Amor encontrado:Fue un encuentro fortuito, una chispa que encendió una pasión arrebatadora. Él y ella, dos almas distintas, se vieron envueltos en un romance fulminante, pero frágil como una llama a punto de extinguirse.
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Capitulo 8
Capítulo 8
El día tan esperado por Sofía y Alejandro había llegado. Entre lágrimas de emoción y miradas llenas de amor, dieron la bienvenida a su pequeño hijo Lucas al mundo.
Cuando lo sostuvieron por primera vez entre sus brazos, Sofía y Alejandro sintieron que sus corazones se llenaban de una alegría indescriptible. Aquel diminuto ser, con sus ojos brillantes y sus delicadas facciones, era el fruto de su amor incondicional.
—Mira, Alejandro —murmuró Sofía, contemplando embelesada el rostro de su bebé—. Es precioso. Nuestro pequeño Lucas.
Alejandro asintió, sus ojos inundados de lágrimas. Con suavidad, acercó su dedo al puño diminuto de Lucas, maravillado por la forma en que el bebé lo aferraba con fuerza.
—Bienvenido a nuestras vidas, mi niño —susurró, depositando un beso suave en la frente de Lucas—. Tu mamá y yo te amaremos con todo nuestro ser.
Sofía observaba a su esposo con una sonrisa radiante, sintiendo que su corazón iba a estallar de dicha. Verlos juntos, formando esta nueva familia, le llenaba el alma de una profunda gratitud.
Poco a poco, Alejandro y Sofía se fueron adaptando a la nueva rutina que traía consigo la llegada de Lucas. Si bien los primeros días fueron un torbellino de emociones y noches sin dormir, la alegría de tener a su hijo con ellos superaba con creces cualquier dificultad.
Alejandro se mostraba como un padre entregado y atento, velando por el bienestar de Sofía y del bebé en todo momento. Mientras Sofía amamantaba a Lucas, él la ayudaba con los quehaceres del hogar, asegurándose de que ella pudiera descansar y recuperar sus fuerzas.
Por las noches, solían acurrucarse los tres en la cama, disfrutando de la quietud y la intimidad de aquellos momentos. Sofía no podía dejar de maravillarse al ver a Alejandro arrullar suavemente a Lucas, susurrándole palabras de amor y ternura.
—Mira lo pequeño que es —decía Alejandro con asombro, acariciando con delicadeza las mejillas de su hijo—. Es como un milagro.
Sofía asentía, acercándose más a ellos.
—Lo es, mi amor. Nuestro milagro particular.
Juntos, exploraban esta nueva etapa de sus vidas, aprendiendo día a día a ser padres. Sofía se deleitaba observando cómo Alejandro se sumergía de lleno en su papel, brindándole a Lucas todo el cariño y la dedicación que ella misma había soñado para su hijo.
A medida que los días pasaban, el vínculo entre Alejandro y Lucas se fortalecía cada vez más. El pequeño parecía reconocer la voz de su padre, regalándole sonrisas y acurrucándose en sus brazos con una confianza que enternecía a Sofía.
—Creo que alguien ha encontrado a su héroe —bromeaba Sofía mientras veía a Alejandro jugar con el bebé.
Él la miraba con una sonrisa radiante, sus ojos destellando de orgullo.
—Y yo he encontrado a mi mayor tesoro —respondía, acercándose para besar a Sofía con ternura.
A pesar de los desafíos que implicaba la crianza de un recién nacido, Sofía y Alejandro se sentían más unidos que nunca. Juntos, aprendían a navegar por este nuevo camino, apoyándose mutuamente y disfrutando cada pequeño logro y cada nueva sonrisa de su hijo.
Una tarde, mientras Sofía amamantaba a Lucas, Alejandro entró a la habitación con una expresión emocionada.
—Sofía, tengo una sorpresa para ti —anunció, acercándose a ella.
Ella lo miró con curiosidad, notando la alegría que irradiaba su rostro.
—¿Qué es, mi amor? —preguntó, acomodando suavemente a Lucas en sus brazos.
Alejandro le tendió una hoja de papel, sus ojos brillando de emoción.
—Acabo de recibir una carta de la editorial. ¡Nuestro nuevo libro ha sido aceptado para su publicación!
Sofía sintió que el corazón le daba un vuelco. Durante los últimos meses, mientras se adaptaban a la llegada de Lucas, habían trabajado incansablemente en su segunda novela, buscando plasmar en ella todo lo que habían vivido y aprendido.
—¿En serio? —exclamó, sin poder contener la emoción—. ¡Eso es maravilloso, Alejandro!
Él asintió, acercándose para besarla con delicadeza, tratando de no perturbar el sueño de Lucas.
—Sí, mi amor. Nuestro sueño sigue creciendo, al igual que nuestra familia.
Sofía lo abrazó con fuerza, sintiendo que la felicidad la desbordaba. Tener a su esposo y a su hijo a su lado le hacía sentir que nada podía detenerlos.
—Esto merece una celebración, ¿no crees? —dijo Alejandro, guiñándole un ojo con complicidad.
Sofía sonrió, asintiendo con entusiasmo.
—Definitivamente. Creo que una noche especial en familia sería perfecto.
Y así, esa misma noche, Sofía y Alejandro prepararon una cena llena de deliciosos platillos, mientras Lucas los observaba con ojos curiosos desde su cuna. Brindaron por los logros alcanzados y por la nueva etapa que se abría ante ellos.
Conforme pasaban las semanas, la vida de Sofía y Alejandro se asentaba en una rutina llena de amor y momentos preciosos. Veían a Lucas crecer día a día, maravillados por cada una de sus nuevas habilidades y expresiones.
Uno de los momentos más entrañables era cuando Alejandro le leía cuentos al bebé antes de dormir. Sofía los observaba desde el umbral, sintiendo que su corazón se hinchaba de orgullo y gratitud.
—Eres un padre maravilloso, Alejandro —le susurró una noche, acercándose para unirse a ellos.
Él le regaló una sonrisa radiante, acurrucando a Lucas entre sus brazos.
—Y tú eres una madre increíble, Sofía. Juntos, vamos a criar a este pequeño ser con todo nuestro amor.
Sofía asintió, besando suavemente la frente de Lucas antes de acomodarse a su lado. Allí, abrazados como una familia, se dejaron envolver por la calidez y la tranquilidad del momento.
A medida que Lucas crecía, Sofía y Alejandro se maravillaban al ver cómo su personalidad iba floreciendo. Era un bebé alegre y curioso, que parecía deleitarse con cada nueva experiencia que le ofrecían sus padres.
Cuando cumplió seis meses, Sofía y Alejandro decidieron llevar a Lucas a conocer la librería que habían construido con tanto esmero. Al entrar, el pequeño miró a su alrededor con ojos brillantes, cautivado por los colores y las formas que lo rodeaban.