La Madrastra Que Nunca Existió

Después de ese encuentro, todo cambió. No sé si fue un rumor o si fue el mismo duque, pero todo trabajador en el castillo me decía señora. Nuestros horarios no han podido coincidir, hoy me avisaron que el duque iba a cenar con nosotras. Fiona me pasó uno de sus vestidos y me dijo que me vaya a sacar el olor a sangre de la batalla.

Lo que no sabía es que era una trampa, la cena era para nosotros dos.

Ana: Duque, ¿se puede saber que es esto?

Abel: Después de todo lo que hicimos deberías decirme por mi nombre.

Le tiré la servilleta en la cara mientras escuchaba las risas de las sirvientas que iban dejándonos solos.

Ana: deje de decir esas cosas Abel, su prometida puede venir a hacer un escándalo.

Abel: yo no tengo prometida, la única que puede ser mi prometida eres tú, si hay alguien que se atreva a decir lo contrario le corto la cabeza y ya.

Dijo mientras cortaba su filete, por ahí se me olvida que por más educado que sea conmigo con el resto sigue siendo un salvaje.

Ana: jajajaja bueno, tendré que volverme igual de despiadada que tú así no me molestan

Abel: me encantaría ver eso, mientras tanto, todos en el castillo deben darte su respeto, si hay alguien que no lo haga me avisas.

Solo asentía mientras terminaba de comer, aunque mis ojos se iban cerrando, fue un día lleno de emociones y Abel ya me aclaró sus sentimientos, a su manera. Mi objetivo ahora cambió, ya no es huir o vivir una vida tranquila en el campo, voy a conseguir un título por luchar en esta guerra, me esforzaré por ello.

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Con el paso del tiempo, tanto Fiona como Abel se encargaban del entrenamiento de Siegren. Se volvió despiadado con la espada y hábil en manejar su elemento, el viento.

Y por más que me encargaba de hacerle bromas a Fiona, ni una sola vez la vi avergonzarse por él, todo lo contrario al Príncipe, parecía un tomate con ojos azules, era divertido de ver. Sigo sin creer que yo haya cambiado tanto la historia que leí que los protagonistas no se hayan enamorado todavía. La ansiedad que manejo no les puedo explicar, lo bueno es que tengo un duque para desestresarme.

Y para estresarme también, con el correr de los años fue encargándose de darme responsabilidades dentro del castillo, todas las personas aquí me conocen como la duquesa en funciones aunque no posea el título todavía. Ya han pasado 5 años desde que llegamos, el próximo mes Siegren y Abel van a hacer una expedición para buscar un dragón. En eso, escucho que golpean mi puerta y que el duque solicita una reunión, en su despacho nos encontrábamos Siegren, Fiona, Geron, Abel y yo.

Abel: bien, supongo que todos saben acerca de la expedición.

Asentimos esperando que continúe hablando.

Abel: excelente, Fiona y Ana van a partir, pero hacia la capital.

Ana: ¿qué? ¿Por qué no puedo ir a la expedición?

Abel me entrega unos papeles y dice con una sonrisa.

Abel: porque tienes que ir a autorizar por el emperador tu nuevo título, cariño.

Ana:¿qué? ¿Cómo?

Abel: la expedición es para terminar de erradicar a todos esos demonios, pero la guerra está casi terminada, tú te quedaste por más que no debías, mereces ese título. Mocosa, tú tienes que autorizar estos.

Y le pasó los papeles donde renunciaba a la familia Green y él la adoptaba como una Heilon.

Fiona: ¿por qué tardó tanto? ¿La edad lo hace lento?

Sí, así se trataban, se hacían bromas y burlas, pero se preocupaban uno por el otro. Creo que yo iba a derramar unas lágrimas antes que estos dos reaccionen.

Abel: Ni bien terminemos la expedición las vamos a alcanzar, en dos meses el emperador va a hacer una fiesta asique debemos llevar un regalo.

Yo sabía que regalo se venía, así era la parte importante de la trama que había leído, se viene lo interesante...