Capítulo 1

—¡Vamos Samanta! — dice la chica señalando el salón de clases.

—¡Voy detrás de ti! — le digo con toda la calma del mundo, no quería que me presionara por llegar a clases.

—Eres muy lenta, así también lo serás en el sexo— me mira con su sonrisa pícara y burlona.

Al llegar a nuestra clase note que había compañeros nuevos en mi salón, no me sentía rara; de todas formas, yo venía a estudiar, no a agradarle a nadie.

Sentí como varios de mis amigos me veían tan cambiada, en especial Julián, uno de mis mejores amigos, de esos con los que puedes contar sin importar las circunstancias, era un hombre de los que pocos se encontraban o eso pensaba yo.

Me senté en la silla justo al lado de mi amigo y nos pusimos a hablar por unos minutos hasta que llegó una de mis amigas que se encontraba con su novia.

A los pocos minutos que ella entrara, vi al maestro pasar y tomar asiento, preguntó: ¿qué salón son?, Todos le dijimos que éramos once grado y este nos dio órdenes del taller, por lo general me gustaba hacer los trabajos en grupo o en compañía, pero no sola.

—El día de hoy, — comienza el barbudo —deben de hacer una cartelera alusiva a la paz.

Mire a mis amigos con cierta expresión para que todos entendieran que haríamos juntos la cartelera, podía ver que cada compañero tenía su grupo de amigos, siempre había grupos los más populares y los que no lo eran.

—¡Yo pondré los grupos! — dice el profesor.

En ese momento mi cara pasó de ser una niña buena, a una niña amargada, pues no era nada normal que el maestro cambiará de parecer. Muchos de mis amigos susurraban cosas como: Hoy no lo atendió la mujer. No paraba de reír, además esas insinuaciones eran más que reales.

—La actividad deben entregarla antes de las 8:00 de la mañana— nos dice el hombre.

Todos asentimos e hicimos cada actividad, al final yo le entregué mis tareas pendientes al profesor.

—¿Por qué no viniste durante la semana pasada?

—Estoy enferma— le respondo.

El profesor me señaló un puesto desocupado, me senté y empecé a escuchar cada palabra dicha por él, a la vez me dolía el alma, pues a nadie le había contado de mi enfermedad y no quería que por casualidades de la vida todos se preocuparan por mí.

—¿Cuánto tiempo?

Un silencio inundó la habitación, pues el maestro no lograba entender lo que yo trataba de decirle. ¿Cuánto tiempo no podría ir a la escuela por unos exámenes y tratamientos?, al parecer debía de pasar mi situación a la escuela para que cada uno de ellos me dijeran que hacer con mis estudios, aunque tenía claro lo que quería para mi vida.

[Momentos Después]

Fui al recreo y allí estuve con mis amigos, jugamos, charlamos y al final terminamos llegando tarde a clase. Mi amiga había llegado más tarde a la evaluación y yo no la había presentado, me habían mandado a la rectoría.

—Sabemos tu caso— dice la maestra con sus manos en la mesa, aquellas no paraban de moverse y, en vez de mirarla a ella, miraba sus manos blancas y pequeñas.

—Me esforzaré— le digo a la maestra.

—No sabemos si tú puedes dar lo mejor de ti— me dice francamente, porque ni yo sabía si podía dar lo mejor de mí y si en realidad yo podía con todo esto.

—Yo tampoco— le digo un poco graciosa.

Esto hizo que la profesora se enojara y mandará a citar a mis padres, la verdad no le veía nada de malo, entendía que se preocupaban por mí.

—Mire— me acerco a la maestra y tomó el papel, miro el día y la fecha en la cual necesitaba a mi madre, la verdad no quería decirle; pues mi madre necesitaba trabajar y a mi padre lo odiaba.

—Bueno— respondo.

Salgo de la sala y voy a mi casillero, saco mis medicamentos y los tomo, al poco rato veo como mi amigo se acerca y me ayuda con mis cuadernos, me veía muy incómoda y gracias a él pude sentirme sin carga alguna.

—¿Cuánto llevamos de amistad?

Yo le miro frunciendo el ceño, pues durante nuestro recorrido de amigos jamás nos habíamos hecho esas preguntas y menos por querer reírnos o platicar de algo más serio.

—No me acuerdo— le digo tomando mi maleta y cerrando mi casillero.

Se notaba que algo de lo que yo había dicho le había enojado, porque en varios chistes que yo le contaba en ninguno se reía, aparte de que ambos nos entendíamos, peleábamos y nos hablábamos como amigos, para mí era muy normal, me sentía bien con él y además él me conocía tan bien.

A veces no llego a pensar que fue el:

«Secreto de mis ojos».

Al poco rato de volver de mis pensamientos, vi a mi amigo mirándome a los ojos, sus cejas fruncidas y con ganas de esperar una respuesta alguna de mí.

Yo pude contemplar cada instante de él, podía detallar cada mueca, cada sonrisa, cada lágrima, cada mirada, cada beso en mi mejilla, en aquel momento yo lo contemplaba a él y él a mí.

—¿Qué dices? — me pregunta de nuevo el chico.

Yo no sabía que responderle ya que ni siquiera lo había escuchado, yo estaba en mis pensamientos y solo me hablaba a mí misma, si yo no le decía algo se enojaría, y más si le pedía que me volviera a repetir lo de antes.

—No entiendo— le digo como para romper el silencio que había entre nosotros.

Él no me miró de hecho hizo un puchero, le enojaba volver a repetir lo mismo, así que esperé a que él se calmara, solo pude escuchar ese susurro que ni yo sabía si era verdad.

«Tú eres el secreto de mis ojos».

Nota de la autora:

Hola a todos.

Les traigo esta nueva historia llena de mucho amor, espero les guste y nos vemos en otro capítulo.

Besos.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play