PISTA DE ATERRIZAJE

No sentí en que momento me quedé dormida, abrí los ojos al tiempo en que Leo me recostaba sobre mi cama.

—¿Qué pasó? ¿A qué horas son? —pregunté.

—Te quedaste dormida en mis brazos, son las dos de la mañana.

—¿Tanto tiempo duró la película?

—No, la verdad me dediqué a contemplar tu bello rostro cuando me di cuenta de que te quedaste dormida.

—¿En serio?

Leo se sentó en la orilla de la cama para acariciar mi rostro. Compartimos un pequeño instante de miradas, mi novio secreto me besó una vez más.

Las cosas se salieron de control en segundos, Leo arrastró su mano sobre mi pierna izquierda. Un botón que permanecía apagado se encendió de pronto, provocado que mi deseo físico ardiera en llamas.

Le quité la playera, acaricié su pecho musculoso. Leo mordía sus labios mientras mi dedo recorría sus brazos desnudos.

Sentí vergüenza cuando me despojó de la sudadera de corazones que arropaba mi escaso pecho. Ni siquiera usaba sosten, en su lugar tenía un corpiño rosado que me hacía ver más como una niña.

Quería que me tragara la tierra, estaba roja como un jitomate. Leo sonrió con ternura, no parecía estar decepcionado.

—Estás preciosa —comentó acariciando mi pecho plano.

No dije nada, cerré los ojos y me dejé llevar por sus besos. Nunca había estado con un hombre, pero el besaba mi cuello y mi piel de una manera muy sensual. Como sí hubiera nacido para hacer esto.

—¿Cómo te gusta? —preguntó entre suspiros.

—No sé… es mi primera vez —dije con timidez.

—¿En serio?

—Sí.

Leo sonrió y bajó la intensidad del roce de sus manos contra mi piel.

Cambió en automático su modo apasionado por uno más tierno y romántico.

Sacó un condón de su cartera y me amó sobre la cama de Jason.

Tuve que tomar una ducha después de lo sucedido, le había entregado mi primera vez y era necesario hacerlo.

Leo parecía estar feliz, fue muy dulce en la ducha. Me acariciaba y me llamaba hermosa en todo momento.

Tenía ganas de contarle todo a la única amiga que me acompañaba en Monterrey, pero era muy tarde y no respondería. Tiene el sueño muy pesado.

—Traté de ser lo más romántico que pude, espero no haberte lastimado —dijo mientras enjabonaba mi espalda.

—No lo hiciste, fuiste muy dulce.

—¿Entonces por qué tienes esa cara? Pareces desilusionada.

—No lo estoy, simplemente jamás pensé que pudiera gustarte.

—¿Por qué no? Eres muy bonita.

—Eso solo lo dices tú, ya viste, yo no tengo nada que llamé la atención.

—Yo no me fui por tu físico, si no por tu hermosa sonrisa.

—Eres tan lindo, por eso no me lo creo.

—Pues cree en mí, eres hermosa y me gustas tal y como eres.

—¿Qué vamos a hacer? No te puedo tomar la mano frente a todos, y Jason siempre quiere que esté encerrada en su habitación. Parece mi madre, por lo visto hui de una situación complicada para entrar a otra. Lo único que me proporciona alivio es saber que ahora estás a mi lado.

—Va a ser dificil, pero no imposible. Todo es cuestión de que sepas…de que sepas la verdad.

—¿Cuál verdad?

—No soy yo quién deba decirlo, espera a que Jason lo haga.

—Eres mi novio y puedes confiar en mí. No le diré nada a Jason, esperaré en silencio a que él lo haga.

—No puedo, mejor salgamos de la ducha y vayamos a dormir un poco. Tus ojos van a estar cansandos y Jason podría sospechar algo.

Salimos de la ducha y cada quien se fue para su habitación, Lucas lloraba y Leo tenía que hacerse cargo de él.

Después de esa noche, Leo se volvió solo mío. Eso pensé estúpidamente, era una adolescente enamorada por primera vez.

Tal como dijo Leo, estaba cansada y no pude despertar temprano. Jason me empujó hacia la pared cuando llegó. Tenía aliento a licor y se veía cansado. Ya no pude dormir con su rostro casi pegado al mío, su exhalación con aroma a tequila me parecía desagradable.

Me levanté y salí para desayunar.

Jorge estaba en su habitación, Damián se daba una ducha y Leo cargaba a Lucas mientras intentaba prepar su biberón.

—¿Me ayudas a sostener al bebé? —preguntó Leo.

—Sí, mejor no. Yo preparo el biberón.

—Gracias —sonrió.

