CAPITULO 2 SU DESEO DE MORIR

MATHIAS

-¿Por qué has tardado tanto? ¡Joder! - su reclamo me hace sonreír un poco. ¿Quién se cree que es? ¿Acaso no sabe que el tiempo es relativo en este mundo?

-¿Cuál es el maldito problema? - devuelvo la pregunta, clavando mis ojos verdes desafiantes en él. Lo veo bajar la mirada tal y como lo esperaba. Se ve que los rumores vuelan. Todo el mundo conoce mi fama; por algo soy "el asesino perfecto".

La poderosa ventaja que tengo en cuerpo a cuerpo se debe a mi 1.90 de estatura y a mi cuerpo trabajado. Tiro perfecto. Soy un asesino desalmado, y soy el terror de todos. Mi rostro es lo último que ven antes de morir. Ese pensamiento siempre me llena de un oscuro sentido de orgullo.

-No tienes ni idea de lo que te estás jugando - dice, ahora un poco más calmado, como si intentara recordarme la gravedad de la situación. - Tienes que cuidar a la señora las 24 horas, sin falla.

La vena en mi frente vuelve a hincharse de la molestia. Todas mis cualidades, mi entrenamiento, mis habilidades, desperdiciadas y reducidas a ser un puto niñero para una tía ricachona. Aunque sea la mujer del gran Marcus Anderson, no le encuentro el sentido a las cosas. Preferiría estar en cualquier otro lugar, como un bar oscuro donde el peligro se sienta en el aire.

-No me lo recuerdes - le hago una mueca obscena y continúo mi camino hacia la mansión. Putos ricos y sus gustos extravagantes. Subo una escalera que parece no tener fin, mis pasos resonando en el mármol pulido. Cada escalón es un recordatorio de mi nueva realidad: un guardián en lugar de un cazador.

Al llegar a la oficina del jefe, entro sin más.

-Señor Marcus - saludo cordialmente, intentando mantener la compostura.

-Mathias Smith... ¡hasta que te dignaste a traer tu puto trasero aquí! - me mira entrecerrando los ojos, su furia evidente. - Tienes suerte de ser mi mano derecha. ¡Demonios! Ya te hubiera metido un tiro por haberme hecho esperar.

-El vuelo se retrasó un poco - digo, sin bajar la mirada, sintiendo cómo la tensión se intensifica en el aire.

Se peina su cabello con una mano, respirando hondo, tratando de calmarse.

-Te traje aquí porque no confío en nadie más para esta tarea - asegura con firmeza. - No le volveré a confiar a mi mujer a ninguno de estos ineptos.

-¡Señor! ¡Señor! - irrumpe en la oficina uno de sus hombres, visiblemente pálido y con la frente perlada de sudor. - ¡La señora no sale del baño y he intentado tumbar la puerta, pero no he podido!

-¡Me cago en la puta! ¡La has dejado sola! ¡¿Dónde coño estabas?! - lo toma de la camisa como si fuera un muñeco, la rabia en su voz cortante.

-Tuve que ir al baño... - masculla entre dientes el pobre infeliz, muerto del miedo.

Sé lo que viene, así que doy media vuelta y salgo de la oficina. Unos segundos después, escucho el disparo. En este negocio, si te equivocas, lo pagas con sangre. Marcus Anderson no perdona los errores.

-¡Recojan este pedazo de mierda y limpien el piso! - ordena, y me hace una seña para que lo siga.

Corremos por un largo pasillo, el eco de nuestros pasos resonando. Lo escucho maldecir durante el recorrido, la preocupación palpable en su voz. Por lo que veo, esta mujer es importante para él. Lo que no entiendo aún es por qué la repentina preocupación de que se haya quedado sola.

Entramos a lo que parece ser su habitación. El caos es total: hay varias cosas rotas, la cama está deshecha y ensangrentada.

-¡Tumba esa puta puerta, Mathias! - su orden es clara. Su rostro denota angustia total, un destello de algo que nunca había visto en él: miedo.

Obedezco sin chistar, y al derribar la puerta en el primer intento, tengo una revelación de la verdad. Una figura femenina, pálida, delgada, sumergida en la bañera que se ha entintado del rojo de la sangre.

-¡Maldición! - mascullo entre dientes y entro al lugar, esquivando los vidrios rotos de lo que parece ser un espejo. Miro a mi espalda. El jefe se ha paralizado frente a la imagen, el horror reflejado en sus ojos.

Tomo el pulso de la mujer. Aún vive, pero no por mucho.

