Efímero.

El tiempo pasó, y así llegué a mis dieciocho años. Una edad que se dice, que uno de hace adulto, pero sentía que mi madurez la había alcanzado desde los doce.

Poco a poco me fui acostumbrando a mi nueva vida. Pensé que iba a mejorar, pero fue más de lo mismo. Mi madre y si esposo decidieron ahorrar dinero al no contratar un servicio de limpieza, asignándome a mí la tarea de limpiar la enorme casa. Si no lo hacía, me quedaba sin comer.

—Derek—lo llamé desde la cocina un día, esperando poder hablar con él.

—¿Qué quieres?—respondió desde el salón.

—¿Podrías hablar con mamá sobre esto? No puedo seguir así.

—No me metas en tus problemas, niña. Haz lo que te toca y no te quejes— contestó, sin siquiera mirarme.

Derek, mi padrastro, el hombre que se suponía que iba a cuidar de mí, me dijo que lo llamara papá y me llenó de palabras bonitas para ganarse mi confianza. Sin embargo, en estos momentos no hacía nada para protegerme. Simplemente observaba cómo mi madre me maltrataba e incluso la incitaba a hacerlo. ¿Por qué digo esto? Porque cuando estábamos a solas, me trataba bien, me daba comida, dulces y todos los lujos que una chica de mi edad podría desear. Pero, cuando mi madre regresaba a casa y le contaba sobre estos regalos, él lo negaba con descaro, provocando que ella me golpeara tanto física como verbalmente.

—¿Por qué le dijiste a mamá que me diste esos dulces?—le pregunté una noche.

—Porque es la verdad—dijo, sonriendo con una falsedad que me revolvía el estómago.

—¡Pero no es verdad! Tú me los diste. ¡Sabes que mamá no me cree!— respondí, frustrada.

—Es tu palabra contra la mía, pequeña. Mejor aprende a jugar bien tus cartas—dijo, dejándome sola con mi enojo.

Cuando él observaba aquella “injusticia”, se apresuraba a defenderme, tratándome de forma cariñosa y provocando en mi madre unos celos irracionales hacia mí.

—¡¿Por qué la defiendes siempre?!—gritó mi madre un día, después de que Derek intervino.

—No lo entiendes, cariño, es solo una niña—respondió él, acariciando mi cabello como si fuera una muñeca rota.

No quería ser el saco de boxeo de nadie, así que me alejé tanto de él como de ella. Solo hacía lo que me pedían para no ser molestada y que me dejaran en paz. Sin mencionar que tuve que soportar las continuas miradas lascivas y los roces "accidentales" de Derek.

Una tarde, no me encontraba muy bien. La fiebre aumentaba a pesar de mis intentos por bajarla. Supongo que algunas cosas no funcionan sin medicamentos. Mi estado se lo debía a mi madre, quien, en una de nuestras muchas peleas, me tiró agua helada y me sacó fuera de casa al aire frío, provocándome un resfriado.

—Deberías estar agradecida— dijo ella fríamente, mientras me observaba temblar.

—Agradecida por qué, ¿por estar enferma?— pregunté con sarcasmo.

—Por no echarte a la calle de una vez por todas— respondió antes de darme la espalda.

A pesar de sentirme tan mal, debía limpiar o, de nuevo, me quedaría sin comer ese día.

—Ey, pequeña —me llamó Derek.

—¿Qué quieres? —respondí sin mirarlo.

—Ven aquí, necesito hablar contigo.

Me dices así, cuando claramente no me miras de esa forma. ¡Qué hipócrita! Pensé molesta.

—Estoy ocupada, dímelo desde ahí.

—No, ven aquí ahora mismo —ordenó con impaciencia.

Estaba a los pies de las escaleras, con el cabello revuelto y bostezando, vestido solo con unos calzoncillos. Tenía un cuerpo decente, pero solo me causaba repulsión compartir el mismo espacio con él.

—¿Dónde está tu madre? —quiso saber.

—No lo sé —respondí con sequedad.

¿En qué momento me convertí en la niñera de mi madre?

Bajó las escaleras con total indiferencia, pasando de largo, pero no sin antes rozar su hombro con el mío, por supuesto “sin querer” como siempre. Decidí hacer como si nada, como era de costumbre.

Seguí con mis labores, evitando minuciosamente estar en el mismo espacio que él. Cuando se acercaba a la sala de estar, me dirigía a la cocina, y cuando regresaba a la cocina, iba al comedor.

—Oye, ¿me estás evitando?

¡Claro que lo hacía! ¿Acaso no es obvio, maldito desgraciado?

—No —mentí.

—Entonces, si no es así, ven aquí —ordenó de nuevo.

Me hice la loca, ignorando sus palabras y seguí con lo mío.

—¿Estás sorda o qué? Te dije que vengas.

Si crees que voy a dejar que me atrapes para meterme en más problemas, es que eres un idiota.

—Si quieres decirme algo, puedes hacerlo desde donde estoy. No es necesario que vaya hasta ti.

—Parece que te has vuelto más arrogante desde que no eres una…

—Si no tienes algo que decir, entonces me marcho —lo interrumpí a mitad de oración, dándole la espalda.

