—¿Qué sucede?
—Yo... yo...—me acerco y lo beso de la nada.
Sin permiso.
Nunca me habían temblado las manos.
Ni siquiera cuando maté por primera vez. Ni siquiera cuando la sangre salpicó mi rostro como lluvia caliente y densa.
Pero ahora… ahora me tiemblan mientras sostengo a este hombre lobo.
Lo miro y se ve asustado, sorprendido. Apretando los ojos como si aborreciera lo que estoy haciendo.
Bajo mi cuerpo. Pequeño. Tembloroso. Con la respiración entrecortada. El cabello largo desparramado como seda oscura sobre las pieles.
Me encanta el sabor dulce que emana de su boca. Había besado a muchas pero esto ...es la gloria.
Este omega de la cascada me está volviendo loco desde que lo vi.
El único ser que logró que bajara la guardia. Que me robó una tregua en medio de esta guerra absurda.
Y ahora… ahora lo tengo bajo mí, vulnerable… mío. Por unos minutos, ya luego será del maldito dragón que se case con él. ¿Y si me voy y lo rapto? Mi familia quiere una unión con los lobos, si lo tengo a él puedo hacer el sacrificio. Mierda, nunca me había atraído a otro chico de mi mismo género. Debe ser el alcohol. Me aparto un poco separándose de sus labios.
—Tú… —susurro, con voz ronca, seca por el licor y el deseo—. ¿Quieres irte conmigo?…
Mi mente quiere pensar. Mi orgullo quiere alejarse.
Pero el calor…
El maldito calor me está devorando por dentro.
Mis garras se clavan en las pieles a cada lado de su cabeza. Siento su piel contra la mía, frágil, suave. Y su aroma. Su aroma, maldita sea… está rompiendo el sello de las estúpidas escamas en mi corazón. Se está filtrando en mi cabeza, como veneno dulce, como un llamado imposible de ignorar.
El chico tiembla bajo mí. Me mira por encima del hombro. Confundido. Hermoso.
—¿Qué estás… qué estás haciendo…? ¿te volviste loco?—murmura.
No le respondo.
No puedo.
Mis labios buscan su cuello. Lo huelo. ¿Y si lo marco? Nadie podría reclamarlo. De todas formas está defectuoso. Lo van a desechar ¿cierto?. Apenas una mordida, justo sobre la clavícula. No para herirlo. Para reclamarlo. ¿puedo hacerlo? ¿no me odiará por ello?
Un gruñido escapa de mi pecho.
—¡Louve!—lo llama una doncella de su clan lobo al olerlo a la distancia.
Lo dejo libre.
Maldición.
—Me tengo que ir... olvida que esto pasó, por favor—me dice avergonzado.
Me sentí desechado.
Da media vuelta y se va corriendo.
Siento un vacío brutal. Como si hubiera dejado una parte de mi mismo atrás.
Como si de pronto, mis brazos… mis garras… estuvieran vacías.
—Tsk… —gruño para mí— estúpido lobo.
El cachorro de lobo, sin embargo, no voltea a mirarme. Camina con la frente en alto, seguro con el corazón latiendo fuerte, con la piel todavía ardiendo por donde yo lo había sostenido.
****
—Joven Louve, su madre fue a buscarlo hace un rato y casi descubre que no estaba en su tienda. Por suerte llegó la madre del dragón con el que tiene que casarse. La reina Draconiana la invitó a relajarse porque estaba tensa, para no transmitirle nerviosismo a usted, y mire como viene, borracho y con otro hombre. ¿No teme por nuestras cabezas?
—Perdón Maylen. No quise ponérselo difícil. Solo necesitaba estar a solas... el hombre que viste no importa así que no hagas caso. Solamente es alguien que conocí en la cascada.
—¿Estaba en la cascada? ¡Por la santa diosa de la luna! No puede escaparse así, mi señorito.
—No te preocupes nadie me descubrió porque usé ropa de ustedes. Soy un as del disfraz.
Louve al llegar a su tienda, sus doncellas lo esperaban nerviosas, emocionadas. Por fin podrían alistarlo para la ceremonia de la media noche.
—Mi señorito Louve —dijeron entre risas de alivio y perfumes—, tenemos que prepararlo… esta noche es la ceremonia… esta noche conocerá al dragón con quien sellará el pacto de paz. Apesta, vamos a lavarlo.
Louve se queda quieto.
Y por primera vez… sintió que el destino tenía un retorcido sentido del humor.
Porque habia conocido a un dragón que le gustaba.
Y lo había sentido. Lo había besado.
Y ahora… debía casarse con otro.
Sin saber… que ese dragón malhumorado de alas negras y mirada salvaje… Era Draco el mismo dragón con el que esta predestinado.
La ceremonia había comenzado. La luna se alza en el cielo con su luz azulada.
Los tambores de guerra suenan lentos, profundos, como el latido de una bestia dormida que estaba a punto de despertar.
