El sol caía sobre el bosque de Yartel, tiñendo de dorado los árboles altos donde vivían los clanes de animales. En lo alto de una colina, el Clan Canino entrenaba en silencio. Rocky, su alfa, observaba desde una roca. Su mirada era dura, imponente. Nadie se atrevía a hablarle sin permiso.
Desde abajo, un mensajero se acercó apresurado.
Mensajero
—Alfa Rocky… un forastero cruzó el límite norte. Un gato omega… con un cachorro.
Rocky
Rocky frunció el ceño.
—¿Solo un gato? ¿Con un cachorro? ¿Por qué cruzaría a nuestro territorio?
Mensajero
—Dicen que huye… de los zorros del sur.
Rocky no respondió. Se levantó y saltó de la roca con la elegancia de un líder nato.
Rocky
—Muéstrame dónde están. Ahora .
Al otro lado del bosque, Nacho sostenía a Yoon entre sus brazos, agotado. El pequeño tenía las patitas llenas de barro y ojos grandes como lunas.
Yoon
—Papá, ¿nos están siguiendo?
Nacho
—No, bebé… estamos a salvo ahora.
Pero Nacho no estaba tan seguro. Había huido durante dos días, con apenas tiempo para dormir. Solo quería un lugar tranquilo para su hijo. No esperaba cruzar al territorio de alfas.
Un crujido en los arbustos lo hizo tensarse.
Un olor fuerte, dominante… alfa.
Y entonces lo vio.
Rocky.
Alto, con el pelaje gris oscuro y ojos intensos. Su presencia era tan abrumadora que Nacho sintió cómo su cuerpo reaccionaba al instinto: baja la cabeza, no muestres los colmillos.
Rocky
—¿Quién eres? —dijo Rocky con voz firme.
Nacho sostuvo a Yoon con más fuerza.
Nacho
—Soy Nacho… solo busco refugio. No quiero problemas, se lo juro. Mi hijo y yo solo… —tragó saliva— solo queremos vivir.
Rocky lo observó. Sintió el aroma dulce del omega, pero también el miedo que no intentaba ocultar.
Rocky
—¿Ese es tu cachorro?
Nacho
—Sí. Yoon es mi hijo.
Rocky bajó la mirada al pequeño, que lo miraba sin miedo.
Rocky
—Tienen suerte… que yo haya venido primero.
Nacho
—¿Van a echarnos?
Rocky
—Todavía no lo he decidido.
Y sin esperar más, Rocky se dio la vuelta.
Rocky
—Síganme. Hay una cabaña vacía en la frontera. Dormirán allí esta noche. Mañana veremos qué hacer con ustedes.
Nacho dudó… pero no tenía opción.
Y así, el destino comenzó a unir al alfa que no quería vínculos… y al omega que solo quería proteger a su hijo.
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