—¿¡Quién te crees que eres?!

Tiró de mi brazo con fuerza, acorralándome contra la pared, colocando mis manos detrás de mi espalda e inmovilizándome por completo. Forcejeé para liberarme, pero me tenía bien agarrada.

—¡Suéltame! —vociferé.

—Oye… shh, para ser alguien que vino de la miseria, eres muy engreída —susurró cerca de mi oído.

—¡Nadie te pidió que nos ayudaras! —espeté.

—¿En serio? Tu querida madre no estaría de acuerdo.

Pegó su cuerpo más a mí, dejando caer parte de su peso, haciéndome imposible moverme.

—Déjame ir, por favor —supliqué, intentando que no se notara en mi voz lo aterrada que estaba.

No debía flaquear ante él, que era exactamente lo que deseaba.

—Sabes… —susurró mordiendo mi oreja.

Mi cuerpo se puso rígido como una piedra, expectante.

—Cuando te vi por primera vez, sentí mucha lástima e intenté empatizar contigo. Una pobre niña desgraciada que sufría los abusos de este mundo cruel.

Una de sus manos se deslizó por mi cintura, clavando sus dedos en mi piel. Mordí mi labio con fuerza, soportando el dolor.

—Pero a medida que fuiste creciendo, desarrollándote, pensé que estaba llegando la hora de recompensármelo, ya que gracias a mí, tú y tu madre viven muy cómodamente.

Deslizó la mano por debajo de mi camisa, elevándola ligeramente mientras seguía diciendo aquellas repugnantes palabras.

—Maldito depravado, juro que…

Las puertas de la casa se abrieron y apareció mi madre, como siempre, con un par de bolsas en cada mano. Me preguntaba en qué momento se ponía todo lo que compraba.

—Pero, ¿qué…? —mi madre nos miró a ambos.

Su cara comenzó a tornarse cada vez más roja. Las venas y arrugas que ocultaba con maquillaje y correctores empezaron a hacerse notar. Sí, estaba más que furiosa. Incluso la palabra "furiosa" se quedaba corta.

Como la mierda de persona que es, mi padrastro me soltó y corrió hacia mi madre como un perro miserable en busca de la consolación de su amo.

—No es lo que parece, cariño —se excusó, arrodillándose a los pies de mi madre.

—¡¿Entonces, qué se supone que es?! —gritó mi madre, colérica.

—Ella fue quien me sedujo. Intenté detenerla, quería hacerla entender que como su padre no podemos tener ese tipo de relación…

—¡Mentira! Fue él quien siempre me molesta, siempre se insinúa conmigo —lo interrumpí, indignada.

—No lo niegues, me dijiste que dejara a tu madre para estar solo contigo. Parece que el amor que le estuve dando la confundió de alguna manera —aseguró, mirando a mi madre con puro pesar y dolor.

Este hombre debería dedicarse a la actuación. Todo lo que me estuvo haciendo durante años lo transformó en un arma para atacarme. Miré a mi madre con lágrimas en los ojos, esperando en vano que por una vez me creyera a mí y no a él. Pero su semblante cambió y se lanzó sobre mí, dándome una bofetada tan fuerte que casi caigo al suelo.

—¡Maldita perra! ¿¡Así es como te crie?! Con todo lo que hice por ti.

Apreté aún más los puños. Miré al hombre que estaba detrás de ella, en su cara se veía claramente una sonrisa maliciosa. No lo pude aguantar más.

—¿¡Qué es lo que has hecho por mí, madre?! ¡Nunca has hecho nada por mí! Solo te preocupas por ti misma—me encaré con ella de igual forma.

Mi madre se sorprendió, por un momento por mi arrebato, era de esperar que no se imaginara que reaccionase, pero recobro la compostura pocos segundos después, agarrándome por el cabellos tirando de el.

—¡Puta desagraciada! ¿quien crees que te dió todo lo que usas y comes? maldita ingrata.

—iTu nunca me diste nada mamá! siempre me has abandonado, desde que papá murió ¡lo único que te importó fue, a que hombre llevarás a la cama para que pueda pagar tus gastos!—las palabras salieron de mi boca antes que pudiera procesarlas.

—¿así piensas de tu madre? ¡entonces veremos cómo vives sin mí de ahora en adelante!—tirando de mi cabello, me arrastró por toda la casa, hasta la puerta principal, echándome a la calle cual perro fuese.

—¡debí haberte matado el día que esa cosa repugnante murió!— sentenció mirándome por última vez con frialdad, cerrándome la puerta en la cara, abandonandome complemente, en la helada noche de invierno.

Más populares

Comments

Jahzara Zafra & Kotaro!!

Jahzara Zafra & Kotaro!!

?? que palabra es esta, que significa?🤔

2022-12-06

1

Maria Lozada

Maria Lozada

esa mujer no merece llamarse madre, y un malparido x marido que tiene

2022-02-08

3

Diana Gabriela Díaz Gutiérrez

Diana Gabriela Díaz Gutiérrez

Dios como odio a esa maldita y al perro pulgoso que tiene por marido...

2021-08-09

0

Total
Capítulos
Capítulos

Updated 57 Episodes

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play