MELANIE
Siento que mi cuerpo pesa una tonelada. Es como si una presión constante me impidiera moverme, como si la gravedad estuviera empeñada en aplastarme contra el colchón. Intento abrir los ojos, pero al principio es inútil. Un dolor sordo pulsa en mi cabeza, como si alguien estuviera martillando desde dentro. En mi segundo intento, los párpados se levantan pesadamente, luchando por mantenerse abiertos. La luz, fuerte y blanca, me ciega por un momento, envolviéndome en una especie de neblina brillante.
Poco a poco, la claridad se abre paso. Mi vista comienza a acostumbrarse, y la habitación que me rodea toma forma: paredes estériles, monitores médicos parpadeando, el pitido constante que acompaña los latidos de mi corazón. Estoy en un hospital. Un suspiro de frustración se me escapa. ¡Joder! He fallado.
Me quedo inmóvil, inspeccionando el lugar. A pesar de la quietud de mi cuerpo, mi mente va a mil por hora, repasando los acontecimientos que me han traído aquí. El agua fría de la bañera, el vidrio deslizándose sobre mi piel, el sonido del agua mezclándose con la sangre… Pensé que esta vez sería suficiente. Pensé que finalmente podría ponerle fin a todo. Pero aquí estoy, viva y atrapada una vez más.
De pronto, algo llama mi atención. Una figura masculina se perfila cerca de la ventana abierta, su espalda ancha se destaca contra la luz que entra desde el exterior. Él no es Marcus, eso lo sé con certeza. Este hombre es más alto, su postura es más relajada, pero hay algo en él que irradia peligro. ¿Quién demonios es este?
Su cabello corto y oscuro está despeinado, y su piel tiene un tono bronceado, como si pasara más tiempo bajo el sol que dentro de un hospital. Está fumando, como una maldita chimenea. El humo llena la habitación, aunque una parte se escapa por la ventana entreabierta. Me molesta el olor acre, pero más que eso, me irrita su actitud despreocupada. ¿En serio? ¿Fumar en un hospital? ¿Acaso a nadie le importa la regla básica de no fumar en lugares cerrados?
Un joven enfermero entra corriendo en la habitación, con la respiración agitada y una expresión de alarma en su rostro.
-Señor, no puede fumar aquí - dice con voz temblorosa. Su nerviosismo es evidente, y no lo culpo. El tipo frente a la ventana no parece alguien con quien quisieras discutir.
El hombre gira lentamente, exhalando una larga bocanada de humo, sus ojos oscuros se clavan en el enfermero con un brillo despectivo. Hay algo en su forma de moverse que me pone en alerta. Su arrogancia es palpable, como si el mundo entero no fuera más que una molestia para él.
-¿Y qué? - su voz es grave, cortante como una navaja. - ¿Tú vas a impedírmelo?
El enfermero traga saliva, su mirada baja rápidamente. El tipo es intimidante, no cabe duda, pero eso no significa que tenga derecho a comportarse como un gilipollas.
-Lo... lo siento, señor - tartamudea el muchacho, retrocediendo un paso. Pero antes de que pueda salir de la habitación, el hombre lo agarra por el cuello de la bata con una rapidez que me sorprende. Lo jala hacia él y, con una sonrisa retorcida en los labios, apaga su cigarrillo en la frente del chico.
El grito del enfermero retumba en mis oídos, el sonido de su dolor reverbera en mi pecho, y mi rabia se enciende como una chispa en medio de la oscuridad. La ira me sacude, dándome fuerzas para incorporarme.
-¡Ey! ¡Pedazo de mierda! ¡Déjalo! - grito, mi voz ronca por la sequedad de mi garganta, pero cargada de odio.
El hombre suelta al enfermero, que se tambalea hacia la puerta, escapando como puede. Pero el tipo no parece preocupado. Al contrario, está sorprendido. Me observa, alzando una ceja como si no esperara que pudiera hablar, y mucho menos gritarle. Luego, una sonrisa torcida aparece en su rostro. Una sonrisa que me enferma.
Se acerca lentamente hacia mí, cada paso suyo parece resonar en la habitación, llenándola con su presencia amenazante. Cuando está lo suficientemente cerca, puedo sentir su respiración mezclada con el olor del cigarro impregnando el aire.
-Veo que ya estás despierta, suicida - gruñe, sus palabras rezumando desdén.
¿Qué carajo acaba de decirme?
-¿Quién coño eres tú? - le pregunto, intentando mantener el control de mi voz, aunque mi rabia comienza a hervir de nuevo.
-Ah... verdad - murmura, inclinándose peligrosamente hacia mí hasta que nuestras narices están a solo milímetros de distancia. - Me presento... Soy tu peor pesadilla, muñeca - su tono es burlón, pero la amenaza subyacente es clara.
Este imbécil está jugando conmigo.
-¿Trabajas para Marcus? - mi pregunta es más una afirmación. No necesito su respuesta para saber que está aquí por órdenes de Marcus.
-Qué comes que adivinas... - suelta con una risa, acercándose aún más, casi rozando mis labios con los suyos. Su cercanía me produce una rabia tremenda - Escúchame bien, me importa una mierda si eres la mujer de Marcus o no... - su voz se vuelve aún más baja, más amenazante. - Juro que si me das problemas, yo mismo me daré el gusto de matarte. ¿Entendido?
Mi corazón late más rápido, pero no por miedo, sino por la ira que me consume. Nadie, absolutamente nadie, se atreve a hablarme así.
-Atrévete a tocarme un pelo, matón de quinta, y seré yo quien te mate a ti - escupo las palabras con todo el veneno que puedo reunir, sin apartar mis ojos de los suyos.
