Un dulce vuelo.

«¿Estará bromeando? ¿No que odia a los lobos y ya de por si somos enemigos natos? este dragón si que es raro, aunque muy lindo» Pienso.

 Su figura se materializó frente a mí, imponente, pero esta vez con algo más que su habitual seguridad. Había una determinación en sus ojos, como si algo en su interior hubiera tomado una decisión.

—Te llevo al campamento. Míralo como una cortesía—me dice, con la voz grave, pero con un matiz diferente.

Un gesto que no esperé. Me extendió la mano y pensé que se caía el cielo.

«¿Estara borrachito? No sirve para beber. Jejeje» pienso mientras me río por dentro también tambaleandome.

Me detuve y lo miré, sin saber si debía rechazarlo o aceptar su oferta. Era tarde y, al parecer, la amabilidad no era algo común en aquellos que me rodeaban, mucho menos en alguien como él. Además soy el heredero y el futuro rey de la manada. Se verá feo si se extiende el rumor de que rechace a alguien del clan dragón por muy insignificante que sea pero algo me decía que esa situación olía a peligro.

—No hace falta, puedo ir por mi cuenta, gracias señor sin nombre—respondí, aún algo desconcertado por su generosidad.

—Ya es tarde, chico capricho. Los ancianos no te dejarán pasar esto si llegas tarde a tu propia boda y has tomado mucho, no creo que llegues más allá de algunas millas. Déjame ayudarte, maldita sea o te dejaré botado —insiste, con un tono firme y sin espacio para discusión.

Me mordí el labio, luchando contra mi orgullo, pero en el fondo sabía que no podría llegar al campamento solo en el estado en el que me encontraba. Mi mente estaba nublada por el alcohol, y las piernas me temblaban. Además, si cambiaba a mi forma de lobo, sería más rápido, pero mi cuerpo no respondía como quería. Así que, con una mezcla de resignación y aceptación, asentí.

—Está bien. Gracias —digo, bajando la cabeza, algo avergonzado de no ser capaz de hacer el recorrido por mí mismo.

El extraño sonrió y, sin más palabras, me levantó en brazos con una facilidad que casi me hizo sentir como una maldita pluma en sus fuertes manos.

Su calor era reconfortante, su cuerpo increíblemente sólido y seguro. Por un momento, me sentí como un chichi pequeño, y aunque intenté reprimirlo, una sensación extraña me recorrió. Nunca antes un hombre me había sostenido en brazos solo mi papá.

—Agárrate —me dijo el hombre dragón, mientras su voz resonaba con suavidad, indicándome que rodeara su cuello.

Lo hice, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, sin pensar en lo que eso podría significar. Era difícil ignorar lo bien que se sentía estar tan cerca de él, tan... seguro. Sin embargo, las dudas seguían rondando mi mente.

De repente, como por arte de magia, unas alas negras aparecieron en su espalda, grandes y desplegadas. El hombre con alas de dragón alzó el vuelo, despegando del suelo con la facilidad de un ser que naciera para volar. La sensación de estar suspendido en el aire me golpeó con fuerza, mi estómago se contrajo, y la vista del mundo a mis pies me dejó sin aliento. Podía ver con mis vista mejorada todo el campamento, las luces titilantes de las fogatas a lo lejos, pero mis pensamientos se centraron en lo que sentía en ese momento.

Al principio, la experiencia era asombrosa, pero conforme volábamos más alto, algo en mí empezó a sentirse incómodo. El viento zumbaba a nuestro alrededor, y la altura comenzaba a marearme un poco. Me resbalé ligeramente, lo que provocó que mis piernas, de forma instintiva, se rodearan de su cintura, con más fuerza de la que hubiera querido.

El hombre se tensó bajo mí, un ligero estremecimiento recorriéndole el cuerpo. Mi corazón dio un brinco al darme cuenta de lo que había sucedido, y mi rostro se ruborizó de inmediato. La presión que sentía sobre su virilidad me hizo sentir aún más incómodo. Nunca antes me había sentido tan cerca de alguien de esa forma, ni mucho menos con un chico. La sensación de su cuerpo tan cerca al mío era algo completamente nuevo, algo que me desconcertaba.

Por un segundo, pensé en apartarme, pero algo en su mirada me lo impedía además de que podía caer al vacío. Nunca un chico, ningún ser, me había hecho sentir algo así. Su respiración se tornó más pesada por un momento, como si él también estuviera luchando contra la misma sensación extraña que yo.

¿Por qué estaba reaccionando de esta manera? ¿Qué era lo que estaba pasando dentro de mí?

