¿Qué es lo primero que haces cuando encuentras a alguien herido frente tu puerta? Ver si sigue vivo?, llamar una ambulancia?.
No. Lo primero que Michael hizo fue pensar que era lindo.
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CAP 2
Luego de que saliera de su boca esa palabra, observó al hombre de cabellos plateados frunciendo el ceño; parecía como si no hubiera entendido o, tal vez, como si su respuesta solo lo hubiera enfurecido más.
¿Tal vez no debí decir eso? se autocriticó al sentir un aumento de fuerza en el agarre del hombre sobre sus muñecas. Después de todo, no todos los días despiertas y te encuentras en un lugar desconocido, con alguien que no conoces a tan corta distancia.
—¿Mirándome? ¿Quién crees que eres? —preguntó el hombre de cabellos plateados, su tez pálida y mirada fría arrojando una sombra de peligro. Con sorprendente agilidad para alguien en su estado, liberó la cruz que el pelinegro tenía en sus manos. Luego, en un movimiento rápido, rodeó su cuello con un brazo, colocando la base de la cruz contra su piel, brindándole una sensación punzocortante.
El corazón del pelinegro se aceleró. El miedo y la adrenalina surgiendo en oleadas.
—Bueno... quiero decir... ¿qué tal si nos tomamos las cosas con calma? —sugirió, tratando de mantener una voz serena. La presión del metal frío contra su piel le recordó que, efectivamente, estaba siendo amenazado con una cruz. ¿Quién diría que la belleza aún tenía tanta fuerza?
Un silencio tenso se apoderó de la habitación mientras ambos se observaban, la incredulidad y la inquietud brillando en los ojos del pelinegro.
—¿Te parece un juego? —preguntó el hombre, su tono revelando una advertencia. Sintió un pequeño ardor en su cuello; lo había herido. La belleza parecía hablar en serio, definitivamente no volvería a dejarse llevar por una cara hermosa.
El pelinegro tragó saliva, sintiendo cómo la adrenalina corría por sus venas. Su tranquilidad disfrazada se rompió; podía ser alguien poco empático, pero su vida le importaba.
—No, no, absolutamente no. Solo... —tartamudeó, buscando la manera de salir de esta situación. —Soy inofensivo... te ayudé cuando te vi herido y te traje a mi casa —introdujo, esperando ganarse un par de puntos a su favor. Sin embargo, no pareció tener efecto, así que continuó. —Realmente no te haré daño —reiteró, su voz temblando levemente.
Deliberadamente, omitió detalles, nunca revelaría su amor por su cara y su "secuestro". Tenía la sensación de que lo mataría si se enteraba.
Los segundos se habían hecho un poco más lentos en la espera de una respuesta por parte del peliplateado. Fue en ese momento cuando una luz salió de la cruz nuevamente, aunque en esta ocasión dorada y lo rodeó, causando que el hombre lo liberara de sorpresa.
—¡Tú... qué demonios le has hecho a mi amuleto! —gritó el hombre furioso en cuanto desapareció la luz cálida y curativa, causando que el pelinegro girara para observar al hombre detrás de él.
—Nada... absolutamente na... —dijo, intentando girar, estaba por repetir la palabra cuando la cruz se convirtió en un láser y lo atravesó en el corazón. El pelinegro abrió los ojos atónito ante lo sucedido.
Así que moriré? ¿Moriré de esta manera inexplicable y absurda? se preguntó, aunque hubiera estado dispuesto a aceptar los cambios que ocasionaría el hombre, este no era uno de ellos. Sintiendo el calor de su sangre brotando, tocando su cuello y notando que sus manos estaban teñidas de rojo. Tenía tantas dudas, arrepentimientos y muchos quizás que posiblemente nunca se resolverían.
Fue en ese momento, ante los ojos incrédulos de ambos, que la herida cicatrizó a una velocidad asombrosa, al mismo tiempo que el peliplateado se retorcía de dolor.
—¿Un vínculo...? — escuchó exclamar al hombre de cabellos plateados en una mezcla de incredulidad y agonía.