Hoy es un día bastante común en el supermercado, me tocó trabajar en una caja pequeña y puedo ver de frente al resto de mis compañeros. Para estas horas de la tarde ya han tenido que recurrir a la iluminación artificial, además que las nubes oscurecen un poco la tienda. Estamos en esa estación del año en que las tardes es preferible no salir porque llueve. Esas tardes me encanta pasarlas en mi casita, recostada en una vieja hamaca de hilos, con un libro entre las manos y mientras leo las líneas de sus páginas sentir la brisa de la lluvia y ese espléndido aroma a tierra mojada.
Es de lo más rico y cómodo, una de las cosas que me hacen sentir en paz y en armonía.
Pero sin embargo estoy aquí, en el supermercado, cobrando y escuchando la lluvia sobre el tejado del edificio. No me quedo de otra que resignarme.
El turno se había vuelto bastante aburrido, pues con la lluvia, la tienda estaba un poco sola, algunos de mis compañeros tenían un cliente o dos. y los pocos clientes que estaban no sabían a cual caja registradora entrar porque estaban medianamente libres.
Estaba distraída limpiando mi área cuando veo que mí compañera de enfrente estaba pasando a sus clientes a otra caja, parecía que tenía problemas técnicos con la máquina. Su cuenta aún no había sido saldada cuando se empezó a reiniciar el sistema y tenía problemas con las conexiones. Los clientes que estaban esperando para pagar su mercancía comenzaban a perder la paciencia. Como un intento desesperado de solucionar al menos uno de los problemas les pase su mercancía por mi caja registradora y les cobre para que así pudieran marcharse.
Ojalá la lluvia hubiera durado más tiempo pero no fue así, cada vez el departamento de empezaba a llenar de personas, supongo que talvez sea por qué algunos de mis compañeros ya habían terminado su turno y sus puntos de venta ya estaban cerrados, o porque fueron al baño.
La máquina de mi compañera de enfrente aún no se establecía y llamaron al subgerente, al Señor Varela, tengo entendido que es ingeniero en sistemas computacionales, todo un experto en la materia.
Me di cuenta de que habían recurrido a él porque lo ví, casi enfrente de mi porque estaba en la caja de mi compañera de enfrente. Lucía muy bien como todos los días, con su ropa impecable y su peinado habitual, emanando toda esa autoridad que sale de su rol en la empresa.
Pude darme cuenta de que realmente era un experto puesto que no necesito de mucho para hechar a andar la máquina, y tan pronto como vino se fue.
Con la reintegración de mi compañera el flujo de clientes empezó a disminuir, aunque no demaciado. Cuando llega a el anochecer es muy raro que la tienda esté sola y más si el rato lluvioso a pasado.
La tienda estaba repleta, o al menos el departamento. se acercaba la hora del cierre y muchos clientes corren a las cajas para ser a tendidos y no pasar la vergüenza de que no alcanzaron a pagar.
Las últimas dos horas para el cierre son muy pesadas. mientras dos cajeras cobran la otra limpia una parte del departamento y así se van variando los roles para que todo el departamento quede limpio lo mejor posible, con tantos clientes a esa hora parece una meta imposible.
Cuando por fin se fue la gente, los compañeros vigilantes recorrían el supermercado para verificar que ya no hubiera nadie rondando por el super. Mientras tanto en mi departamento, con forme termina nuestro turno vamos entregando caja hasta que queda solo una y si ya no hay gente también termina su turno. A mí me tocó ser la penúltima en terminar mi turno, entregué mi cambio, me revisaron el estado de la caja registradora y no debía dinero ni me sobraba tanto, asique se podría decir que salí bien librada, una vez sabiendo eso, tome mis cosas y me despedí de mi jefe inmediato y de mi compañera que apenas estaba cerrando su turno por qué ya no había más clientes.
Con paso firme me dirigí hacía la entrada de personal pero a medio camino un compañero obstruia el pasillo porque llevaba unos palets que se colocan en las puertas cuando ya están cerradas.
No sabía cómo rodear a mi compañero sin ocasionar problemas, él no paraba de moverse de un lado y de otro porque tenía que elevar el palet un poco para que no arrastrará pero no terminaba por elevarlo lo suficiente con un aparato que funciona como un gato automotriz.
Si pasaba por su espalda podría golpearme por qué sus manos estaban ocupadas intentado controlar el aparato, y si cruzaba por en frente, podría estorbarle para acomodar el palet.
—mmmgum— intenté llamar su atención pero él seguia atento en lo que estaba haciendo—Este.. disculpa... voy a pasar por enfrente.
el se detuvo al escucharme y se percató de mi presencia
—Ha...—penso unos segundos—Perdon compañera esque hay glorieta tiene que rodearle— sonrió amablemente
—Ha si ya veo— respondí alegre mientras rodeaba la maquina, y nos reímos los dos.
—Que le valla bien compañera—
—Gracias, igualmente— dije amablemente y antes de seguir avanzando pose mi atención a paquetería que está justo aún lado de la entrada del personal y estaba el Señor Varela mirándome fijamente, como si estuviese molesto, como si algo no le hubiese parecido. Por nerviosismo cambie mi atención a la puerta a la que me dirigía y me adentre en ella. Su mirada fue muy penetrante, demasiado fría y parecía molesto.
Por un momento sentí o más bien crei que él había escuchado mi pequeño encuentro con mi compañero y posiblemente no le gusto nuestro trato, como si fuéramos entrañables, la verdad es que mi compañero me cae bien y creo que sería buen amigo pero a mi parecer mi trato hacía mi compañero no fue inadecuado como para tener la mirada de pistola del subgerente ¿o si?
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Elena Patricia Gonzalez Camoa
capítulos
2020-10-09
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