Los clanes estaban reunidos. Licántropos a un lado. Dragones al otro. El ambiente tenso, expectante, casi eléctrico.
Draco ajustaba los brazaletes de oro en sus antebrazos cuando una voz grave, inconfundible, lo llama desde detrás de las columnas de piedra.
—Dracon. Ya es hora.
Era su padre, Kael.
El Rey Dragón de escamas rojas.
Majestuoso. Imponente. Frío como el acero que lo rodeaba.
Draco camina hacia él en silencio, sabiendo que nada bueno salía de esas plática a última hora.
—¿Qué desea, padre? Se me hace tarde.
El rey lo observa con una mirada dura, afilada.
—Quiero que esta noche… —hizo una pausa breve mientras se acercaba para susurrarle— elimines la hija del clan licántropo con el que te casarás. Se llama Louve.
Draco frunce el ceño, tenso.
—¿Por qué?
El rey dragón chasqueó la lengua, molesto por la pregunta.
—Porque no pienso permitir que mi único heredero… mi sangre pura de dragón… se mezcle con una criatura débil. Una loba cualquiera. Y he escuchado por ahí —su tono se volvió venenoso— que la omega que te tocó es frágil, enferma incluso aunque sea hija de los reyes licántropos.
El corazón de Draco se contrajo de una forma que no entendió.
—Si tanto desprecia a los lobos —gruñe con los colmillos apenas visibles— ¿por qué no cancelar el compromiso?
El Rey soltó una risa baja, seca, sin humor.
—Una tradición milenaria no se rompe así como así, Draco. No sin traer desgracia sobre nuestras cabezas. Si eliminas al cachorro licántropo durante la noche de bodas, los lobos lo tomarán como debilidad. No querrán continuar el pacto. La guerra volverá… y entonces será con honor que arrasaremos sus tierras. Nuestros ancianos tendrán que aprobar la guerra.
Draco apretó los puños.
Una parte de él ardía de rabia.
Otra parte…
Otra parte pensaba en esos ojos azules. En esa mirada serena. En ese aroma que lo volvía loco sin quererlo. Podría estar con él si se deshace de la princesa licántropo. Aunque no está seguro que su padre acepte a un chico. Tendrá que tenerlo de por vida en su habitación y no dejarlo ver la luz del sol. Nadie podría verlo.
Lobo aullido.
Seria su omega. Tendría a su bebé.
Su maldita "presa"… que nunca había sido su enemigo.
Y por primera vez, Draco duda en hacer el bien.
Por primera vez… obedecer parecía tener un sabor dulce.
Draco no dijo nada de inmediato.
Solo lo miró.
Ese hombre frío, que era su padre, que le hablaba de eliminar vidas como quien arranca una flor marchita.
Y sin apartar la mirada, Draco simplemente exhaló despacio, forzando una sonrisa ladeada.
—No se preocupe, padre —su voz era rasposa, grave—. Deje todo en mis manos.
Y giró sobre sus talones.
Caminó hasta su tienda. Y se puso el chal rojo de novio por encima, no quiere bañarse ni quitarse el aroma de aquel lobo que besó. No le importa si a su futura esposa le molesta.
Buscó una botella de licor fuerte. El que usaban los dragones para las batallas.
Destapó. No brindó.
Solo alzó la botella.
—Si voy a cargar con la sangre de alguien inocente… —murmura, con amargura— prefiero hacerlo sin estar completamente en mis cabales.
Y bebió de una, toda la botella.
Hasta que la garganta le ardió y los pensamientos se le adormecieron apenas lo suficiente.
Mientras tanto, en el centro del campamento, la ceremonia estaba lista.
Un enorme podio de piedra había sido decorado con telas rojas y doradas, colores sagrados para ambas razas. Los ancianos dragones y lobos observaban en silencio.
Tres novias del clan licántropo, vestidas idénticas, con gruesos velos que cubrían sus rostros y cuerpos delicados. Pequeñas. Frágiles. Silenciosas.
Nadie podía ver sus caras.
Nadie debía hacerlo.
Era ley.
Cada una había sido seleccionada, para cada dragón… y solo en el lecho, cuando quedaran desnudos ante la luna, podrían mirarse de verdad.
Entre ellas… Louve.
Pequeño, delgado, envuelto en sedas blancas y plata, confundido, nervioso… pero sereno. El único Omega masculino.
Los dragones aparecieron después.
Tres guerreros enormes, de ropajes rojos y poderosos, caminaban firmes hacia sus destinos.
Entre ellos… Draco.
Con el rostro endurecido, la mirada helada, y el veneno del licor aún recorriéndole las venas.
No sabía que uno de esos cuerpos velados…
No sabía que entre esas “novias”…
Estaba él.
Su destino.
Su condena.
Y quizás… su salvación.
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Updated 27 Episodes
Comments
Gelen Burgos
Tengo preferencia por los loquitos intensos , vas por buen camino jajaj
2025-04-18
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Gelen Burgos
Ya veremos
2025-04-18
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