Para mi sorpresa, él se echa a reír. Es una risa gutural, sin alegría, que me pone los pelos de punta.
-Demasiado brío para una mujer que quería morir hace unas horas - me agarra del mentón con rudeza, y yo lo aparto de un manotazo. - Como sea... prepárate, salimos en cinco minutos.
Se da la vuelta y sale de la habitación como si nada, su camisa manchada de sangre y su arrogancia dejando un rastro apestoso tras él.
Maldito gilipollas.
Bajo de la cama con dificultad, sintiendo que mis piernas apenas pueden sostenerme. Me tambaleo hacia el baño, mis manos temblorosas buscan algo de apoyo. Joder, creí que podía lograrlo... Preferiría estar en el infierno que regresar a ese maldito lugar.
Tiro la almohada al suelo y desordeno la cama con rabia, como si pudiera deshacerme de mi frustración a través del caos. Pero la debilidad sigue presente, y antes de que pueda darme cuenta, el mundo a mi alrededor gira y mi visión se oscurece. Mi cuerpo se desploma, pero antes de tocar el suelo, unos brazos fuertes me agarran con fuerza, sosteniéndome por la cintura.
Veo los tatuajes de dragones en sus antebrazos, sus escamas verdes contrastan con su piel bronceada. Me mantengo recostada contra su pecho mientras el mareo pasa.
-Mujer torpe - su voz profunda retumba en mi oído, y siento su aliento caliente contra mi cuello.
-¡Déjame! - grito, intentando zafarme de su agarre, pellizcando sus brazos con desesperación. - ¡No necesito tu ayuda!
-Eso no era lo que parecía hace unos segundos - responde con una burla en su tono, sin moverse. Está demasiado cerca de nuevo. - Pero si tanto insistes en que te suelte, pues...
Antes de que pueda protestar, me empuja con fuerza sobre la cama. Mi espalda impacta contra el colchón, y lo miro con furia.
-Maldito animal... - le grito, luchando por incorporarme.
-Termina de cambiarte acostada - me dice con frialdad, sus ojos brillando con desprecio. - No quiero tener que explicar algún golpe extra al jefe.
Sale de la habitación, lanzando una última mirada llena de desdén antes de desaparecer por la puerta. Respiro hondo, intentando calmar la ira que bulle dentro de mí. Lo que me espera en la mansión no será nada bueno.
Desconozco la intención de Marcus al traer a este patán. Mi mente comienza a divagar en cuanto pienso en él. Marcus Anderson, el hombre que ha hecho de mi vida un infierno en la Tierra. Su sola presencia es como una sombra oscura que ha eclipsado cualquier esperanza de libertad que alguna vez tuve. Me ha quitado todo: mi dignidad, mi voluntad, mi razón de vivir. Y ahora, envía a este maldito matón para empeorar aún más las cosas. Estoy segura de que lo ha traído para mantenerme vigilada, para asegurarse de que no pueda hacer nada fuera de sus planes retorcidos. Es como si ni siquiera la muerte fuera una opción a su alcance.
El hombre que ha estado aquí, con su arrogancia y violencia, es sin duda el próximo verdugo que Marcus ha puesto en mi vida. Noche y día, su figura se impondrá sobre mí, recordándome constantemente que no tengo escapatoria. Que mis días, mis pensamientos, incluso mis acciones ya no me pertenecen. Este hombre no tiene rostro todavía en mi mente, pero su actitud ya lo ha marcado como una amenaza constante, una pesadilla viva a la que deberé enfrentar.
¡Dios mío! Mamá... papá... si pueden escucharme, donde quiera que estén, necesito su ayuda. No sé cuánto tiempo más podré resistir. Cada día que pasa siento que me desmorono un poco más. Estoy rota. No hay salida, no puedo escapar. Y ahora, este hombre es solo una nueva herramienta de Marcus para doblegarme, para recordarme que soy su prisionera, su juguete roto.
Me desplomo sobre la cama, el peso de la desesperanza cayendo sobre mis hombros. No hay escapatoria. He intentado quitarme la vida, he intentado romper las cadenas, pero él siempre está un paso por delante. Él siempre gana.
Pero entonces, un pensamiento oscuro y peligroso se infiltra en mi mente, como una serpiente deslizándose entre las sombras. ¿Y si... la única manera de salir de esto es eliminando el problema de raíz? Mi mente vacila ante la posibilidad. ¿Y si la única forma de recuperar mi libertad es matando a Marcus?
El pensamiento me golpea como un relámpago en medio de la tormenta. Es una idea terrible, impensable. Pero a la vez... es liberadora. Si Marcus muriera, todo esto acabaría. No tendría que vivir más con su sombra persiguiéndome, no tendría que temer más por mi vida porque mi vida me pertenecería de nuevo.
Cierro los ojos, tratando de aferrarme a lo poco que queda de mi cordura. ¿Podría realmente hacerlo? ¿Podría realmente matar a Marcus Anderson, el hombre que ha destruido todo lo que alguna vez fui?
No lo sé. Pero lo que sí sé es que no puedo seguir así. No puedo vivir bajo su control, no puedo seguir siendo su prisionera. Debo encontrar la forma de liberarme, y si eso significa ensuciar mis manos con su sangre, entonces tal vez sea un precio que esté dispuesta a pagar.
Debo matar a Marcus Anderson.
MARCUS
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 44 Episodes
Comments
Viviana Bustos Aldana
Para antier es tarde, acaba con esa escoria
2025-03-13
0
Martha Gomez
Completamente de acuerdo.Aguanta y busca la manera, de acabar con esa escoria.
2024-05-20
2
Maria Martinez
bien pensado melanie ya es hora que pague todo el daño que te sigue haciendo en tu cuerpo,alma e espíritu
2023-02-13
3