Vendida.

...UNOS MESES DESPUÉS....

Desperté con unas profundas ganas de ir al baño. Me levanté, pero mis piernas me fallaron, cayendo al suelo torpemente.

—¡Uhg! —solté, dolorida.

Mi garganta ardía de dolor. Me llevé las manos al cuello, analizando la situación en la que me encontraba. Esto no parecía un hospital, más bien era una lujosa habitación, como en esos hoteles que veía de pequeña por la tele.

La cama era inmensa; aquí al menos podían dormir tres personas y todavía quedaría espacio para uno más. Había un sofá grisáceo justo al lado, en la parte derecha de la cama, que lucía bastante cómodo. En frente de esta, lo adornaba una pequeña mesilla redonda de cristal de color negro.

Las cortinas estaban abiertas y podía ver las luces de la ciudad a través de la puerta acristalada, que daba a un balcón.

¿Quién me trajo aquí?nSi no recordaba mal, estaba en el sótano de esa casa… y luego el hospital y ahora… ¿Dónde estaba?

¿Qué pasó con mi madre y ese hombre?

—Has despertado. ¿Qué haces fuera de la cama?

Una mujer de cabello castaño claro, vestida con un traje de hospital azulado, se apresuró a levantarme y tenderme de nuevo en la cama.

Debe ser una enfermera.

—Ba...ño… —por cada letra que pronunciaba, mi garganta se sentía terrible.

—Déjame ayudarte —se ofreció.

Esto era muy vergonzoso e incómodo, pero de verdad debía ir o me lo hacía encima. Al regresar, me dejó sobre la cama de nuevo.

—Lugar… —intenté decir.

—No debes forzar tu garganta, tienes que tener cuidado. Tómate esto, te hará bien —me ofreció una taza humeante de color blanco. El olor a miel inundó mis fosas nasales. Intenté beberlo de una.

¿Cuándo fue la última vez que probé algo tan delicioso?

—¡Coff, coff! —me atraganté.

—Bebe despacio.

Hice lo que dijo, bebiendo con cuidado. El sabor era dulce, como era de esperar de la miel, pero también podía distinguir el sabor agrio del limón. Me hizo sentir muy bien, ya no solo la garganta, sino todo mi ser.

—¿Cómo te sientes? —dijo la mujer, empezando a inspeccionarme.

—Du-duele…

—Es normal, sufriste muchos daños físicos. Me sorprendió que siguieras viva —soltó.

No es de extrañar, yo también me consideré muerta desde hace mucho tiempo. Pero ahora necesitaba saber quién me salvó de ese infierno y agradecerle.

—Si quieres comunicarte, usa esto —me entregó un móvil.

Lo miré fascinada. Se veía nuevo. Era la primera vez que tenía uno. Cuando era más pequeña siempre lo deseé, pero nunca lo obtuve. No había dinero para mis caprichos. Moví la cabeza para ahuyentar esos recuerdos.

No es tiempo de indagar en mi pasado. Quería recibir respuestas, así que escribí:

...¿Dónde estoy?...

—Estás en uno de los mejores hoteles de la ciudad.

...¿Cómo es que llegué aquí?...

Seguí con mi cuestionario.

—No puedo responder a eso. Cuando me contrataron, tú ya estabas aquí. Llegué hace un mes.

¿¡Un mes?! La miré con asombro. Eso era mucho tiempo.

—Sí, al menos es el tiempo que llevo cuidando de ti. Quizás incluso lleves mucho más. La manera en que te vi... parecías más una muerta que un ser vivo. ¿Qué te pasó para que acabaras así? —extendió su mano hacia mí, compadeciéndome.

Mi cuerpo se estremeció al recordar todo aquello por lo que había pasado. El frío, el sótano, la oscuridad, el dolor, la hambruna, las palizas que me daban.

—Parece que ya despertó—dijo la voz de un hombre de repente.

Las dos giramos la cabeza con brusquedad en dirección a la voz y al hombre que estaba apoyado frente a la puerta.

Llevaba una camisa de manga larga, negra, que se ajustaba a su cuerpo. Esta estaba desabotonada por el cuello, dejando ver un poco su abdomen. Con unos pantalones del mismo color, su cabello de color castaño oscuro, revuelto, le hacía verse aún más atractivo. Sus ojos azules verdosos me miraban fijamente con una sonrisa que me hizo estremecer.

No me da buena espina.

—Se–señor —tartamudeó la mujer, temblando de miedo, ¿o era nerviosismo? Sus mejillas se veían ligeramente sonrojadas.

—Déjanos solos —ordenó el hombre.

La enfermera salió de la habitación tan rápido que no me dio tiempo ni de parpadear.

—Pensé que estabas muerta.

Se acercó, sentándose en el borde de la cama. Me tensé ante aquel hombre desconocido. Mi mala vida me enseñó a no fiarme nunca de los hombres.

—¿Cómo te sientes? —acercó su mano para acariciar mi mejilla.

Aparté su mano de un golpe, por puro reflejo, pero él ignoró mi gesto violento, colocando un mechón de mi cabello rojizo detrás de la oreja.

—Tienes agallas, eso me gusta.

Aparté mi rostro de sus manos, esta vez con menos brusquedad, alejándome todo cuanto pude y lo que nos permitió la cama. Tomé el móvil, empezando a escribir con manos temblorosas.

...¿Qué quieres de mí?...

...¿Por qué estoy aquí?...

...¿Fuiste tú quien me trajo aquí?...

—Relájate, tantas preguntas innecesarias. Las responderé cuando quiera.

...Pero necesito saber....

Su semblante, que parecía animado, se tornó un poco perturbador. Me quitó el móvil de las manos y con su otra mano me obligó a mirarlo.

—Soy quien da las órdenes aquí, recuérdalo.

—Quiero… irme... —susurré, conteniendo las lágrimas que estaban por salirse.

—Pobre niña tonta, no tienes idea de la situación en la que te encuentras, ¿verdad? —repentinamente rompió a reír con una gran carcajada.

—¿Sabes qué es esto? —dijo, enredando sus dedos en un colgante que llevaba en el cuello.

Hasta ahora, no me había percatado. Estaba tan concentrada en obtener información que ni me di cuenta del collar tan extraño. El colgante tenía espinas plateadas que se enredaban alrededor de una gema muy brillante de color azul.

—Esto simboliza que ahora mismo me perteneces —explicó.

—¿Qué… qué..? —parpadeé.

¿Acaso escuché bien?

—Así es, querida —tiró de aquel colgante, provocando que nuestras frentes se chocaran.

—No… puede… ser…

—Créelo, me costaste mucho dinero. Parece ser que esa mujer estaba desesperada por deshacerse de ti. No te preocupes, entiendo muy bien lo que es ser una carga para tus padres.

Llevé mis manos a mi boca sin poder creer en la barbaridad que dijo.

¿Vendida? Mi madre… ella... ¿me vendió a este hombre?

No lo podía creer. Debía ser todo una mentira, una gran mentira.

—¡No..! —grité, desgarrando mi garganta en el proceso, estallando en llanto, sin poder creer en sus terribles palabras.

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Comments

💜Anali🔗

💜Anali🔗

a esa cosa se le dice madre aguanta la vendieron y ahora que ....

2022-03-03

0

Maria Lozada

Maria Lozada

bruja

2022-02-08

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Diana Gabriela Díaz Gutiérrez

Diana Gabriela Díaz Gutiérrez

Esa cosa no merece llamarse madre

2021-08-09

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