey y la reina presentes, los nobles esperaban con ansias el desenlace. Aranza, sentada elegantemente con una copa de vino en la mano, bostezó con disimulo mientras escuchaba a dos damas cuchichear detrás de ella.
—Pobre lady Aranza… debe estar devastada.
—Sí, la humillación será insoportable. Imagínate que tu prometido regrese y te ignore por completo…
—¿Crees que llore?
Aranza levantó una ceja y bebió su vino con calma. No tenía ni una pizca de preocupación.
Entonces Aldrin entró.
Alto, gallardo, con su uniforme de guerra aún impecable. Se detuvo frente al trono real, donde el rey y la reina lo observaban con severidad.
—Aldrin —comenzó el rey con tono firme—. Has regresado victorioso, pero nos preocupa otro asunto.
La reina, con su usual aire de frialdad, lo miró con desagrado.
—Desde que volviste, has evitado a lady Aranza. No has cumplido con tus deberes de prometido.
El silencio cayó en la sala. Aldrin se cuadró con seriedad.
—Majestades, hay algo que debo decir.
Los nobles contuvieron la respiración.
—No puedo casarme con lady Aranza —dijo con voz firme—. Mi corazón pertenece a otra.
Los murmullos estallaron.
Las damas a espaldas de Aranza se taparon la boca con fingido horror.
—¡Dioses, qué cruel! ¡Pobre lady Aranza!
—Debe estar hecha pedazos…
Aranza, mientras tanto, observaba la copa de vino como si estuviera mucho más interesada en su contenido que en la “devastadora” noticia.
El rey endureció la mirada.
—Aldrin, esto no es solo sobre tu corazón. Se trata de una alianza entre familias poderosas. Tu deber es con la corona, no con tus deseos personales.
Pero Aldrin, lleno de su propio sentido de nobleza, miró a Aranza con seriedad.
—Lady Aranza… lo lamento. Sé que esto debe ser difícil para usted, pero no puedo mentirle. No sería justo para ninguno de los dos.
Aranza levantó la mirada por primera vez y parpadeó, fingiendo confusión.
—¿Huh?
Aldrin frunció el ceño.
—Que no puedo casarme contigo. Sé que esto debe dolerte, pero espero que puedas encontrar en tu corazón la fuerza para superar este golpe.
Silencio.
Aranza pestañeó de nuevo. Luego, lentamente, dejó su copa sobre la mesa, se limpió los labios con una servilleta y soltó una carcajada.
Todos se quedaron helados.
—¡JAJAJAJAJAJAJAJA!
Aldrin dio un paso atrás, desconcertado.
—Ahem… lady Aranza…
Ella se cubrió la boca, pero no podía contenerse.
—Ay, por favor, Aldrin. ¡No me hagas esto! ¿Qué será de mi vida sin ti? —exclamó con fingido dramatismo, llevándose la mano a la frente—. ¿Cómo podré seguir adelante ahora que el hombre que jamás me ha visitado, jamás me ha escrito y jamás ha mostrado interés en mí, decide que ya no me quiere?
Los nobles contuvieron la respiración.
Aldrin palideció.
—Aranza, yo…
Ella se levantó de su asiento, con una sonrisa de lo más encantadora.
—No, no, tranquilo. Es un golpe muy fuerte para mí, ¿sabes? Creo que… que… —Y de repente, se dejó caer en el suelo.
—¡Lady Aranza! —gritaron algunos nobles.
—¡Se ha desmayado! —chilló una dama.
Aldrin se quedó boquiabierto.
Pero en el suelo, con los ojos entrecerrados, Aranza le guiñó un ojo con diversión antes de cerrar los párpados teatralmente.
El salón real estalló en caos.
—¡Lady Aranza se ha desmayado! —gritó una dama, llevándose una mano al pecho con dramatismo.
—¡Llamen a los médicos! —exclamó un noble.
—¡Rápido, alguien haga algo!
Aldrin, que todavía estaba procesando la carcajada de Aranza, se quedó helado cuando la vio caer al suelo con tanta gracia que parecía sacado de una obra de teatro.
"¿Qué demonios acaba de pasar?"
El rey y la reina se levantaron de sus tronos, tensos ante el escándalo. Vladimir Valentis, que había estado observando la escena con los brazos cruzados, se acercó con el ceño fruncido.
—Levanten a mi hija —ordenó con frialdad.
