Como hermano del antiguo rey, no había heredado ni siquiera una cualidad mágica. No obstante, su nivel de inteligencia lo llevó a ser asignado como el capitán del escuadrón de espías encargado de recopilar información contra un emperador enemigo. Esperando que aquella misión fuera su retirada, jamás pensó que le terminaría quitando la virginidad a una joven mujer. Así mismo se sorprendió al saber por parte del rey, que habían pedido su mano en matrimonio. Resultando que su futura esposa sería aquella chica de 20 años que desvirgó e hija del emperador enemigo.
“¿Es qué acaso no podré retirarme tranquilo” pensó con pesar.
“Esposo, ¡Me gusta que seas mayor! ¡Quiero ser tuya para siempre!” expresó su prometida.
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CAPÍTULO 20
Satisfecha porque había colocado la semilla de la duda en el interior del corazón de Somnus, un hombre que adoraba a su tío, pero que su amor por ella era capaz de hacerlo flaquear y hacer cualquier cosa a su nombre, se fue a su habitación, casi segura de que conseguiría lo que quería. Solo era cuestión de días para tener a Elwin con ella, bajo sus sábanas.
Apenas estuvo solo, el rey sacó de su minibar una botella de coñac para empezar a tomarla como si fuera un hombre perdido y sediento en el desierto.
—¿Soy tan patético?—preguntó sentándose en el piso—¿De verdad merezco ver cómo mi esposa está con otro hombre? ¿La vida me perdonará alguna vez?
Dicho eso procedió a tomarse más de la mitad de la botella en grandes tragos, quedando inconsciente, tirado como un perro, mientras ni el se aguantaba su propia borrachera.
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De vuelta en su habitación, el archiduque y capitán del escuadrón de espías, comenzó a buscar alguna señal de Abril, para terminar por encontrarla acostada en la esquina entre la cama y la pared.
—¿Pequeña Abril?—preguntó mientras intentaba despertarla—¿Por qué duermes en el piso?
—¿Elwin?—alzó la mirada.
De inmediato Elwin frunció sus cejas, al ver como sus ojos estaban rojos, clara señal de que había estado llorando y ni siquiera el baño de agua tibia la había relajado. Respirando profundo, tomó a la chica y la llevó cargada hasta la cama, donde la cobijó hasta el cuello.
—¿Por qué lloras?—preguntó—¿Ocurrió algo mientras eras atendida por la reina?
Abril, apenas escuchó la pregunta, no pudo evitar recordar aquellas palabras tan ambiguas que la monarca había dicho; sin embargo, un sentimiento de temor invadió su corazón.
“No eres nadie, Abril"
Fueron las palabras que pensó mientras negaba crn la cabeza, quería creer en la bondad de Erin y evitar así un mal rato. Al fin de cuentas, ella no era nadie, en cambio, como pasó con Fiona, todos defenderían a la reina.
—¿Abril?—preguntó preocupado.
Sin saber cuando, sus ojos comenzaron a arder más y de un momento a otro no pudo evitar que un río de lágrimas salieran de estos. Sintiendose que estaba por desbordarse, lo único que pudo hacer era llorar puesto que no podía hablar.
Sin agobiarla más, Elwin la abrazó y comenzó a mecerla, mientras esta lloraba en su pecho. De inmediato, los conejos habían vuelto a aparecer a su alrededor y esta vez se sumaron al llanto de Abril.
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Tres días después de lo ocurrido y faltando poco para el regreso a la capital real, la reina había citado varías veces a Abril en su consultorio. Sin embargo, en ese último día, le dijo algo que la aterró.
—¿Calva?—preguntó la hija ilegítima del emperador—¿Me quedaré calva?
Abril estaba observando asustada una serie de ampolletas rojas con tonalidades negras, la cual la reina había hecho tomando como base su propia sangre.
—La enfermedad venérea que tienes es muy grave—dijo Erin aprovechándose de la inocencia de Abril—si no tuvieras tus quemaduras, ya tu anillo o un tratamiento con los curanderos mágicos te hubieran ayudado; sin embargo, al haberte quedado deforme por las piedras infernales...
—Donde tengo esa enfermedad... es imposible que el sello lo cure a causa de mis anteriores quemaduras—terminó de hablar Abril—¿Es así?
—Si, así es—confirmó la reina—pero logré hacer un ralentizador, de modo que podamos tener más tiempo y encontrar una cura. Aunque te quedes más fea y con calva, ¿Lo harás, no?
—¿Fea?—preguntó en voz baja—¿Más fea?
Sin perder un solo segundo, Erin aprovechó el nivel de desconcierto de Abril para inyectarla contra su voluntad. El dolor del pinchazo y la acidez de la droga provocaron que los latidos de la hija bastarda del imperio se aceleraran.
—¡No!—gritó Abril golpeando a Erin.
Aquel movimiento brusco hizo que la reina diera un salto hacia atrás y se cayera con ti silla, provocando que se golpeara la cabeza. Asustada y con los ojos negros, sintió como su lado oscuro intentaba tomar el control.
Pensando en Elwin, salió del consultorio rumbo a la habitación de su príncipe, mientras derramaba lágrimas de sangre. Con cada paso que daba, sentía que aquella sensación ambigua, entre benigna y maligna, por parte de la reina Erin la perseguía sin cesar.
Confundida, sin saber cuál era el camino correcto, terminó llegando a la cafetería y, frente a la mirada atenta de varios soldados, que veían como la chica estaba hiperventilando, Abril se agachó mientras se agarraba con dolor su corazón.
—No...No...—dijo mientras se acurrucaba en el suelo—yo no quiero...no quiero ser fea...mami...Elwin...¿Alguien?
Devastada, viendo como todo se volvía oscuro, una brea negra comenzó a surgir de ella y el anillo imperial brilló con un rojo podrido, mientras era Cubierta por un capullo negro.
Aquella terrible escena hizo que Elwin abriera los ojos con terror, mientras observaba a su lado a Abril quién dormía profundamente. Aquella vívida pesadilla que había tenido hacía segundo lo dejó sin respiración, su cuerpo estaba empapado de sudor mientras una frialdad terrible lo agobiaba.
—Solo fue un sueño—intentó calmarse en el amparo de la madrugada—solo fue...
Una espeluznante imagen lo dejó aún más palarizado, puesto que un aroma a margaritas, muy familiar, hizo que desviara su mirada un poco.
—¿Irene?—preguntó Elwin.
Frente suyo, con una mirada preocupada, se encontraba el fantasma de la anterior reina. Jamás pensaría que vería alguna vez el espíritu de st antigua cuñada, la fallecida madre de su sobrino Somnus.