19. La terrible amenaza

Ha empezado a llover y más gotas golpean sobre la ventana, Eliza ve dormir a Fabiola, ella es una niña pequeña. La noche que tuvo que dejar a sus hijos en aquella mansión Safra también llovía, Edward había ido a un campamento, Jonathan había planificado todo para que su hijo mayor con dieciséis años pudiera creerse el cuento de la muerte de su madre.

...*** En el pasado ***...

Por más que Eliza se aferró a decirle que Eliana y Mark si eran sus hijos. Él no le creyó, las pruebas de ADN que tenía en sus manos, señalaban lo contrario, y eso es algo que la madre de los jóvenes no podía entender; ella no lo había traicionado, le tenía demasiado miedo para hacerlo.

- "Te estoy concediendo que los veas por última vez, más vale que no los despiertes, o tendrán que irse contigo, y te aseguro que sufrirían lo mismo que vas a sufrir esta noche", manifestó Jonathan, con aquella sonrisa siniestra que hiela la piel.

Cada día de su vida con Jonathan había sido terrible, desde la primera noche que la tomó a la fuerza, y todas las otras en que solo se quedaba callada y quieta para al menos no ser golpeada; el placer jamás lo conoció a su lado, llegó a esa casa a los diecisiete años y fue sacada de ahí a los treinta y cuatro años.

Eliza besó la frente de sus hijos mientras dormían, entre susurros les dijo que los amaba y que fueran valientes y buenas personas. Luego, se dirigió al vehículo que la esperaba.

- "¿Me vas a matar?", preguntó Eliza sin atreverse a mirar a Jonathan.

- "Le dije a tu familia que te dejaría con vida; con la condición de que desaparezcas de nuestra existencia. Un hombre de mi confianza, te llevará mañana a la medianoche en un avión no rastreable a Moscú, con un pasaporte con nueva identidad, no me interesa lo que hagas, para el resto Eliza Getty morirá mañana cuando pierda el control de su vehículo y caiga al río; te enterraremos, te lloraremos y luego te olvidaremos. Pero te voy a enseñar lo que pasará con tus hijos bastardos si vuelves a aparecer en sus vidas", manifestó Jonathan, mientras el vehículo se alejaba de la ciudad.

Llegaron a lo que parecía un club de caza, ella seguía el camino, mientras avanzaba siendo apuntada por la espalda con una semiautomática. Mientras avanzaba, se podía notar la edificación, un lugar de diversión para hombres, lejos del ruido de la ciudad y de las vistas curiosas.

- "¿Por qué me traes a este lugar?, solo mátame y dile a mi familia, que me dejaste en Moscú", expresó Eliza, sin poder evitarlo.

- "No mereces la muerte, es demasiado consuelo para una traidora como tú, esta es mi vida, el negocio que administro desde hace muchos años, este dinero compró mi matrimonio contigo, y al final no eres diferente a las mujeres de este lugar. Si tú regresas, traeré a tu estúpida hija, y la haré trabajar, y no como alguien caro y refinado, sino como la puta barata de su madre, lo mínimo que atenderá por noche será a diez", aseveró Jonathan tomando el mentón de Eliza con furia.

- "No importa lo que digan esos papeles, ella es tu hija. Eliana es tu hija, no puedes hacerle esto", afirmó Eliza con lágrimas en los ojos.

- "No lo haré yo, sino lo harás tú, si regresas", dijo Jonathan, "y antes de irte vas a probar de lo que se trata, para ver si estás dispuesta a que ella pase lo mismo por lo que pasarás. ¡Llévenla!, y que no tenga descanso hasta que vengan por ella", ordenó Jonathan mientras la arrojó contra el piso.

- "Jonathan no hagas esto, Jonathan, Jonathan", exclamó sin ser escuchada.

Nada de lo que había pasado en su vida, se comparó al terror de esa noche, el miedo se apoderó de ella, el terror de que su hija pasará por ello, la paralizó por muchos años.

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Eliza se sobresalta cuando siente la mano de Gustavo en su hombro, la mirada de terror que refleja le dicen a él que una vez la pesadilla de su pasado la aterra. Se pregunta si es mejor una vez más huir, teme que la amenaza se cumpla en Eliana y eso es algo que ella jamás se podría perdonar.

- "Podríamos irnos, pero dijiste que mientras más años pasen, sería más difícil decir la verdad. No sé ni cómo acercarme, sin levantar sospechas", dijo Eliza con un tono angustiante.

- "La encontremos, Dios tiene que ayudar a saber la verdad tuya y de Fabiola", manifestó Gustavo.

Ambos quedan mirando a la niña que duerme tranquila, el peligro se acerca y muchos estarán en la línea de fuego, ¿podrán protegerse de tanta maldad?, solo el tiempo lo dirá.

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