Capítulo 4

Finalmente, se presentaron los de seguridad, quienes los escoltaron al comedor, no extrañaban las armas apuntándoles a la nuca, tampoco el sentimiento de amenaza que les había costado meses superar. Volver allí era un martirio.

Creyeron que estarían solos, como había sido por años, como había sido luego de todo el tiempo que había estado la joven allí, pero se encontraron a otras tres personas allí dentro, dos de ellos adolescentes, un chico, una chica y un niño. Ambos mayoree se miraron, boquiabiertos y lamentando el destino de ellos tres, eran menores, él miró a la rubia, no únicamente temía por sí misma, temía que les hicieran daño frente a ella, eso era peor que recibir ella el daño en solitario. Suplicaba que no implicaran a nadie más en su castigo.

Los adolescentes parecían gemelos, ambos de cabello castaño y ojos rojos, los adolescentes miraban con odio al personal que había entrado apuntándoles, el niño era rubio de ojos azules, parecía asustado ante la presencia de los guardias. Seguramente los tres menores podían circular libremente, ellos habían tenido este privilegio también pero era obvio que lo perdieron por su huida.

Fueron a recoger las bandejas con el desayuno: cereal, jugo y una fruta. Daniel notó que eso era demasiado ligero para lo que le esperaba a Lira, eso lo preocupaba, los guardias se quedaron en la puerta, seguramente por si los nervios traicionaban a la joven y ella intentaba escapar, lo que seguramente sería el caso si ella no supiera de sus armas y que sería aún peor si lo intentaba, no quería sufrir aún más de lo que ya tendría que aguantar, sabía que sería incapaz de soportar otro castigo, ya dudaba siquiera resistir el que la esperaba.

Se sentaron en la mesa junto a los jóvenes, quienes los miraron con curiosidad. Obviamente querían saber quiénes eran. La rubia era demasiado tímida, por lo que se ocultó junto a él, que estaba atrapado en sus pensamientos, sabía bien lo que hacían con los hijos de ángeles y arcángeles, Lira era el vivo ejemplo de ello, aunque había algunos otros casos en la historia de su vida, deseó que no hubieran sufrido demasiado las consecuencias del escape.

—Hola...— Murmuró Lira, siempre había sido algo tímida, la vio sonrojarse y quiso reír por lo bajo. Le hacía pensar en cuando la conoció, una niña tímida ocultándose detrás de Will Ashworth, al pensarlo una leve sonrisa se plasmó en sus labios. Lira había sido por años lo único por lo que sonreía.

—Vaya... ¿Dos nuevos?— Murmuró el adolescente boquiabierto, seguramente no se lo esperaba, no era habitual que encontraran a más hijos de ángeles.— Imagino que no saben qué les espera... Sólo puedo decir que espero que Dios se apiade de nosotros...

El mayor rió y negó ante las palabras del chico, aunque era obvio no sabía de su error, pues ellos debían haber llegado un tiempo luego de que escaparan, nadie los debía haber mencionado en ese tiempo.

—No somos nuevos... Soy hijo de Silver... Y ella es la primera a la que trajeron aquí de manera oficial... Es la hija de Rafael...— Él suspiró, era evidente por su complexión que eran hijos de algún guerrero, también por las llamas en sus ojos al ver a los guardias. Seguramente habían dado mucha más pelea de lo que él y Lira hubieran podido ofrecer. También eran conscientes de quién era su padre, pues llevaban dijes en su cuello al igual que Lira, algún arcángel, ya que los chicos tenían la misma energía que su padre, eso delató a Miguel como su padre, los gemelos eran sus hijos.— A decir verdad, no me esperaba que hubieran capturado a más hijos de arcángeles... ¿Quieren una guerra en contra del cielo o qué?

La joven castaña suspiró y miró a su hermano, decidiendo presentarse, pues sabía que serían compañeros en esa tortura en lo que suponía sería un largo tiempo. La rubia se le hacía bastante importante en el lugar también, incluso cuando no la habían mencionado, era evidente que la buscaban.

Volvió a recordar la advertencia de su padre, seguro que había estado enterado de lo que había pasado con ella, por eso los había preparado desde los diez años, quizás esperando que eso fuera suficiente para librarlos de ese destino. Aunque era probable que no se hubiese esperado que un equipo comparable a un equipo SWAT apareciera en la casa, lucharon un rato, pero en cuanto aquellos amenazaron a su madre no les quedó más opción que entregarse.

—Me llamo Micaela, él es Michael... Somos los hijos de Miguel... Y llevamos cerca de dos años aquí... Tenemos diecisiete años...— Él suspiró, ahora sabía por qué no sabían acerca de ellos, quizás ni siquiera habían sufrido consecuencias por sus acciones más allá de alguna limitación. Al no haber estado antes, era probable que ni siquiera hubiesen tenido demasiados problemas con aquello.

