Valeria caminaba con pasos lentos por la calle adoquinada, sus zapatos gastados dejando huellas en el barro reciente. El sol caía a plomo, haciendo que el aire caliente se mezclara con el olor a humo y a pan recién horneado de la panadería en la esquina. Pero a ella poco le importaba el ambiente; sus pensamientos estaban demasiado nublados, atrapados en la incertidumbre de un mañana que no parecía prometerle nada bueno.
Desde hacía meses, su hogar había sido la noche, y la calle su única compañera. Entre cartones, puentes y parques, había aprendido a sobrevivir sin pedir permiso, sin esperar nada. La ciudad la había adoptado de manera cruel, dándole solo migajas de afecto y muchas sombras que se escondían en cada rincón. Pero Valeria no se rendía. Tenía una fuerza interior que ni ella misma terminaba de entender, esa mezcla de orgullo y esperanza que la mantenía en pie.
En ese instante, mientras pasaba frente a un buzón oxidado, algo llamó su atención. Un sobre blanco, apenas sobresaliendo entre el montón de correspondencia desordenada, parecía brillar con una luz propia, como si esperara ser descubierto. Valeria se detuvo, dudando, pero la curiosidad pudo más. Extendió la mano con cuidado y sacó el sobre.
Su nombre estaba escrito con una caligrafía elegante y formal: “Valeria Montenegro”. No podía creerlo. Durante años había soñado con algo así, con una oportunidad que la sacara de aquel laberinto de calles y noches. Pero nunca se había atrevido a imaginar que realmente llegaría.
Abrió el sobre con dedos temblorosos, y dentro encontró una carta impresa, impecable, con el sello del prestigioso Internado San Bartolomé de la Plata. La carta anunciaba que había sido seleccionada para una beca completa, una oportunidad única para estudiar y vivir en uno de los centros educativos más reconocidos del país.
Las palabras parecían flotar ante sus ojos, llenándola de una mezcla extraña entre incredulidad y esperanza. Leía y releía la carta, como queriendo asegurarse de que no era un sueño, de que aquello no se desvanecería al despertar. La beca cubriría todo: alojamiento, comida, estudios… todo. Solo tendría que llegar y demostrar que valía la pena.
Pero en el fondo de su corazón, Valeria sentía también miedo. Dejar atrás la calle que la había formado, cambiar su mundo conocido por uno lleno de reglas, de gente elegante y expectativas que no sabía si podría cumplir. ¿Podría realmente encajar en un lugar tan distinto a todo lo que había vivido?
Guardó la carta con cuidado dentro de su vieja mochila y siguió caminando, el ruido de sus pasos mezclándose con los murmullos de la ciudad que parecía no dormir nunca. En ese momento, la noche ya comenzaba a cubrir el cielo, tiñendo las casas de un azul profundo y misterioso.
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Fecha: 15 de agosto
Mes: Agosto
Ubicación: Ciudad de Buenos Aires
Hora: 9:00
Lugar: Su modesto departamento alquilado, habitación oscura con una ventana pequeña
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Cinco días después, Valeria se encontraba en la pequeña habitación que había conseguido gracias a un viejo conocido. No era mucho, pero era un techo donde refugiarse. En el rincón, sobre la mesa, la carta seguía ahí, ahora algo arrugada, pero no menos valiosa.
El día de partir al internado se acercaba, y con él, la mezcla de emociones crecía en su interior. Empacaba con cuidado sus pocas pertenencias: una muda de ropa, algunos libros que había robado o encontrado, y la vieja libreta donde escribía todo lo que sentía, todo lo que soñaba en silencio.
Por momentos, se detenía a mirarse en el espejo, observando a la joven que veía reflejada. No sabía si aquella chica de ojos profundos y cabello rebelde estaba lista para enfrentar el mundo que le esperaba. Pero no había vuelta atrás.
Afuera, la ciudad despertaba con su rutina implacable. Los autos, las voces, el ritmo frenético que Valeria había aprendido a esquivar. Ahora, su destino sería otro.
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Fecha: 20 de agosto
Mes: Agosto
Ubicación: Estación de trenes de Retiro
Hora: 14:45
Lugar: Plataforma 7, vagón del tren rumbo a La Plata
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El tren era un monstruo de metal que rugía mientras avanzaba lentamente, llevándola lejos de la ciudad que conocía. Valeria se sentó junto a la ventana, con la mochila sobre las piernas y la carta bien guardada en su bolso.
El paisaje cambiaba lentamente: edificios altos daban paso a zonas más abiertas, árboles, y finalmente, el horizonte de la ciudad de La Plata que se asomaba a lo lejos.
El corazón le latía con fuerza. Sentía que cada kilómetro que recorría la alejaba de su vida pasada, pero también la acercaba a algo nuevo, desconocido y, quizás, prometedor.
Al mirar a su alrededor, vio estudiantes que conversaban entre risas y modales cuidados, vestidos con uniformes impecables, como sacados de una revista. Valeria se preguntó si alguna vez podría ser parte de ese mundo. Pero no dejó que la duda la paralizara. Tenía un propósito, una oportunidad que nadie más tenía.
El tren seguía su camino, y con cada vuelta, Valeria sentía que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
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Fecha: 20 de agosto
Mes: Agosto
Ubicación: Internado San Bartolomé de la Plata
Hora: 17:00
Lugar: Entrada principal del internado
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El imponente portón de hierro forjado se alzaba ante ella, flanqueado por altos cipreses y un jardín perfectamente cuidado. La fachada del internado era majestuosa, con paredes de piedra clara y ventanales que reflejaban el sol de la tarde.
Valeria respiró hondo y dio el primer paso hacia el interior, sintiendo el crujir de la grava bajo sus botas. El aire tenía un aroma diferente aquí, mezcla de madera antigua, libros viejos y el perfume tenue de los jardines.
Los estudiantes a su alrededor parecían formales y distantes, pero también curiosos. Algunos lanzaban miradas rápidas, otros susurraban entre ellos, intentando adivinar quién era esa joven que llegaba con una mochila desgastada y una mirada que parecía esconder más de lo que mostraba.
Un hombre de mediana edad, vestido con un traje oscuro y una sonrisa amable, se acercó a ella. Era el director, encargado de recibir a los nuevos estudiantes
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