Casada Por Mí Reino.

_ ¿Qué pretendes hacerme Martina? - dijo Sol Lisbeth metida en la espumosa tina de agua tibia- ¿Qué haces con ese cuchillo en la mano?--

– No es un cuchillo Es una navaja de barbero. Me has pedido que te prepare para tu noche de bodas. Eso hago. ¡Levanta los brazos!-- 

– ¡Eran explicaciones! Comentarios sobre lo que debía hacer. ¿Qué haces?-- 

– ¡Párate y quédate quieta! Porque empezarás a sangrar ya sin llegar a la noche. –

– ¿Es esto necesario hermana? - dijo– ¡puedo apagar la lámpara y no verá mí imagen desnuda!--

– No me hagas reír. El te verá por todos lados. Y tu le verás a él– dijo trabajando empecinada en el cuerpo de Sol.-- Hablando de tu maravilloso Drago se ha ido con la comitiva a la aldea a llevar a su familia a la Posada del Rey.--

– ¿Crees que no regresará a Escitia verdad?--

– Ese no se va más de aquí. Vamos hermana, sécate bien ahora y ponte bálsamo perfumado.-- 

–¡ Pero no me has dicho que debo hacer!-- dijo preocupada Sol–¿ el tema del coito es una sola vez a la noche verdad?--

– Jaja. Muchas veces y será gratificante. –

– Eso no es posible. Tengo que dormir porque debo despertarme temprano a trabajar. –

– Creo que por un tiempo trabajarás en otra cosa.-- dijo– todo lo que tienes que hacer es dejarte llevar. –

– ¿Dejarme llevar?-- respondió –¿ qué diablos significa eso?

– No maldigas hermana. El maestro no quiere maldiciones–siguió explicando- dejarte llevar en el calor de sus besos y sus abrazos. Listo. Ahora ponte la camisa blanca y esperarlo en la cama.--

– ¡Me desmayare! Eso pasará Martina. Cada vez que me besa siento que me desmayo– dijo Sol Lisbeth. Se puso la bata blanca y se perfumó con sándalo. 

– No te desmayaras. Solo subirás al cielo y verás todas las estrellas.--

– ¿Qué dices? ¿Qué significa eso? No te entiendo Martina. –

– Ya entenderás. Allí se escucha el corcel de tu esposo. Me voy– dijo la morena – No grites muy fuerte. - terminó recomendando– 

– ¿Gritar? ¿Por qué?. No me dejes sola hermana….

Pero Martina ya salía apresurada de la alcoba.Vio a Drago llegar apurado. Dejó su corcel y cuando se tropezó con ella, preguntó. 

– ¿No has visto a mí esposa?-- 

– Lo espera en su recamara– dijo Martina – veo que tiene el cabello mojado. ¿Llueve acaso en la aldea?--

– Me he bañado en el mar. – dijo sacándose la camisa – 

Martina observó sus pectorales y pensó que su hermana tendría mucho donde prenderse si se desmayaba. Drago se fue secando la cabeza con su camisa. 

– ¿Qué tanto le miras?-- dijo el moreno que estaba con su pequeño.-- ¿Dónde estabas? Hace rato te espero. –

– Estaba ayudando a mí hermana. Vámonos amor.-- dijo dándole un beso y alzando a su pequeño. 

Subieron a la carreta y su marido la puso en marcha. 

– Si que le estabas mirando –dijo muy convencido.--¿ acaso estás enamorada del marido de tu hermana?

Siguieron hacia la casa de piedra entre charlas, besos y risas. 

Drago estaba nervioso y ansioso. Había llevado a su familia a la famosa Posada del Rey para tener más intimidad con su esposa. Al final de la fiesta consiguió convencer a sus padres y el maestro le acercó un carruaje donde entraban todos. Él los acompañó a caballo. Su padre estaba notablemente convencido que la familia regresaría sola con Morris a Escitia. Pensaba quedarse unos días y conocer la comarca. 

Su madre no opuso resistencia y sus hermanos parecían felices. 

Ahora es el momento se dijo. 

Entró a su recámara y allí estaba su tormento. Tenía una hermosa camisa larga de seda blanca y estaba sin zapatos. 

– Bien- se dijo. Esos pies le habían causado muchos problemas así que empezaría con ellos. 

– Se sentó en la cama y se sacó los pantalones. Los ojos de Sol Lisbeth le miraban asombrados. Luego tomó los pies de su mujer y empezó a besarlos. 

– ¿Qué haces Drago?-

– Calla Sol. - respondió. 

Ella emitía un suave aroma a rosas. Sus piernas eran tan suaves como seda y su boca empezó a recorrerlas. Levantó su bata y se prendió en sus muslos. Sol Lisbeth temblaba. 

Ya empezaba otra vez el fuego a quemarle. 

– Déjate ir. – sentía la voz de su hermana en su oído. Pero Drago avanzaba de sus muslos hacia arriba. 

Y el impacto de su boca fue demasiado grande. Sintió que todo su cuerpo se erizaba. 

– Drago. Drago – empezó a murmurar enloquecida aferrándose a las sábanas porque se desmayaría. 

Y entonces lo vió desnudo sobre ella en todo su esplendor masculino. 

Las sombras de la alcoba dejaban ver sus hombros fuertes y su cintura pequeña. 

Y ya no pudo hablar. Su marido se había prendido ahora de su boca y la besaba con toda intensidad. Sus manos acariciaban sus glúteos desnudos e instintivamente Sol rodeó con sus piernas el cuerpo de su esposo. 

Entonces sintió una fuerza inmensa en su interior y esa fuerza creció mientras el gritaba su nombre.

Y empezó un movimiento sobre ella que le trajo dolor y mucho placer. Un inusitado y desconocido placer que le hacía levantar sus caderas para seguir sumergida en esa ola. 

El seguía besándola y diciéndole palabras de amor. Pero ella no escuchaba. 

– Te llevará al cielo – le dijo su hermana. Intentaba recordar sus palabras pero el cielo ya estaba allí. Sobre ella. Dentro de ella. Y su vientre cobró vida propia con mágicos movimientos. Y entonces Sol Lisbeth gritó. Fue su primer grito de placer como mujer.

Y después del grito vino la liberación para los dos y con ella la paz. Transpiraba, miraba los ojos hermosos de su marido más brillantes que nunca. 

Su corazón latía agitado aún después de esa llegada al cielo. Y una ternura extraña le embargó mientras él acariciaba su boca y ella su cabello. 

Sol Lisbeth encontró el amor. Un amor con mayúsculas. 

– ¿Me amas mí Sol?

– Te amo Drago. – y le dijo convencida. Y ese amor vino a buscarle otra vez esa noche, muchas veces, hasta casi el amanecer cuando agotados se durmieron abrazados.

El amor era grandioso, bonito, delicioso – pensó mientras cerraba los ojos y el sueño llegaba. Alguien trabajará por ella mañana. Sol y Drago tenían otras ocupaciones más urgentes e interesantes.