Katsuki es un chico que se enamoró de su mejor amigo de la infancia Izuku, para no expresar sus sentimientos hacia las personas decidió escribir en un diario íntimo. Este libro es aquel diario el cual Katsuki escribía todos sus pensamientos y sentimientos a lo largo de los días.
NovelToon tiene autorización de 🪷daisies🪷 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Niñeros
El sol de la tarde se colaba tímidamente entre las cortinas de mi habitación, proyectando largas sombras danzantes sobre el suelo de madera. Una suave brisa, cargada con el aroma fresco y limpio, se filtraba a través de la ventana abierta. Era una tarde perfecta, una tarde que prometía ser especial. Aizawa-sensei nos había encomendado el cuidado de Eri, y aunque una parte de mí sentía la responsabilidad como un peso ligero en el pecho, la mayor parte se sentía inundada por una anticipación cálida y emocionante.
La idea de pasar el día con Izuku y Eri, dos personas tan especiales para mí, me llenaba de una alegría silenciosa, de una expectativa que se expandía dentro de mi corazón como una flor abriéndose al sol. Izuku, como siempre, recibió la noticia con su habitual entusiasmo contagioso, una energía positiva que disipó cualquier duda o temor que pudiera haber albergado.
Eri llegó poco después, con su mochila pequeña colgada sobre sus hombros y una sonrisa tímida pero radiante que iluminó la habitación. Desde el primer instante, la conexión entre ella e Izuku fue palpable, una conexión casi mágica que parecía flotar en el aire. Eri, a pesar de su pasado doloroso y las cicatrices que aún portaba en su alma, se sintió instantáneamente cómoda y segura con Izuku. Él tiene una forma especial de conectar con los niños, una paciencia infinita y una capacidad innata para crear un ambiente de confianza y serenidad, un don que pocos poseen. Su forma de ser, tan cálida y genuina, disipó cualquier barrera, cualquier temor, creando un espacio seguro donde Eri podía ser ella misma, sin máscaras ni pretensiones.
La tarde se convirtió en una sucesión de juegos y risas, en un torbellino de momentos inolvidables que se grabaron a fuego en mi memoria. Eri, con su imaginación desbordante, nos transportó a mundos fantásticos, a reinos imaginarios donde los límites eran difusos y las posibilidades infinitas. Construimos castillos de almohadas en el salón, jugamos a las escondidas entre los muebles, inventamos historias con sus juguetes, cada una más imaginativa y descabellada que la anterior. Izuku, con su peculiar torpeza encantadora y su risa contagiosa, se convirtió en el cómplice perfecto en cada aventura, en cada juego, en cada momento de pura alegría. Recuerdo con especial cariño una escena en particular: Izuku, con una corona de flores silvestres sobre la cabeza, imitando a un dragón con rugidos y movimientos exagerados, mientras Eri se reía a carcajadas, abrazándolo con fuerza, su risa pura y sincera resonando en la casa, llenando cada rincón con una energía positiva y contagiosa. Esos momentos, esos instantes de pura alegría y complicidad, son los que atesoraré para siempre, los que guardaré en el cofre más preciado de mi corazón.
La tarde se deslizó entre juegos y risas, entre momentos de ternura y complicidad, entre silencios cómplices que hablaban más que mil palabras. Observé a Izuku interactuar con Eri, su paciencia infinita, su capacidad para entender sus necesidades, su forma de crear un ambiente seguro y divertido, y me di cuenta de lo especial que es, de lo mucho que la quiere, y de la conexión profunda que habían creado en tan poco tiempo. Es una conexión mágica, una ternura que me conmueve profundamente, una muestra de la bondad y la sensibilidad que reside en su corazón.
Cuando llegó la hora de que Eri se despidiera, el sol ya se había ocultado por completo, dejando paso a un cielo estrellado sobre Escalante. Era tarde, demasiado tarde para que Izuku regresara solo a su casa. La idea no me gustaba, la imagen de él caminando solo por las calles nocturnas me inquietaba. Le ofrecí que se quedara a dormir. Él aceptó, con una sonrisa tímida y agradecida que me llenó de una felicidad cálida y reconfortante.
Ahora, en la quietud de la noche, Izuku duerme profundamente acurrucado en mi pecho. Su respiración es suave y rítmica, su cuerpo cálido y relajado contra el mío. Su pelo verde, suave como la seda, roza mi mejilla. El silencio es absoluto, roto solo por el latir suave de nuestros corazones. Lo miro, lo observo en silencio, absorbiendo cada detalle de su rostro sereno y pacífico. Es… perfecto. La paz que siento es profunda, reconfortante, una paz que se extiende más allá de mi cuerpo, inundando mi alma con una sensación de plenitud y felicidad.
Mientras lo abrazo, una ola de calidez y ternura me inunda. Me imagino un futuro con él, una familia. Una casa llena de risas, como la que hemos compartido hoy con Eri. Una casa donde él está, donde yo estoy, y donde nuestro amor es el centro de todo. Me imagino a un ser, quizás en un futuro, llamándolo "papá Izuku", y una sonrisa cálida y sincera se dibuja en mis labios.
La idea me llena de una felicidad profunda y emocionante, una felicidad que se extiende hacia el futuro, hacia un futuro que, por primera vez, siento realmente al alcance de mi mano. Me acurruque más cerca de él, sintiendo su corazón latir contra el mío, un latido que se sincroniza con el mío, creando una melodía perfecta de amor y complicidad. Esta noche, dormimos abrazados, y en mis sueños, ya somos una familia. Un futuro que espero con ansias, un futuro con Izuku, lleno de amor, risas, la calidez de un hogar, y la alegría incondicional de una familia unida, una familia que crece y florece bajo el cielo estrellado. Espero que Izuku me permita estar junto a él siempre.
"Te amo, Izuku, nunca ne cansaré de decírtelo."
KB