ADIÓS, ALESSIA

Kairos caminaba con paso firme por la calles cementadas, sintiendo cómo el viento nocturno agitaba su cabello. La ciudad estaba en calma, pero su interior era un caos. Sus manos estaban cerradas en puños dentro de los bolsillos de su abrigo, y su mandíbula apretada con una tensión que no se disipaba desde la conversación con sus padres.

No quería estar aquí. No quería pronunciar las palabras que sabía que lastimarían a la única persona que realmente amaba, pero no tenía elección.

Se detuvo frente a la entrada de un pequeño café con luces cálidas filtrándose a través de las ventanas. Dentro, en una mesa junto a la ventana, Alessia lo esperaba.

Su corazón se encogió al verla. Llevaba un suéter negro de lana que resaltaba su piel blanca y su cabello largo y rubio platinado caía en ondas suaves sobre sus hombros. Se veía hermosa, como siempre, pero había una sombra en su mirada. Ella ya sabía.

Kairos entró y se sentó frente a ella sin decir una palabra. Durante unos segundos, el silencio entre ellos fue insoportable. Finalmente, Alessia fue la primera en romperlo.

—Dime que es una broma —susurró, su voz temblorosa.

Kairos bajó la mirada a sus manos, incapaz de sostener la desesperación en sus ojos —Ojalá lo fuera —murmuró.

Alessia negó con la cabeza, soltando una risa amarga —No puedo creerlo. No después de todo lo que hemos pasado durante estos dos años.

Kairos sintió un nudo en la garganta —No quiero esto, Alessia. No creas ni por un segundo que lo quiero.

— Alessia: Pero lo aceptaste.

Sus palabras fueron un golpe directo a su orgullo, porque sabía que tenía razón. Podía gritar, podía rebelarse, pero al final, había aceptado el matrimonio.

— Kairos: No tenía otra opción.

Sofía lo miró con el ceño fruncido —Siempre hay opciones, Kairos. Siempre.

Él negó con la cabeza, sintiendo cómo su frustración se acumulaba en su pecho.

— Kairos: No cuando se trata de mi familia.

— Alessia: ¿Y qué hay de nosotros? —preguntó ella, con los ojos vidriosos—. ¿Qué pasa con todo lo que hemos construido juntos?

Kairos respiró hondo y tomó sus manos entre las suyas —Escúchame —susurró—. Esto no significa que te estoy dejando.

Alessia se estremeció —¿Cómo puedes decir eso? Vas a casarte con otra mujer.

Él apretó sus manos con más fuerza, como si eso pudiera evitar que se alejara.

— Kairos: Solo necesito tiempo. No sé cómo, pero encontraré la manera de salir de esto. Te lo prometo.

Alessia soltó una carcajada vacía —¿Y qué esperas que haga mientras tanto? ¿Que espere pacientemente a que decidas cuándo estarás listo para mí?

Kairos sintió que su mundo se desmoronaba —Dame una oportunidad.

Alessia apartó sus manos y se levantó con un suspiro pesado —No puedo hacer esto, Kairos. No puedo quedarme aquí viendo cómo te casas con otra mujer mientras me pides que espere.

Kairos sintió un vacío en el pecho —Alessia …

Ella negó con la cabeza y tomó su bolso.

— Alessia: Me voy –El pánico lo golpeó como un puño en el estómago.

— Kairos: ¿Qué?

— Alessia: Voy a irme al extranjero. No puedo quedarme aquí viéndote con ella.

Kairos se puso de pie de golpe, sintiendo que su mundo se venía abajo —No puedes hacer eso.

Alessia lo miró con dolor —¿No puedo? Tú estás eligiendo lo que crees que es tu destino. Yo haré lo mismo.

Kairos sintió que la desesperación lo ahogaba, pero sabía que no podía detenerla. Sabía que la estaba perdiendo.

— Kairos: ¿Volverás? —susurró.

Alessia esbozó una triste sonrisa —Eso depende de ti.

Y con esas palabras, salió del café, dejándolo solo con la certeza de que su amor se escapaba entre sus dedos.

