Pasaron unos minutos antes de que un ruido los hiciera temblar y mirar al lugar del que provenía, sobresaltados. La puerta se abrió luego de escucharse el panel con el código de seguridad, fue cuando entró el hombre de las pesadillas de Lira, quien tanto odio provocaba incluso a su propio hijo. Su cabello negro y aquellos ojos de color gris semejantes a la plata líquida habían estado cientos de veces en las pesadillas de ambos jóvenes que ahora estaban petrificados. La chica tomó la mano de Daniel, que miraba a su padre con desprecio por ser el causante de todo lo que les había pasado y lo que les esperaría en adelante. Era bastante obvio que no habría nada agradable para ellos, habían escapado de su control y él no estaba feliz por eso.
—Daniel, Lira… Me alegra tanto tenerlos de vuelta…— El hombre sonrió de manera macabra, el joven se puso delante de la chica rubia que temblaba sentada en la cama en un intento de defenderla, prefería lo que sea que le esperara a él antes de que la chica sufriera. Su padre sonreía, como si aquello fuera lo que se esperaba, siempre había protegido a la joven sanadora, sabía que se sentía culpable de no haber hecho lo mismo cuando era más joven. Aquel viejo trauma se veía en la preocupación y la protección que brindaba a la joven rubia.— Espero que hayan disfrutado de sus vacaciones, porque arruinaron todo el trabajo que hicimos por años… ¿Es una verdadera lástima, no? Aunque, bueno… Es obvio que gracias a eso ustedes tendrán que contribuir a arreglar lo que causaron…
—No pensamos ayudarte a ti ni a nadie con nada… ¿Te queda claro?— Escupió el joven de ojos grises a su propio padre, levantándose, la chica lo miró aterrada, queriendo detenerlo, sabía que la agresividad dirigida a Silver solamente empeoraría la situación, pero el joven estaba demasiado enojado como para pensarlo. Le había quitado su vida, su hogar y los volvía a encerrar, no era algo que quedaría impune, iba a hacerlo pagar por todo el daño, no podía permitir que se saliera con la suya, que siguiera manchando sus manos con sangre inocente.
El hombre lo golpeó haciéndolo trastabillar, se hubiera caído y golpeado con la pata de la cama si la joven no se hubiera levantado a ayudarlo justo a tiempo para evitarle aquel golpe. Ella se quedó mirando a Silver con miedo e intentando usar su energía para calmar el ambiente, pero aquello era imposible con el odio del muchacho y la energía sádica del hombre, una sola sanadora y estando tan débil no podía purificar toda la energía del lugar.
—Daniel… Tan insolente como siempre… Ni en presencia de un ángel te contienes y demuestras respeto por tu padre, eres igual a la zorra de tu madre…— Él quiso lanzarse a golpearlo ante la mención de la mujer. Con la rabia y el dolor agobiante de la muerte de su madre tanto tiempo atrás, quería un ajuste de cuentas; sin embargo, la chica lo abrazó para tratar de contenerlo. La escuchó sollozar y tuvo que ceder, ya estaba asustada, no quiso empeorar la situación, suspiró tratando de contener la rabia que sentía. Tomó los brazos de la chica para hacerla saber que no pelearía, al menos no frente a ella, ya estaba demasiado preocupada, si la seguían presionando, colapsaría, sentía cómo forzaba su energía a intentar calmar el ambiente, eso le haría daño si ninguno de los dos cedía.
—No te atrevas a hablar de mi madre… No cuando tú eres quien lleva su sangre en tus sucias manos…— Murmuró él con rabia. La chica lo abrazó más fuerte, para hacerle saber que estaba allí, para no dejar que se perdiera ante la violencia y maldad de su padre, ni tampoco ante el peso amargo de todos los recuerdos arrebatados por su padre.
—Daniel…— Murmuró la joven.— No quiero que te haga daño…
Ante su súplica, él agachó la mirada, Lira lo necesitaba, por eso no se movió de su lugar, sino su pasado lo hubiera impulsado a atacar a aquel hombre pese a compartir su sangre.
