CAPITULO 5 CASTIGO

MELANIE

Camino hacia la mansión con una furia que apenas puedo contener. ¿Cómo se atreve a cargarme como si fuera un simple objeto? ¡Es un descarado, un aprovechado, un idiota! Mi respiración se acelera mientras entro a toda prisa. No puedo soportar ni un segundo más verle la cara a ese King Kong. Si tengo suerte, podré llegar a mi habitación sin tropezarme con...

—Mar...cus —mi voz se quiebra cuando lo veo. Me detengo en seco. La piel se me eriza de inmediato. Ahí está él, al final de la escalera, con los puños apretados y el ceño fruncido de una manera que da miedo.

—Señor Marcus —dice el hombre detrás de mí, rompiendo el tenso silencio.

—¡Retírate, Mathias! —grita Marcus, su voz resonando con tal ira que me estremece hasta los huesos.

—Sí, señor —responde Mathias sin dudar, y pasa junto a mí, sus ojos verdes entrelazándose con los míos por un instante. No logro descifrar nada en su mirada, solo vacío. ¿Va a dejarme sola? Claro que sí, ¿qué esperaba? Mathias solo es un peón más de Marcus Anderson. No le importa lo que pase conmigo.

Cuando la figura de Mathias desaparece, Marcus desciende lentamente las escaleras hasta quedar a mi lado. Me toma del brazo con una fuerza que me duele, arrastrándome sin compasión hasta la habitación y tirandome sobre la cama sin ninguna pizca de delicadeza. La puerta se cierra de golpe tras nosotros, el eco retumba por todo el cuarto.

—¿De verdad crees que puedes dejarme así, sin más? —Marcus se pasea de un lado a otro, como una bestia enjaulada, sus ojos arden en furia—. ¡Ni muerta, Melanie! Porque incluso muerta, iría al infierno a reclamarte.

—Por favor... Marcus... Tienes que ser razonable —mi voz es apenas un susurro. Me alejo hacia el otro extremo de la habitación, intentando calmar el caos que brota de él.

—Me conoces, Melanie. Nunca, ¡nunca en mi puta vida he sido razonable! —grita, su voz un estruendo que me sacude—. ¡Te amo! ¡Eres mía! ¡Punto!

Cada palabra de él perfora mi mente. Esta obsesión enfermiza me destruirá, lo sé. ¿Cómo puede llamar amor a lo que tenemos? El amor no te asfixia, no te reduce a nada. No te ultraja, no te convierte en su posesión. El amor es libertad... y esto no lo es.

—Estás mal... Marcus —digo, levantando la mirada. Enderezo mi cuerpo con determinación—. Si lo que sientes hacia mí lo llamas amor, entonces prefiero que me odies.

Sus ojos se abren de par en par, incrédulo.

—¿Qué dijiste? —da un paso hacia mí, levantando la mano, preparado para golpearme. Pero se detiene en el último segundo. Me observa fijamente, sus ojos llenos de ira y confusión, y luego baja la mano, frustrado—. ¡Por Dios, mujer, voy a enloquecer!

Se gira bruscamente y va hacia el baño, cerrando la puerta de un portazo. El sonido del agua fluyendo es lo único que llena el silencio. Me siento en el borde de la cama, me quito los zapatos y me acuesto, cerrando los ojos un instante. Mi cabeza late de dolor, el mareo va y viene.

Marcus Anderson es un desquiciado manipulador.

La puerta del baño se abre de golpe, y ahí está él, completamente desnudo. El tatuaje de dragón en su cuello baja hasta su pecho, es intimidante como siempre al igual que él. Se acerca hacia mí con la mirada de un depredador.

—Ahora vas a reparar tu error —su voz ronca revela su excitación. Mi cuerpo se tensa. No quiero que me toque.

—No... —replico, pero mi voz apenas se escucha.

—Parece que no has entendido —se inclina sobre mí, su ceño fruncido de nuevo, su tono cargado de advertencia—. ¡Aquí se hace lo que yo quiero, cuando lo quiero!

La amenaza en su mirada es clara, pero ignoro el miedo que empieza a crecer dentro de mí.

—¿Tienes un tapón en las orejas? —le respondo con una mirada desafiante—. Dije que no.

Marcus rueda la cabeza, exasperado. Un grito feroz escapa de su garganta.

—¿Acaso te has vuelto estúpida? —me agarra de la pierna, tirándome hacia abajo hasta que mi cuerpo queda extendido en la cama. Siento su peso aplastarme mientras aprisiona mis muñecas con una sola mano.