—Ella es Lira, mi novia... Tiene veintiún años... Yo me llamo Daniel, tengo veinticinco años... Yo crecí aquí, Lira tenía cinco cuando la separaron de su madre... Nos escapamos hace tres años pero... Anoche nos encontraron...— Los jóvenes los miraron asombrados, como si lo que dijera fuese imposible, no pudo evitar sonreír, normal que lo creyeran imposible. Él también había pensado lo mismo en algún momento. Y viendo la seguridad del lugar, normal que creyeran imposible escaparse.

—¡¿Se escaparon?!— Preguntaron al unísono, él asintió con media sonrisa, algo orgulloso por un momento, Lira rió por lo bajo al ver esa sonrisa de orgullo. Era alentador que pudiesen reír, quizá mantener algo de esperanza podía ser bueno.

—Había menos seguridad en ese momento...— Murmuró la chica rubia, aún algo tímida, no se había adaptado a convivir tanto con otros, sobre todo con las pruebas más duras luego de que cumplió diez años. Era algo desconfiada, sin embargo él reconoció que confiaba en aquellos chicos, los reconocía como compañeros, como iguales y eso era suficiente para que la confianza que pudiese poner en ellos quedase fuera de discusión. Los ángeles eran leales y sus hijos tenían los mismos valores, sobre todo si habían crecido con su padre, los arcángeles tomaban en serio la crianza de sus hijos y que siguieran los valores que les corresponden.— Confiaban en nosotros, la puerta de mi habitación estaba abierta para que Daniel viniera... Él conocía los códigos y nos escapamos... ¿De quién es hijo el pequeño?

El niño miró a la mayor y sonrió levemente con algo de tristeza. Él no tenía edad suficiente para haber estado mucho con su padre o su madre, tenía el dije de plata de un ángel en su muñeca, pero quizás su padre no había podido quedarse mucho tiempo.

—Yo... No conocí a papá...— Micaela suspiró antes de explicar lo que sabían.

—La verdad es que estamos tratando de averiguar quién es su padre... Si bien a los arcángeles se les permite tener contacto con sus hijos por años tal como en nuestro caso con mi papá... Con los ángeles no siempre aplica lo mismo lamentablemente...— Estaban hablando tranquilos, sin embargo los guardias entraron y tomaron a la mayor por los hombros. Ella miró aterrada al pelinegro, que estaba paralizado, los gemelos se habían levantado entre gritos para que la soltaran, aunque no podían hacer demasiado con las cucharas de plástico que les daban para desayunar, menos aún frente a un niño, y el pequeño empezó a llorar del miedo. El peligro abrazó al pelinegro, intentando contenerlo mientras se quedaba paralizado viendo como obligaban a la rubia a salir del lugar.

Así, entre súplicas de terror y las amenazas de los jóvenes para que la soltaran, los guardias se llevaron a la chica sin darle importancia a las amenazas de los castaños, pues no podían hacer nada por ella sin empeorar el castigo, ya de por sí se trataba de algo severo, sabían que no podían hacer nada.

Ella temblaba mientras la obligaban a caminar por los fríos pasillos del lugar, quería escaparse, pero sabía que sólo empeoraría las cosas, las armas no serían letales pero el dolor sería fuerte, y no pararían hasta hacerla colapsar.

La dejaron en una habitación, esposada en una silla. Ahora estaba aún más aterrada, no sería algo bueno lo que le esperaba.

—¿Cómo dormiste, Lira?— Alexander apareció frente a ella, con una sonrisa que gritaba de lejos las intenciones de hacerle daño, ella no quería responder, y, aunque hubiese querido, el terror no se lo permitiría. —¿No respondes? Bueno... Siempre fuiste tímida... Supongo que sabes lo que te espera... ¿No? Sé cuánto odias las pruebas para ver el límite de tus capacidades de sanación pero luego de tres años ¿no es algo que debo probar?... Bien, probemos eso... Pero esta vez no sanarás a nadie más que a ti misma...

Ella tembló, Alexander siempre había sido alguien de temer, pero parecía aún más sádico que tres años atrás. Él sonrió y se le acercó colocándole un collar, este controlaba sus signos vitales, con eso se hacía aún más evidente, nada de piedad le esperaba hasta colapsar y no había visto a Samuel cerca para salvarla.

—¿Podemos empezar ya?— Ella estaba aterrorizada.

—No, ¡Alex, no, por favor!— Él hizo caso omiso a sus súplicas, la chica gritó y se retorció de dolor sintiendo como se quemaba su espalda con el metal de la silla.

—Sigues siendo resistente al fuego, ¿eh?— La miró con burla, ella sanaba las heridas con rapidez, pero el dolor era agudo aún con su nivel de recuperación.

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