-¡Joder! ¡Maldita sea Melanie! - escucho maldiciones afuera y golpes constantes. Debe estar desquitándose con todo a su paso.

Hago uso de mis conocimientos paramédicos. Le hago unos torniquetes con unas toallas del baño, apretando los nudos lo más posible. Me acerco a ella, la tomo en mis brazos y la llevo fuera del baño, empapando todo a mi paso con su sangre y mi desesperación.

-¡Está viva, señor! - le digo cauteloso, mientras el demonio de la ira lo tiene cogido por las pelotas. Cuando al fin entiende mis palabras, me mira incrédulo, como si le hubiera dicho que el cielo es rojo. Toma una sábana y la arroja sobre su cuerpo desnudo, protegiéndola de la mirada inquisitiva de la muerte.

-Llévala a mi clínica - sus ojos se oscurecen con una mezcla de rabia y miedo. - ¡Maldición! Si la dejas morir, voy a matarte, Mathias.

Afirmo con la cabeza, sintiendo el peso de su amenaza. Salgo a toda prisa con ella en mis brazos. Marcus no es un hombre de amenazas vacías. Si dice que te matará, es seguro que lo hará.

Entro al parqueadero de autos. Por suerte, la camioneta está lista. Recuesto a la mujer en el asiento trasero, tapando bien su desnudez con la sábana. Subo al auto y conduzco como un loco por la carretera, sin prestar atención a nada, mi mente centrada solo en la urgencia de salvarla.

-¡La madre que me parió! ¡Justamente yo tenía que ser tu puto niñero! - digo, golpeando el volante varias veces, la frustración y el miedo a la vez alimentando mi rabia. Miro en el retrovisor y veo su rostro pálido; parece muerta. Su cabello castaño se extiende por toda la silla, y algunos mechones le tapan el rostro, justo en el lugar donde hace unos instantes le vi un hematoma.

¿Por qué querría esta mujer morir? Como sea, no es asunto mío. Lo que sí puedo asegurar es que no me causarás más líos. Juro que no te quitaré el ojo de encima si sobrevives.

¿Pero qué mierda estoy pensando? ¡Tiene que sobrevivir! ¡Mi puta cabeza está en juego!

Llego al hospital a los 15 minutos. Todo un récord. Una camilla está esperando por mí. Todo el personal fue alertado. Deposito a la mujer sobre ella, y los enfermeros hacen lo suyo. Entro al baño del lugar. Veo mi figura en el espejo. Mis ojos verdes solo brillan de malhumor. La camisa que era blanca ya no lo es; mis manos y brazos están manchados de sangre. Abro la llave y empiezo a enjuagarlas. Los tatuajes de dragón en mis antebrazos vuelven a aparecer cuando la sangre empieza a caer.

La mano derecha del gran Marcus Anderson, reducida a un puto niñero. Vigilare 24 horas a una mocosa malcriada, seguramente. Joder, echo mi cabeza hacia atrás de exasperación.

Salgo de allí. Por más de 40 minutos ando de arriba a abajo, con ganas de matar a alguien. Al fin, llego al piso indicado. El médico parece sentir mi aura destructora porque se porta amable y me da todos los reportes sin pedírselos.

La mujer sobrevivirá, para mi buena y a la vez mala suerte.

Sigo al doctor hasta una enorme habitación. La mujer está allí, conectada a un sinfín de aparatos. Aún se ve débil, pero su piel ha tomado algo de color. Debe ser por la transfusión que le hicieron.

Me siento en un sofá cerca de su cama a esperar. La llamada que recibí del jefe durante el maldito recorrido turístico a la clínica me ha dejado fuera de lugar.

"Quédate con ella. Porque si voy yo, soy capaz de matarla de verdad".

Después de eso, colgó. Me estoy metiendo en un terreno desconocido. Me choca estar en este lugar y tener que pasar 24 horas atado a esta mujer.

Por favor, déjame morir... Quiero morir...

La urgencia de esa petición en sus labios antes de sacarla del baño se rebobina una y otra vez en mi mente. ¿Por qué deseas morir, mujer?

MATHIAS

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Comments

Viviana Bustos Aldana

Viviana Bustos Aldana

Cabron algo me dice que vas a quedar encantado con ella y te vas a tragar tus palabras 😡😡😡😡

2025-03-13

0

Nany🌻

Nany🌻

ummmmm, interesante!

2024-11-30

0

Martha Gomez

Martha Gomez

Estoy atrapadisima.

2024-05-20

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