La chica tembló en su lugar y las lágrimas se deslizaron lentamente por sus mejillas, el mayor se fue dejándolos solos, Daniel la abrazó mientras ella lloraba, sabía que estaba asustada, él sentía lo mismo, la situación que estaban viviendo no era para menos, era revivir sus peores momentos.
Tres años antes habían creído que por fin dejarían todo eso detrás, que estarían a salvo, Samuel, el tío del joven, los había ayudado a escapar, les había asegurado una identidad nueva, dinero en cuentas del banco, un lugar propio donde quedarse, contactos suficientes para que pudieran tener algo con lo que empezar; sin embargo, no pudieron saber mucho de él después de la huida, meses más tarde, no tenían ninguna noticia de él, estaban asustados creyendo que llegarían por ellos, pero eso no sucedía y de a poco ambos conseguían hacer su vida.
Lira se había graduado antes del escape, puesto a que no le habían negado la educación gracias a la presión que hizo el subdirector, él se había encargado de enseñar a la joven, lograr que aprobara con honores, se había encargado de cuanto pudo para darles herramientas. Samuel no había dudado en salvarlos, incluso cuando eso podría bien costarle su propia vida. Ahora el miedo a que le hubiesen hecho algo por salvarlos estaba patente, intentaban negárselo, pero ambos conocían a Silver y sabían de qué era capaz.
—Lira... Nos iremos de aquí, encontraremos la forma, te lo juro...— Murmuró él en el abrazo; sin embargo, ambos sabían que eso podría ser imposible, su primer escape había sido gracias a la confianza que tenían hacia ellos. Era probable que no volvieran a tener una oportunidad tan buena como aquella, además Silver no era idiota, ordenaría vigilancia para ellos las veinticuatro horas del día con tal de evitar un nuevo escape.
El chico se preguntó dónde estaba su tío, Samuel Blake, él era el subdirector del sitio y quien les había dado los códigos y el horario para escapar, era quien siempre intervenía a su favor y quien le había dado los contactos necesarios para sobrevivir luego de escapar. Sin él no habría sido posible nada de lo que habían logrado. Hacía años no sabía nada de él y eso lo preocupaba, su tío sabía cuidarse, pero Silver era impredecible. Aún recordaba la noche en que todo se destruyó, y tiempo después enterarse del suicidio de su madre. No quería pensar en perder lo poco que le quedaba.
Ninguno quería dormirse, se sentían inseguros al estar de nuevo allí. Sin embargo, ya era tarde en la noche, la joven había gastado mucha energía al usar sus poderes para curarlo, así que quedó dormida poco después sin poder evitarlo, murmuraba en sueños mientras él la abrazaba, estaba teniendo pesadillas, temblaba entre sus brazos. Intentó calmarla y finalmente lo consiguió luego de un rato.
Él se quedó despierto a su lado, esperando que nadie se atreviera a entrar. Suspiró recordando los últimos tres años, había tenido cuidado de ser indetectable, su propio tío se había encargado de lograr que fueran invisibles, no vivían tan cerca de la ciudad, sus tarjetas, la propiedad, incluso sus identidades eran distintas, era prácticamente imposible que los hubieran hallado. Y, sin embargo, allí estaban, atrapados.
Habían sido tres buenos años, lejos del dolor de las pruebas, del encierro. Habían sido libres por fin, la chica había podido dejar de utilizar sus poderes e intentar hacer una vida normal, la había llevado a los sitios que siempre le prometió que iba a enseñarle cuando ella era niña. Empezaron a salir luego del escape y habían mantenido una vida tranquila juntos, Lira era desde siempre una amante de la escritura, habían pasado noches juntos pensando en ideas para sus historias, o escuchándola para darle su opinión.
Deseó poder volver a esos momentos donde podían creer en que al día siguiente todo estaría bien y creérselo, pensar que nada pasaría y que el dolor era un recuerdo lejano, pero, estaban atrapados en su peor pesadilla, habían vuelto al laboratorio. Y las heridas que aquello conllevaba no serían fáciles de superar, aún luego de tres años ambos despertaban más de una vez cubiertos en sudor frío y llorando por las pesadillas. Era difícil de creer que habían irrumpido en su casa con armas para arrebatarles aquello que tanto tiempo y esfuerzo les había costado. Aún quería e intentaba considerar que era un mal sueño y que despertaría en su casa, acostado junto a Lira, que aún tenían su vida y que eso sólo era una pesadilla causada por el temor.