Kairos se quedó allí, inmóvil, mientras el sonido de los tacones de Alessia se alejaba. Cada paso que daba era un golpe directo a su pecho. Su mente le gritaba que corriera tras ella, que la detuviera, que le prometiera que encontraría una solución antes de que fuera demasiado tarde. Pero sus pies no se movieron.

Se dejó caer en la silla con una maldición entre dientes, llevándose las manos a la cabeza. El café a su alrededor seguía lleno de gente charlando, ajenos al desastre que acababa de ocurrir en su mesa.

"Me estoy volviendo loco."

Tomó su teléfono con dedos temblorosos y abrió la conversación con Alessia. Su último mensaje era de esa mañana: Nos vemos a las 8 pm ,Te amo.

Kairos tragó en seco y comenzó a escribir —"No te vayas. Necesito tiempo."

El cursor parpadeó. Dudó. Maldita sea, dudó.Con un gruñido de frustración, borró el mensaje antes de enviarlo y golpeó la mesa con la palma abierta. Un par de clientes lo miraron con curiosidad, pero no le importó.Nada importaba en ese momento.

No supo cuánto tiempo se quedó ahí, pero cuando salió, la noche ya estaba avanzada. Caminó sin rumbo fijo hasta que se encontró en la plaza donde solía reunirse con Alessia en sus años de universidad. Las luces tenues de los faroles iluminaban las bancas y los árboles, dándole un aire nostálgico que lo hizo sentirse aún peor.

Sacó un cigarro de su chaqueta y lo encendió con manos temblorosas. Inhaló profundamente, esperando que la nicotina aliviara algo del peso en su pecho.

— Kairos: ¿Te das cuenta de lo que has hecho? —se preguntó en voz baja, exhalando humo. Sabía la respuesta. Había dejado ir a la única mujer a la que realmente amaba.

Su teléfono vibró en su bolsillo, y por un segundo, su corazón se aceleró con la esperanza de que fuera Alessia.

Pero no. Era su madre. Apretó la mandíbula y contestó con voz áspera.

— Kairos: ¿Qué?

— La madre de Kairos: ¿Dónde estás? La cena terminó hace horas.

Kairos dejó escapar una risa sin humor —Supongo que no importa, ¿verdad? Mientras cumpla con mi deber, poco importa si estoy bien o no.

Del otro lado de la línea, su madre suspiró.

—Sabes que no se trata de eso, Kairos.

— Kairos: Claro que sí —espetó él, apretando el cigarro entre los dedos—. Todo en esta familia se trata de mantener las apariencias, de cumplir con las promesas del pasado sin importar lo que queramos.

— Madre de Kairos: No seas dramático. No es el fin del mundo.

Kairos sintió una risa amarga subir por su garganta —Para mí sí lo es.

— Madre de Kairos: Vuelve a casa —ordenó su madre con firmeza—. Necesitamos hablar.

Kairos no respondió. Solo cortó la llamada y guardó el teléfono en su bolsillo. No iba a regresar. No todavía.

Al día siguiente, lo primero que hizo fue ir al apartamento de Alessia. Golpeó la puerta con insistencia, su corazón latiendo con fuerza.

Nada. Volvió a llamar. Nada.

Tomó su teléfono y marcó su número. Sonó varias veces antes de que la contestadora automática tomara la llamada.

"Hola, soy Alessia. Si es importante, deja un mensaje. Si no, mejor envíame un mensaje de texto."

El tono sonó. Kairos cerró los ojos con frustración—Alessia , por favor, hablemos. No tomes decisiones apresuradas. Solo… llámame.

Colgó, pero en el fondo sabía la verdad. Ella se había ido.

Días después, la noticia llegó a él como un golpe directo al pecho, Alessia había tomado un vuelo al extranjero. Se había ido sin despedirse, sin darle una oportunidad de arreglar las cosas.

Kairos pasó horas mirando la pantalla de su teléfono, esperando un mensaje, una señal de que aún había esperanza.Pero nada llegó.

La realidad cayó sobre él con un peso insoportable. Alessia se había ido. Y él estaba atrapado en un matrimonio que no quería, con una mujer que no entendía.

El destino ya estaba escrito.

Y por primera vez en su vida, sintió que lo había perdido todo.

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Comments

Elvira Fretes

Elvira Fretes

mmm,qué podía hacer Alessia, ser tu amante ?,

2025-03-20

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