El amanecer bañó la cabaña con una luz suave y tibia. El bosque estaba en calma, como si la noche anterior no hubiera habido amenazas ni tensiones.
En el interior, Yoon despertó primero, estirando sus bracitos con un gran bostezo felino.
Yoon
—Papá… tengo hambre —murmuró.
Antes de que Nacho pudiera levantarse, una voz ronca pero tranquila respondió desde la entrada.
Rocky
—Hay fruta y pan en la mesa. Está fresco.
Yoon
Yoon parpadeó.
—¿Tú eres el alfa? ¿El que nos protegió?
Rocky, apoyado contra el marco de la puerta, asintió sin dejar de mirarlos.
Rocky
—Sí. Puedes llamarme Rocky.
Yoon se le acercó sin miedo, como si lo conociera desde siempre.
Yoon
—Gracias por cuidar a mi papá… nadie lo hace desde hace mucho.
Rocky se agachó para quedar a su altura.
Rocky
—Tu papá es más fuerte de lo que cree. Pero tú también necesitas estar a salvo.
Yoon sonrió, y sin dudarlo, le dio un pequeño abrazo. El alfa se quedó quieto, sorprendido… pero no lo apartó.
Por primera vez en años, alguien lo abrazaba sin temor.
---
Más tarde, Nacho y Rocky compartían el desayuno en silencio. La tensión entre ellos era distinta… más suave, más íntima.
Nacho
—No tienes que seguir cuidándonos —dijo Nacho con voz baja—. Pronto nos iremos.
Rocky
—¿Y a dónde irás? —preguntó Rocky—. ¿A seguir huyendo? ¿A criar a Yoon entre peligros?
Nacho
—No tengo opción.
Rocky
—Tal vez sí la tienes —respondió él, mirándolo directamente.
Nacho
Nacho tragó saliva.
—¿Qué estás diciendo?
Rocky
—Quiero que se queden aquí. Bajo mi protección. En mi territorio.
Nacho
—¿Por qué…? —susurró Nacho— ¿Por qué harías eso por nosotros?
Rocky se acercó. Su voz fue un gruñido suave, casi un susurro instintivo.
Rocky
—Porque desde que llegaste… algo dentro de mí cambió. Y no pienso ignorarlo.
El omega lo miró, con el corazón latiendo con fuerza. Algo se estaba formando entre ellos. No era solo atracción. Era vínculo.
Peligroso. Inesperado. Hermoso.
Nacho
—Yo… tengo miedo, Rocky. No quiero que mi hijo sufra otra pérdida. No quiero que tú te vayas.
Rocky
Rocky levantó su barbilla suavemente con una garra.
—Entonces no me dejes ir.
En ese momento, el aroma de Nacho se volvió más dulce, más fuerte. El instinto omega lo envolvía.
Y el alfa lo sintió. Cada fibra de su cuerpo le gritaba: protege. cuida. permanece.
Pero justo cuando sus hocicos estaban a punto de rozarse…
Yoon
—¡Papá! —gritó Yoon desde afuera— ¡Hay algo raro en los árboles!
Ambos se separaron de golpe.
Y así, cuando el vínculo comenzaba a florecer… el peligro regresaba.
Comments