Dejó un beso suave en los labios de la chica y la abrazó. En algún momento de la noche se quedó dormido junto a ella, abrazándola, deseaba que todo fuera una pesadilla. Despertar en su habitación junto a ella aún dormida, poder despertarla con algunas caricias haciéndola sonreír, empezar el día diciéndole cuánto la amaba, preguntándole qué quería para desayunar, preparar juntos lo que se les ocurriera, riendo y pensando en qué harían durante el día. Desayunar mientras la chica le pedía su opinión para una nueva historia, todo aquello que había deseado que tuvieran asegurado, necesitaba volver a eso, necesitaban esa vida normal de vuelta.
Habrían sido cerca de las siete de la mañana, una mujer entró en la habitación, encendiendo las luces, encandilándolos.
—Ustedes dos, arriba, Silver quiere verlos ahora.— La mujer le quitó las frazadas de manera brusca. Él estaba desorientado, luego de tres años sin haber despertado de aquella manera, no podía entenderlo.
La joven cayó de la cama por estar desorientada y se quejó por la caída, el joven se despertó completamente al oírla quejarse, sintiéndose en un lugar desconocido hasta que vio a la mujer. Buscó a la chica que estaba caída en el suelo, al estar enredada entre las sábanas, había terminado allí.
—¿Lira?— Suspiró, ayudándola a levantarse, definitivamente no había extrañado despertar de aquella forma, prefería despertar con la chica acariciando su mejilla y llamándolo dulcemente. Deseaba que hubiese sido el caso.— Gracias por la cálida bienvenida, Amelia... Eres tan dulce como recordaba.
—Saben dónde está la ropa, tienen diez minutos para cambiarse, vendrán a buscarlos para que desayunen... Esa niña tendrá su castigo luego de eso...— Dijo la mujer mirándolos a ambos con odio.
Amelia había sido una de las supervisoras del sitio, encargada de vigilarlos cuando eran niños, su carácter siempre había sido fuerte, siempre había sido fría, al límite de la agresión. Ella era una bomba de tiempo, la única mujer que no había sido reemplazada en el cambio de personal cuando Lira cumplió diez años. Él conocía el motivo de la frialdad, aunque no entendía por qué iba dirigida a la joven, pues ella no había estado implicada y no conocía tampoco lo que ocurría.
El joven suspiró, dejó que la chica se cambiase en el baño, exhaló con molestia al ver aquel uniforme blanco y negro que odiaba. Se cambió y se sentó de nuevo en la cama, poco después salió la chica ya cambiada, sin duda no extrañaba verla con aquella ropa, ambos sabían qué significaba aquel atuendo. Y a ninguno le agradaba la idea de estar encerrados en aquel lugar, aún menos saber que ella enfrentaría las pruebas y castigos despiadados.
Ella lo abrazó, tenía miedo, sabía que le esperaba el castigo, eso era lo peor, la espera y el no saber qué sería. Se imaginaba la severidad de aquellos, había huido tres años, no serían suaves con ella, todo o contrario, sabía que ninguno de los castigos anteriores se compararían con el que debía recibir.
—Tranquila, pequeña... Estarás bien...— Murmuró él, deseándole, realmente esperaba que Samuel apareciera a tiempo para lograr salvarla, confiaba plenamente en él. La besó y ella se ocultó en su cuello.
—Tengo miedo, Daniel...— Murmuró ella, él suspiró frustrado con la situación, realmente quería salvarla, pero no había forma de desviar la atención esta vez, no él al menos, incluso un intento de escape sería menos visto que el castigo de ella, luego de todo, habían sido tres años, sería muy severo. Silver realmente sería despiadado con ella y no habría ningún escape, posiblemente tampoco tendría nadie que la ayudara esta vez, Samuel no debía estar enterado o ya hubiese aparecido en el lugar, a no ser que Silver lo estuviera reteniendo para que no los salvara de su severidad.
Suspiró pensando en lo que podrían hacerle a la joven, con su habilidad de sanación no era factible que se contuviera hasta que los poderes se vieran superados y la chica colapsara, lo que tampoco sería muy pronto. Ella resistía un daño considerable y había tenido una noche entera para recuperarse de todo lo del día anterior. Silver los había dejado a propósito para que ella estuviera en su mejor condición para un castigo largo, lo sabía.
—Lo siento, pequeña, es mi culpa que estemos atrapados...— Murmuró con culpa, no podía hacer nada para salvarla, una vez más estaba de manos atadas.
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