—¡Déjame! ¡Suéltame! —me retuerzo con todas mis fuerzas, tratando de liberarme.

—¡Eres mi mujer y vas a comportarte como tal! —gruñe, comenzando a besarme el cuello. Grito desesperadamente, moviéndome con fuerza.

—¡No lo hagas, maldito asqueroso! ¡No vuelvas a tocarme! —escupo las palabras con furia. Se detiene en seco y me mira con una oscuridad que nunca había visto en él. Su mano libre me abofetea, el golpe es seco y doloroso.

—Te voy a enseñar a respetarme, hija de puta —me grita. Se levanta furioso y abre el cajón de la mesita de noche, sacando unas esposas. Sé lo que viene. Ya lo ha hecho antes.

Aprovecho su distracción para correr hacia la puerta, pero antes de que pueda abrirla, me agarra del cabello y me arrastra de nuevo a la cama. Me golpea otra vez, esta vez en el oído, y el mareo se vuelve insoportable. Mi cuerpo se debilita, lo suficiente para que me ponga boca abajo y me esposa al cabecero de la cama.

—¿Sabes cómo se doman las fieras salvajes? —su voz suena cerca de mí. Escucho el chasquido del cinturón al desabrocharse. Miro temblando hacia donde se encuentra. Está preparado para golpearme con él.

—¡Vete a la mierda, Marcus Anderson! —le grito, mi voz llena de una valentía que apenas siento.

El primer latigazo es insoportable. El dolor en mi espalda es ardiente y punzante, pero trato de no gritar. Me muerdo el labio, luchando por no mostrar debilidad.

—¡Tienes que aprender quién manda aquí! —grita, descargando otro golpe, esta vez en mis nalgas. Después otro, y otro. Los latigazos caen uno tras otro, tan rápidos que pierdo la cuenta.

—¡Basta! ¡No más! —grito con la voz quebrada. El dolor es insoportable. Si tan solo alguien tuviera piedad de mí... Pero sé que nadie vendrá.

Los hombres de Marcus han oído mis gritos antes y no han hecho nada. No se atreven.

—¡AYUDA! —grito desesperada, sabiendo que es inútil—. ¡POR FAVOR!

El eco de mi súplica se apaga, y la risa de Marcus llena el cuarto. Lo miro con odio, su figura oscura, lista para descargar otro latigazo. Pero un golpe en la puerta lo detiene.

—¿Pero qué...? —gruñe, tomando una bata rápidamente para cubrirse. Abre la puerta de mala gana—. ¿Qué mierda haces aquí?

—Lo siento, señor —dice una voz familiar—. Faddei Sokolov está aquí.

—¿Qué? ¿El ruco ya llegó? ¡Mierda! —escupe Marcus. Entra a toda prisa, se viste rápidamente con uno de sus trajes caros.

—Suéltame... —murmuro apenas, mis fuerzas me han abandonado. Apenas puedo moverme.

Escucho pasos a mi espalda. ¿Será Marcus? No... Son más ligeros.

—Desata a esta zorra —ordena Marcus antes de salir y cerrar la puerta de un portazo. Me quedo en silencio, expectante. El hombre se queda ahí, sin moverse. Escucho su respiración, puedo sentir su presencia, pero no hace nada. ¿Por qué no me suelta?

—Por favor —susurro, desesperada. Finalmente, siento unas manos conocidas desatar mis muñecas. Levanto la cabeza con dificultad. Es Mathias, el hombre del hospital. Me libera, y el dolor en mis muñecas es insoportable; los grilletes han abierto mis heridas. Me giro de lado, pero él ya se dirige hacia la puerta.

—Gracias —digo con voz débil, pero sincera.

Él se detiene un instante, ladea la cabeza y responde con frialdad.

—No hice nada.

Y se va, dejándome sola.

El dolor y el cansancio invaden mi cuerpo. No puedo más. Cierro los ojos y me dejo llevar por el sueño.

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Comments

Viviana Bustos Aldana

Viviana Bustos Aldana

Se nota el amor que le tienes maldita rata 🤬🤬🤬🤬🤬

2025-03-13

0

Viviana Bustos Aldana

Viviana Bustos Aldana

Pobrecita 💔💔💔 me parte el alma 😭😭😭😭😭

2025-03-13

0

Martha Gomez

Martha Gomez

No sé cómo los llaman seres humanos. Si de humanidad, no tienen nada.

2024-05-20

3

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