Proyecto Lira

Proyecto Lira

Capítulo 1

—Daniel… Tengo miedo…— La chica lo abrazó, ambos temblaron, él la besó en un intento por calmarla cuando oyeron la puerta temblar, sabían que pronto no sería de protección. No había dónde escapar, incluso intentar esconderse para huir era inútil. Él se preguntó qué debía hacer, sabía que lo que les esperaba no sería nada agradable. Por un momento deseó morir allí mismo, pero la chica no correría la misma suerte que él, quedaría sola contra todos, incluso si en el momento no la dañaban, luego estaría en una tortura aún peor. Suspiró al verla, preocupado por lo que los esperaba, no sólo del otro lado de esa puerta, sino además del martirio que soportarían luego.

Sabía que no tenía mucho más que hacer, presentar algo de resistencia, ganar algo de tiempo, incluso si no era mucho, no quería rendirse tan fácilmente. El mayor preparó su arma y apuntó al frente una vez la puerta cedió. Abrió el fuego, ocultando a la joven detrás de sí para que no llegase ningún disparo hacia ella. Pronto sintió un dolor agudo y ardiente en el estómago, maldijo antes de que sus rodillas flaquearan. Retrocedió ante el impacto intentando contener el dolor que se vio reflejado en su cara, la chica se puso delante de él, declarando el alto al fuego, no podían dañarla, él miró su arma, tirada en el suelo, no podía alcanzarla tampoco, la chica la había alejado para poder detener el tiroteo.

—¡Daniel!— La joven lloraba una vez logró los disparos cesaran, él sonrió levemente pese al dolor del disparo. La joven se tiró a su lado, cubriéndolo con su cuerpo, tratando de detener la hemorragia con sus manos, luego de haber logrado encontrar la bala con la facilidad de una experta, sus  manos ahora estaban manchadas de aquel líquido carmesí. Estaba desesperada, el que había sido su hogar por tres años ahora estaba destruido, su amado herido de gravedad y ambos estaban a la espera de algo aún peor. Se concentró en la herida, puso mucha de su energía en únicamente en detener la hemorragia, era grave, pero prefería pagar el precio ella que verlo morir.

—Lira… No lo hagas…— Murmuró él; sin embargo, ella no cedió, usó su poder para sanar la herida en el abdomen de su amado. Las lágrimas salieron de esos ojos verdes sin que ella pudiera evitarlo, era ella la que sentía el dolor de la herida, lo besó antes de caer inconsciente con las lágrimas de dolor en sus ojos. Él aún no podía levantarse, pero no por el dolor, sino por sostenerla a ella junto a su pecho, las armas seguían apuntándoles, pero con ella inconsciente, nada podía hacer más que rendirse.

Y allí estaba ahora, saliendo del que había sido su hogar y refugio, de la esperanza que tuvieron luego de su escape, luego de todo lo que les había costado salir de aquella vida. Cargando a la joven inconsciente mientras que los científicos le apuntaban, aunque sabían que no podían matarlo, él era lo único que mantenía a Lira bajo control. Le habría encantado tomar su arma y matar a alguno antes de rendirse, tomar venganza por la forma en que les estaban volviendo a arrebatar la vida que les había costado obtener, pero Lira se había asegurado de que eso no fuera posible antes de caer inconsciente. La joven siempre pensaba en todo para mantenerlo a salvo.

Habían pasado tres años desde la huida de ambos del laboratorio, ella era la hija de un arcángel, el arcángel Rafael, encargado de la sanación. Una vez más la humanidad demostró su crueldad, arrebatándola de los brazos de su madre cuando ella tenía cinco años, cuando su padre no pudo continuar protegiéndolas por tener que ir a cumplir con sus labores y alejarse del mundo tan impuro donde vivían su amada y su pequeña.

Ellos se conocieron unos años después, cuando Lira tenía ocho años de edad y él doce. Él era hijo de uno de los científicos, específicamente del director del laboratorio, y era uno de los pocos con los que permitían que Lira interactuara. Aunque Silver, su padre, no estaba del todo de acuerdo con aquello, Will, uno de los científicos que trabajaba específicamente con Lira, lo convenció de permitirlo por lo beneficioso que sería para ambos niños interactuar con el otro.

La joven se quejó entre sus brazos, debido al dolor que le provocaba haber usado sus poderes y la herida que había tomado para salvarlo; sin embargo, permanecía inconsciente por toda la energía que había utilizado en el proceso.

Se metió al vehículo blindado mirando a todos los demás con rabia, sostenía a la joven, no iba a permitir que ninguno de aquellos hombres le pusiera una mano encima y menos aún estando en ese estado. Acarició la mejilla de la chica, estaba preocupado, hacía mucho tiempo que ella había dejado de emplear sus poderes y ahora se había sobre exigido para salvarlo. Si había algo que sabía de los sanadores era que la sobre exigencia podría y terminaba matándolos, rezaba para que no fuera el caso de la joven.

En el camino nadie habló, al menos no hasta que la joven comenzó a quejarse, aún inconsciente. Uno de los científicos le apuntó con su arma, molesto ante la chica y sus quejas del dolor, estando ella al borde de la inconsciencia total.

—Haz que se calle…— Ordenó este, el joven lo miró mal, preguntándose qué tan idiota podía ser, era imposible que aquel fuera un científico contratado por su padre. El nivel del personal y su inteligencia había decrecido si habían tomado a aquel tipo.

—¿Hay algo importante que deba escuchar y yo no me di cuenta? Porque no hay forma en que ella pueda callarse solamente porque lo ordenes, está inconsciente…— Se contuvo para no insultarlo, tocó la frente de la joven con suavidad, tenía fiebre, por un momento la joven se calmó ante su tacto, unas lágrimas cayeron por su mejilla y él las secó. Acomodó un pequeño mechón de cabello rubio que cubría su frente con suavidad.

Él suspiró, miró a la joven y se sintió impotente, había jurado que nunca volverían allí, que no permitiría que se la llevaran otra vez. Y allí estaban de nuevo como si se repitiera una vieja escena, una que tanto habían tratado de olvidar. Y no tenían más escapatoria, no tenían esperanza al volver a ese punto.

Lo obligaron a bajar del vehículo una vez estuvieron en la entrada del sitio, habían reforzado la seguridad desde su huida, eso era evidente.

La chica había despertado; sin embargo, él le murmuró que fingiera hasta que estuvieran seguros, ella obedeció, sabía que sería lo mejor para ambos.

Los dejaron en lo que alguna vez había sido su hogar, más bien la prisión que habían diseñado para la joven. El lugar en sí no había cambiado, pero el cambio en la seguridad ahora no haría de escapar algo como tres años atrás, seguramente habían cambiado los códigos de seguridad, instalado nuevas alarmas, cambiado las rutinas del personal, entre otros cambios que no serían evidentes. Los conocimientos que alguna vez habían servido ahora solamente serían útiles en caso de querer suicidarse, algo que no podía permitirse teniendo a la joven dependiendo de él. Debían escapar, no le iba a fallar, no iba a permitir que la encerraran más tiempo del que ya había sufrido.

Dejó a la joven sobre la cama y se sentó a su lado, suspiró frustrado y la chica abrió los ojos, se sentó frente a él y acarició su rostro con dulzura.

—Lo siento, Lira… Esto es mi culpa…— Ella sonrió levemente y dejó un beso suave en sus labios.

—Estaremos bien, Daniel…— Murmuró ella y él suspiró deseando que tuviera razón.

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