Diana es una mujer que llegó a la gran ciudad cuando apenas era una adolescente, tuvo que trabajar en diversos oficios, hasta que conoció a Lucas, el hombre que la llevaría a conocer el mundo de las Damas de compañía...
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La deseo
Teodoro.
Ese beso me descompuso todo el sistema, probar sus labios fue lo mejor que he probado, esa boquita pecadora tiene un delicioso sabor. Pero no puedo verla como una mujer para algo serio, ella es una prostituta que se vende al mejor postor, quizás le pague unos cuantos euros por acostarme con ella, solo para sacarme estas ganas que tiene mi cuerpo de sentirla debajo de mí.
A mis padres se les dio la brillante idea de que saliéramos a cenar, solo espero no encontrarnos con uno de sus clientes y que arruinen nuestra mentira, porque juro que la arruino.
- Esta comida está exquisita, de verdad, muchas gracias por invitarnos. - por lo menos tiene modales.
La observo hablar con tal naturalidad con mis padres, que hasta envidia siento porque tiene mejor comunicación que yo, con ellos. Estamos en una charla amena cuando de repente se nos acerca un caballero y pronuncia su nombre, mi corazón quiere reventar mi pecho, porque no quiero que el tipo vaya a decir algo inadecuado.
- Diana, que gusto verte por aquí, le he preguntado a Susana por ti y me ha dicho que andas de novia...
- ¡Sí! - se apresura a contestar - Te presento a Teodoro Montes, mi novio, ellos son sus padres; Augusto Montes y Eleonor Cadavid de Montes. Y esta linda jovencita es mi cuñada, Lucía. Él es... - la muy... ni se acuerda del nombre.
- Ramiro Jerez, un placer conocerlos a todos. - nos saluda a papá y a mi de manos, mientras a mamá y a mi hermanita les besa el dorso de la mano, no me gusta como mira a Lucía. - Bien, os dejo para que sigan disfrutando, nos vemos después, linda. - le dice a la rubia maligna y mi sangre parece lava dentro de mis venas.
Se marcha por dónde vino, lanzo cuchillos imaginarios por toda su espalda, odio como miró a mi hermanita, como la saludó con tanta familiaridad a ella, de solo imaginar que se acostó con ese tipo y con quién sabe cuántos, me da repugnancia. Odio a Edgar por conseguirme a esta mujer.
- Voy al tocador, regreso enseguida. - dice, levantándose.
Lleva como 5 minutos en el baño, me impaciento por su demora, me levanto y salgo a buscarla, mínimo, está teniendo relaciones en este lugar sin importarle el que dirán. Entro al baño sin avisar, y allí está, mirándose fijamente en el espejo. Se espanta al verme entrar de manera abrupta.
- ¿Acaso creías que le estaba dando sexo oral al hombre que me saludó? - mi cara se cae de la vergüenza, porque es lo que pensé - No soy tan puta como me crees, quítate... - trata de pasar, pero no la dejo porque sujeto su brazo.
- Lo siento, he sido un gilipollas, un capullo contigo.
- Sí, es cierto, has sido todo un capullo... - sus ojos me miran fijo, veo desprecio y eso me incomoda - una más y te juro que te mando que te den por culo, no pienso tolerar tus coñadas.
Se suelta de mi agarre y sale del baño, dejándome como un gilipollas madre. Ahora si que me extra-limité con ella.
Al regresar a la mesa, la encuentro riendo con mi familia tan radiante que me causa envidia, en esta primera semana juntos, me doy cuenta de que la gente se encanta con ella, y no, no es por sus ropas, es por ella que tiene una esencia única, un fuego que te calienta, más no te quema.
- Oh mi bebé, - dice mi madre cuando me ve - Diana es maravillosa, nos está contando sus anécdotas de infancia, era toda una monada.
Sonrío sinceramente ante lo dicho por mi mamá, ella es lo que yo nunca seré. Ella es color y yo soy gris.
- Sí, me imagino, por eso me gusta, es tan rural. - me divierto así.
- Ya sabes que así fue que te conquisté, siendo rural.
Nos fuimos al salón donde estaba la chimenea, que se mantiene apagada por ser verano, mamá y papá se sentaron juntos, dándose cariñitos y mi hermana en otro sillón. Así que a mí me tocó sentarme junto a mi odiosa acompañante.
- Hijo pero cómo es que eres tan poco romántico. - dice mi padre - A las mujeres hay que darles calor, amor.
- Padre, es verano - me excuso.
- Nada de eso, para el amor no existen estaciones, ¡Vamos hijo! No seas aguafiestas.
Paso mi brazo por detrás de sus hombros y la atraígo hacia mí. Bajo un poco más mi brazo, hasta rodear su diminuta cintura.
¡Mierda! Es tan pequeña que me da miedo que si la presiono, se puede partir. Una de sus lolas se presiona contra mi pecho.
- ¿No te parece que hacen una linda pareja, amor? - pregunta la hippie de mi madre.
- Por supuesto que si, ya quiero tener nietos.
Me atraganto con mi propia saliva, necesito que las dos semanas restantes se vayan rápido, o voy a morir a causa del stress que me causan mis padres y la mujercita que yace pegada a mí como una lapa.
Tristemente, para mi gusto ¡La deseo!