—¿Ves? Hasta la dulce y dócil Lira debe contenerte… No puedo creer que la sucia de tu madre te haya educado de esta manera, ¿nunca aprendiste modales, cierto?— Silver lo estaba provocando, quería provocar al muchacho hasta que intentara atacarlo. La muchacha tembló cuando el joven pelinegro se separó de ella, sabía que estaba por golpear a su padre y no podía detenerlo. Estaba tan débil que si se metía en medio temía llegar a recibir el daño de alguno de los dos, no podía permitírselo, apenas podía mantenerse en pie. El hombre le apuntó con un arma a Daniel, ambos sabían que el arma estaba cargada y era obvio que dispararía si tuviera que hacerlo.— Lira… ¿Qué tal si te acercas para que pueda verte, linda?
La joven dudó, pero juntó el valor para acercarse, Daniel, no obstante, la tomó de la mano para impedir que se alejara demasiado. Asegurándose de estar a la distancia que le permitiera actuar en caso de ser necesario, miraba a su padre como señal de advertencia, si le hacía algo frente a él, no dudaría, incluso desarmado, no permitiría que la chica fuera lastimada frente a él.
—Buena chica… Es una lástima que hayas seguido la rebeldía de mi hijo, Lira… Sabes que habrá un castigo por eso, ¿no?— Ella tembló recordando el dolor que los castigos que le habían infligido muchos años atrás, con el miedo instalándose en su cuerpo ante aquellos recuerdos, escuchaba sus propios gritos y súplicas, sin que aquellas hubieran sido objeto de piedad ante él. Él había perdido toda piedad, Daniel sabía los motivos del secreto a voces entre aquellas paredes donde parecía que la única ajena a la tragedia que había acontecido era la sanadora, algo fácil de entender, pues en ese tiempo ella era una pequeña, no la habían implicado.
Tres hombres entraron, dos de ellos armados, los más jóvenes se vieron con miedo, Daniel tomó su mano con fuerza. El ambiente era altamente hostil y ellos no tenían con qué defenderse ante las armas, no había nada que pudieran hacer para ofrecer resistencia sin que fuera firmar una condena aún peor, volvían a estar indefensos en el lugar que habían odiado.
—¿Por qué no empezamos con el castigo de mi hijo, muchachos?— Dijo el mayor, uno de los sujetos tomó a la joven, ella forcejeó para soltarse sin éxito. Quería defenderlo, necesitaba defenderlo, Daniel trató de ocultar el miedo, sobre todo para mantener a la chica a salvo, si demostraba lo aterrado que estaba ella lucharía y terminarían envueltos en algo peor. Ya era un milagro que los dejaran en el mismo lugar, no podía perder ese privilegio.
La rubia tuvo que ver cómo golpeaban a Daniel frente a sus ojos, petrificándose, suplicando piedad por él, tratando de curar los golpes apenas él los recibía. Pero rápidamente fue superada por la falta de práctica y no podía hacer más que sanar algunos de los golpes que el chico recibía, este último contenía los gritos y maldiciones para no preocupar aún más a la joven. Su padre reía apoyado en la pared como quien ve un espectáculo sin igual, demostrando que en aquellos años se había vuelto más sádico de lo que recordaban. Daniel, que ya se había desesperanzado de que su padre pudiera volver a ser el que era, ahora lo veía como un imposible.
—Eso debería ser suficiente por ahora, muchachos, no puedo arriesgarme a que el ángel colapse a la hora de curarlo, y créanme que lo hará…— Sentenció el mayor unos minutos después. Al joven le costaba respirar debido al dolor, la chica se arrodilló a su lado llorando y usó parte de su energía para curarlo. Pese a todos los golpes, él no había recibido heridas internas, por lo que ella lo curó sin tener que desmayarse para recuperarse del daño. Sin embargo, sí estaba más pálida, delatando que se habían pasado, pues ella tampoco había recuperado toda la energía que había perdido al sanar la herida de bala que recibió Daniel.
—Tómense esto como su comité de bienvenida…— El hombre rio mientras los hombres se iban del lugar.— Por cierto, Lira… No confiaré en ti otra vez, olvídate de la piedad en las pruebas… No tienes ese derecho…
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