El hombre dragón, aparentemente, también se dio cuenta de lo que había sucedido. Su rostro se tornó rojo, más aún al sentir la presión de mis piernas contra su cuerpo. Era como si, por un momento, el mundo alrededor de nosotros se desvaneciera, dejándonos solos en el aire.

—Lo siento... —digo, nervioso, tratando de liberar la tensión, pero la situación ya era incómoda. Mi mente estaba en caos, preguntándome por qué me sentía tan inquieto y por qué esta cercanía me afectaba de una manera tan diferente. Mi parte trasera me daba comezón, una necesidad de que aquel dragón me tocara.

Pero el hombre flamas no dijo nada al principio. Solo mantuvo el vuelo, tratando de mantener una postura firme mientras sentía mis piernas aferradas a su cintura. Luego, con una ligera sonrisa, le escuché decir algo que me sorprendió aún más.

—No tienes que disculparte, chico aullido. Es tarde, y estamos volando demasiado alto. —Su voz sonaba profunda, casi grave, como si intentara mantener el control de la situación.

El cielo era oscuro, cargado de nubes, pero no tanto como el humor de mi caballero con armadura.

Sus alas gigantes y negras se agitaban con fuerza mientras cruzaba las montañas, mi cuerpo liviano no era nada en sus brazos, demasiado cerca... demasiado íntimo. Su estado de ánimo cambió de la nada.

Demasiado equivocado para mí.

¿estará enojado porque los lobos y los dragones no se tocan?

¿Porque no se confian?

O peor aún ¿Porque no se desean por ser de diferentes razas?

—Esto es una jodida broma del destino —lo escucho gruñir, con la voz rasposa, con el pecho ardiendo de un calor que no era suyo.

Yo alzo la cabeza, tengo mis orejas ligeramente agachadas, pero mis ojos... mis ojos azules lo desarman.

—¿Qué te pasa ahora dragón que te has amargado?

—Que hueles... —el aprieta los dientes, con sus colmillos queriendo asomarse. — a algo muy dulce. Así que para.

Parpadeo, confundido.

—¿Qué…?

—Estás desprendiendo un aroma muy dulce —escupe con rabia, como si fuera veneno. —Tu lobo... me quiere ahogar con sus feromonas, es peligroso.

Silencio.

Solo el viento.

Solo nuestros cuerpos pegados por el vuelo.

Solo el destino, burlándose.

—Eso no debería pasar —susurro, casi temiendo mi propia voz.

¿Cuando deje salir mis feromonas? Se supone que eso se debe hacer cuando alguien te gusta.

El me mira de reojo, con los ojos brillando como fuego puro.

—Exacto —su voz fue un juramento peligroso—. Los dragones no marcamos a lobos. No los queremos para eso. Ustedes son de más bajo nivel. No los necesitamos. Ustedes si a nosotros.

Y sin embargo…

Su cuerpo lo traicionaba.

Sus garras se aferraban más fuerte a mí.

Sus alas latían más violentas.

Puedo escuchar su corazón latir más rápido, rugía por él.

Y yo... ya olía al extraño.

Como si hubiera pertenecido a él toda la maldita vida.

Quise decir algo más, tal vez disculparme nuevamente o explicar lo que sentía, pero algo en su actitud me lo impidió. Había algo entre nosotros, algo que ni yo mismo lograba comprender.

Por un momento, me vino a la mente la idea de... huir. De escaparme con él. De dejar atrás los matrimonios arreglados, las expectativas de nuestras tribus. Quizás... tal vez si nos fuéramos lejos, podríamos ser libres. Pero no lo dije. No pude. Estaba borracho, confundido, y no podía tomar una decisión así en este momento.

Cuando por fin descendimos, la tierra bajo nuestros pies pareció darme la estabilidad que necesitaba. Me soltó suavemente, y aunque no podía dejar de sentir la incomodidad que había experimentado, estaba agradecido de que me hubiera llevado de regreso al campamento. Mi madre debe estar buscándome como loca.

—Gracias, chico llamas... perdón por lo de las feromonas tal vez fue por el alcohol, nunca antes lo había hecho—musité, tratando de componerme.

Él simplemente me miró con la intensidad en su mirada aún intacta, pero sin decir nada más. Sin embargo, pude ver algo en sus ojos ¿no quería irse?

Se queda un segundo. Mira mis manos y mi cuerpo pero no me ve a la cara. No estaba seguro de qué era, pero había algo en esa mirada perdida que me decía que ambos sabíamos que ese momento había sido... especial.

Cuando me voy, le doy la espalda, pero siento algo sostener mi mano. Me giro y lo veo atrapándome. No me deja ir.

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Gelen Burgos

Gelen Burgos

y yo : aaaaaaaaah

2025-04-18

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