[Dos meses después]
Había dejado de ir a la escuela pues mi salud había empeorado, me enfermé y tuve que estar hospitalizada esos días, mis amigos estuvieron aquí junto con mis padres.
—¿A dónde se encuentra la consentida de papá? — empieza a preguntarme mi padre que se acercaba a la habitación del hospital. Yo parecía una niña pequeña como le respondía y le agradecía por cada sacrificio que él hacía por mí, al igual que mi madre.
—Aquí—susurro y estiró mis manitas para que él se acercara y me abrazara.
Note cómo las enfermeras rodaban los ojos, pues les decían a mis padres que yo era muy consentida, y por tales motivos seguía en la ilusión de recuperarme.
[Minutos antes]
[Mamá Samanta]
Había llegado a mi casa, tome las cosas de mi hija y las guarde en la maleta, mi esposo se veía cansado, pero no le importaba como estaba; ahora lo único que le importaba era cuidar de sus hijos y por eso siempre me sentía orgullosa de mi esposo e hijos.
—¡Debemos irnos o no nos dejarán entrar! — le digo a mi esposo que no le llevará todo el armario a mi hija.
[Papá Samanta]
Juntos salimos de la casa y nos dirigimos al hospital, nos había tocado bañar a mi hija ya que en estos hospitales no lo hacían, mi esposa lo hizo, al salir con mi hija espere a que la peinara y después de tanta demora, entre a la habitación del hospital.
Samanta siempre había sido alguien graciosa y chistosa, utilizaba su enfermedad para hacer chistes y con ellos hacía reír a muchas personas, aunque no me gustaba que lo hiciera, ella se divertía con ello.
[Samanta]
—¿Cómo te sientes? — me pregunta mi padre.
—¡Quiero salir del hospital! — le digo a mis padres para que vieran que me sentía mejor, necesitaba salir de esta rutina y estos medicamentos.
—¿Te parece si salimos mañana? — me dice mi padre.
Yo acepto, pues necesitaba salir de aquí, y además quería pasarla con mi hermano también necesitaba estar en la escuela.
[Narrador Omnisciente]
Deben salir— La enfermera había pedido a sus padres que salieran ya que las visitas habían terminado, así que ellos se despidieron de su hija y ella quedó sola una vez más.
Eran las 10:00 de la noche y Samanta decidió salir de su cuarto. Todo estaba en absoluto silencio, únicamente se escuchaban a los enfermos, ella llevaba sus medicamentos para tomarlos más tarde y para que no le diera mareo y tuviese que ir a exámenes.
Ella se percató de que ningún doctor la viera, parecía una chica que se escondía, y justo cuando a ella le estaba gustando el juego alguien la interrumpió.
—No debes esconderte— susurra un chico que estaba en el ascensor.
Ella lo fulmina con la mirada ya que este chico se veía muy enfermo, peor a como lo estaba ella, esta chica se sostuvo de la baranda y miró al chico tratando de saber lo que estaba pasando.
[Samanta]
—¿Que necesitas para seguir con tu vida? — le pregunto con querer saber si en verdad necesitaba algo o se hacía el enfermo.
—Necesito un corazón— dice mirándome a mis ojos.
Odiaba que me miraran a los ojos, cuando lo hacían sabía que de una forma u otra sabrían mis secretos, y por esa razón no lo mire a los ojos por más que quisiera leer los secretos de él, me negaba a que él leyera los míos.
—Ahora tú— me dice el chico con una sonrisa y sus ojos pícaros.
De lo que él me había dicho no paraba de reír, se veía un chico muy amigable, honesto y de muchas buenas cosas que podía verle.
Él no apartaba sus ojos de mí, así que terminamos hablando de muchas cosas y terminamos haciendo bromas, preguntas y chistes hasta que llegó la madrugada y ambos tuvimos que irnos a dormir, por más que quisiera seguir escuchando a este chico, no podía.
—¿Por qué no me habías dicho? —le digo a él; se veía que mi cara estaba algo enojada, porque ni él me miraba.
—Jamás lo hubieras creído—Susurra él.
Nos quedamos en silencio hasta que yo me fui del ático y bajé a mi habitación. Al llegar vi a la enfermera gruñona, no me dijo nada porque sabía que me aburría estar en el médico.
Aparte de que era una enfermera gruñona, sabía que ella me quería y me entendía, la miré y le mostré una sonrisa, ella me extendió el medicamento y lo tomé. A los pocos minutos me acosté en la cama, mire el reloj que apuntaba las 3:00 de la mañana; luego de eso mire al techo y a la puerta, escuchaba como entraban personas que iban a tener bebes y otras que habían tenido accidentes fatales.
Al mirar el techo, me puse a pensar en todo, en cómo mi vida había cambiado, en cómo preocupaba a mi familia, en donde todo estaba enfocado en mí y no en mi hermano, en como trataba que mis padres le dieran más importancia a él que a mí, en donde les pedía que cuidaran a mi hermano de 2 años, él aún no se quejaba, aunque sabía que más grande me echaría la culpa de no poder salir a jugar con mis padres y no recordar una buena infancia, pues ellos se la pasaban conmigo, prácticamente yo les había robado el tiempo a mis padres, y al final era cierto.
Luego me puse a pensar en el chico de la escuela al igual que el chico del ascensor, y llegué a pensar que había sido una tonta pues durante este tiempo había tenido pistas y adivinanzas, nunca había entendido lo que ellos trataban de decirme y ahora qué me pongo a pensar pude entender que ambos chicos eran uno solo y que mi amigo era el chico que también necesitaba un trasplante.
Continuará....
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