Preparé el biberón siguiendo con precisión las instrucciones de Leo. Me dio un beso en la mejilla cuando terminé. Me daba miedo y alegría a la vez. Estaba más que enamorada de ese chico tan guapo.

La leche se había terminado, no había salido del departamento desde que llegué. No sabía donde estaba la tienda y Leo estaba ocupado alimentando a su bebé.

Me daba pena decir lo que ocurría, ni siquiera tenía dinero y no podía exigir leche para mi desayuno.

Gracias a dios, Damián salió de la ducha y se acercó a la cocina para desayunar.

—Ya no hay leche —comentó.

—No —dije con timidez.

—Vamos a la tienda —dijo Damián.

—¿Yo? —pregunté.

—Sí, no te voy a morder —aseguró sonriente.

Sus palabras me hicieron recordar lo de anoche, lo mismo me había dicho Leo antes de mirar aquella película que me llevó a entrar en una relación furtiva.

—S-s-sí.

—No pongas esa cara, niña. Solo vamos a la tienda, ni siquiera sabes dónde está. Es mejor que conozcas el vecindario para que al menos sepas donde vives.

—Sí.

Miré a Leo con la esperanza de que se ofreciera a venir con nosotros, pero no dijo nada. Sonrió y bajó la mirada.

Me aventuré a salir con Damián, me sentía extraña caminando a su lado. Él era bastante alto, y yo parecía una pequeña hormiga asustada.

Las chicas que hacían ejercicio en el parque que estaba a lado del mini super lo miraban entre sorisas coquetas. Damián hizo más bochornosa la situación después de abrazarme por el cuello.

—¿Qué haces? —le pregunté.

—Ayúdame, la chica del pants rojo me gusta mucho.

—¿Y por eso me abrazas? ¡Vaya forma de llamar la atención de esa chica!

—Si se acerca a saludar, tú dices que eres mi hermana.

—¿Ok?

Entramos al mini super y Damián compró leche, pan, huevo y gelatina.

—Elige algo que te guste, yo invito.

—¿Ok?

Elegí un paquete de galletas y un yogurt de fresa, él pagó la cuenta y salimos del mini super.

La chica del pants rojo se acercó a nosotros.

—Qué hay —dijo Damián.

—¿Vas a ir a la fiesta de Cecilia? —preguntó ella mientras me examinaba de arriba hacia abajo con la mirada.

—No lo sé, ¿tú vas a ir?

—Sí, mi novio Sebastián me va a acompañar.

—¿Tu novio? Sebastián es un imbécil.

—Lo sé, pero es sexy.

—No más que yo.

—No importa, el me gusta mucho.

—Pues bien por ti, tal vez vaya con mi novia Less.

¿No qué era su hermana? La situación se volvió más que bochornosa. Damián me sujetó por la cintura con fuerza mientras se miraban mutuamente como un par de contrincantes sobre un ring de box.

—¿Tu novia? Si luce más como tu hermana menor.

—Less es más que mi novia, de hecho, hasta vivimos juntos.

¿Queeeeé dijo? No tenía derecho de usarme de esa forma. ¿Qué iban a pensar de mí? La chica del pants, Paty, realmente se veía molesta conmigo.

—Es una locura, haré como que te creo —dijo ella.

—¿Locura? ¿Por qué? Ella es muy hermosa.

—Me doy cuenta de que mientes porque ella no es el tipo de mujer que te gusta. Ni siquiera tiene chiste. Es chaparrita y tiene cuerpo de pista de aterrizaje, plana por enfrente y por atrás.

Sus palabras me hirieron el ego, ya no solo estaba en guerra con Damián, sino conmigo también. ¡Maldita bruja oxigenada!

—Aún así, ella es mejor que tú porque no es una zorra —Damián me soltó de pronto y me besó con brutalidad.

Paty, sonrió escéptica y se dio la vuelta.

—¿Qué haces, imbécil? —dije llorando.

—Lo siento mucho, no quise usarte de esa manera.

—Pude habe dicho que era tu hermana sin ningún problema, pero esto no. Ella me insultó por tu culpa.

—Lo sé, perdóname por favor. Te compraré lo que quieras, pero ya no llores.

—No me puedes compensar con dinero, ésta humillación no te la puedo perdonar.

Corrí hasta el departamento, llorando y maldiciendo al viento. Damián era un completo idiota. Tenía ganas de correr y acusarlo con Jason, o tal vez, con Leo.

Al llegar al departamento me di cuenta de que no traía llaves, no quise tocar la puerta. Limpié mis lágrimas y traté de controlar mis impulsos de coraje. No quería ser enviada de vuelta a Monterrey, y menos ahora que Leo era mi novio secreto.

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