Dos sirvientes se apresuraron a inclinarse para cargarla, pero antes de que la tocaran, Aranza se movió y dejó escapar un dramático suspiro.
—No… no me toquen…
Todos contuvieron la respiración.
Aranza Valentis estaba despertando.
Las damas más sensibles se llevaron las manos a los labios, conmovidas.
—¡Oh, la pobre! ¡Debe estar destrozada!
—¡No puede ni mantenerse en pie del dolor!
—¡Qué tragedia!
Aldrin, sintiendo una culpa repentina, se arrodilló a su lado.
—Lady Aranza… —dijo con voz afectada—. No quise hacerle daño. Lo siento…
Entonces, Aranza entreabrió los ojos y lo miró con absoluta burla.
—Ay, Aldrin… —susurró—. ¿Tú de verdad te creíste esto?
Los murmullos cesaron.
Aldrin parpadeó.
—¿Q-qué?
Y en ese momento, Aranza se incorporó por sí misma, sacudiéndose la falda como si nada hubiera pasado.
—¡Ahhh, qué alivio! Pensé que me había dado un verdadero ataque, pero no, parece que solo fue un golpe de "demasiada estupidez en un solo lugar".
Un silencio sepulcral invadió la sala.
Los reyes entrecerraron los ojos.
Vladimir la miró con expresión ilegible.
Los nobles se quedaron boquiabiertos.
Aldrin la observó como si hubiera perdido la cabeza.
—A-Aranza… ¿Qué estás diciendo?
Ella le sonrió con total despreocupación.
—Ay, querido, es que no me diste oportunidad de reaccionar. No podía simplemente quedarme de pie y aplaudir tu "gran" decisión de romper nuestro compromiso en público. ¡Tenía que darles a todos un momento digno de recordar!
Los nobles contuvieron la respiración.
—¿Entonces… no estás devastada? —preguntó el rey, su tono lleno de sospecha.
—¿Devastada? —repitió Aranza con una risa encantadora—. Majestad, con todo respeto… me importa tan poco este compromiso como le importó a Aldrin desde el primer día.
El príncipe se quedó helado.
—¡Eso no es cierto!
—Oh, ¿no? —Aranza ladeó la cabeza con diversión—. Dime, querido prometido, ¿cuántas veces me escribiste durante la guerra?
Aldrin apretó los labios.
—Bueno…
—¿Cuántas veces me visitaste antes de la guerra?
—Yo estaba ocupado con mis deberes…
—¿Cuántas veces en nuestra infancia siquiera intentaste hablarme?
Aldrin tragó saliva.
Los nobles comenzaron a murmurar.
—Bueno, yo… —Intentó justificarse, pero sabía que no podía.
Aranza suspiró, tomando la mano de Aldrin como si fuera una mujer resignada.
—Mira, cariño. No te preocupes. De verdad, te lo agradezco. Has hecho algo por mí que yo no podía hacer sola: librarme de este compromiso absurdo.
Aldrin se sintió insultado.
—¡No era absurdo! ¡Yo solo…!
—¿Solo qué? —lo interrumpió Aranza, inclinándose hacia él con una sonrisa venenosa—. ¿Solo asumiste que yo iba a llorar, que me iba a romper en pedazos y a suplicarte que me quedara a tu lado? ¿Que mi existencia giraba en torno a ti?
Aldrin abrió la boca… pero no tenía respuesta.
Y eso fue todo.
Aranza le dio una palmadita en la mano y se levantó sin esfuerzo.
—En fin, queridos, ha sido un espectáculo muy entretenido, pero me retiro. Gracias por romper conmigo, príncipe Aldrin. Te deseo toda la felicidad del mundo… muy, muy lejos de mí.
Los murmullos en la sala se transformaron en exclamaciones de asombro.
Aranza Valentis acababa de rechazar públicamente la idea de sufrir por un príncipe.
Aldrin quedó como un idiota.
Los reyes se miraron en silencio, pero la reina esbozó una sonrisa mínima, como si hubiera disfrutado ver a su hijo recibir una cucharada de su propia medicina.
Vladimir, por otro lado, observó a su hija con ojos fríos y calculadores.
Aranza le lanzó una mirada rápida. Sabía que esto no iba a gustarle.
Pero no importaba.
Ella había ganado esta batalla.
Ahora solo le quedaba librarse de su padre… y para eso, tenía otro plan en mente.
.
Ves: mirar, observar, ver
vez: repetir