Al día siguiente, me dirigí a la empresa y entregué mi carta de renuncia. La reacción de mi supervisor reflejó una mezcla de sorpresa y pesar, pues durante todo el tiempo que trabajé en la ensambladora, rara vez falté al trabajo y siempre cumplí con las metas de producción.
—Es una lástima perder a un empleado tan trabajador como tú —admitió, con evidente sinceridad.
Para que mi madre no sospechara de mis planes de regresar al país, decidí desbloquear su número en mi teléfono y transferirle 300 $. Aunque sabía que no estaba del todo satisfecha, no tuvo más remedio que aceptar el dinero de manera pacífica.
—Bernardo, no deberías ser tan desconsiderado con mamá —me recriminó Abigaíl, con una mezcla de reproche y preocupación en su voz.
Así como tuve que desbloquear a mi madre, hice lo mismo con mi hermana, y no fue sorpresa que me llamara de inmediato. Como era de esperar, comenzó con su sermón sobre la importancia de ser filial y otras cosas que, en ese momento, solo me provocaron rechazo. La verdad, no estaba de humor para soportar su larga charla sobre cuánto sufre mi madre.
—¿Vas a seguir, Abigaíl? —pregunté con sarcasmo, cortándole el discurso.
Subí el volumen de la radio, dejando que resonara en el fondo la canción de The Offspring, "Why Don’t You Get a Job?" (¿Por qué no buscas un trabajo?). Fue una elección deliberada y, aunque podría parecer infantil, era completamente intencional. Abigaíl conocía bien el contexto de la canción, pero fingió no entenderlo. Aun así, sabía que tenía razón.
—Hermano, no seas grosero conmigo —respondió, indignada.
—Si tanto te preocupa el bienestar de mamá, podrías empezar por dejar de ser una carga para ella y conseguir un trabajo —repliqué con una sonrisa sarcástica.
Mi hermana, incapaz de escuchar mis sugerencias, cortó la llamada de inmediato. Sin embargo, le tenía preparada una sorpresa: o consigue un empleo pronto o no sé qué hará, porque he decidido no apoyarla económicamente nunca más. Este pensamiento me arrancó una carcajada de satisfacción. Finalmente, había encontrado la clave para que Abigaíl se callara y dejara de molestarme.
—¿Por qué no me di cuenta de esto antes? —me pregunté a mí mismo, entre risas.
Durante años fui el felpudo de mi familia, y ahora solo espero que no sea demasiado tarde para remediar mis errores. Rescindí mi contrato de alquiler y, para mi alivio, el arrendador no me cobró ninguna penalidad. Además, dejaba el lugar en mejores condiciones de las que encontré.
—Va a ser difícil encontrar a otro inquilino tan responsable como tú —dijo el arrendador, con un atisbo de pesar en su voz.
Es curioso. Para los desconocidos, soy alguien confiable y responsable; pero, para mi madre, soy un malagradecido, y para mi hermana y mis sobrinos, una persona desconsiderada. Lo único que me consuela es saber que, para mi hijo, soy un buen padre.
—¿Estás seguro de que quieres regresar a tu país? —preguntó mi compadre con preocupación.
A pesar de haberme mudado hace 15 años a este país, tengo pocas amistades. Las largas jornadas laborales y el tiempo en el gimnasio no dejaron espacio para socializar mucho. Sin embargo, logré forjar una buena amistad con un compañero de trabajo, Julio Rodríguez, y su esposa, Carmela. Cuando tuvieron a su primer hijo, me honraron pidiéndome que fuera su padrino.
—Estoy muy cansado; además, extraño mucho a mi familia —les respondí con nostalgia.
Organizar mi regreso a mi país fue más sencillo de lo que imaginaba. No siento apego a esta ciudad, ni lamento lo que dejo atrás. Al contrario, el recuerdo de mi tierra natal y el deseo de volver me llenan de tanta emoción que incluso mi problema de hipertensión ha estado bajo control estos días, aunque tomo mi tratamiento con rigor.
—Papá, no puedo ir a buscarte al aeropuerto porque tengo una audiencia ese día en el tribunal —me dijo Armando, mi hijo, con pesar.
Cuando compartí la fecha de mi regreso, Armando se mostró claramente afectado. Como abogado junior en una firma, busca destacarse para que lo hagan socio. Sé que no me está mintiendo; su compromiso es algo que escapa de su control.
—¿Por qué no cambias la fecha de regreso para que pueda ir a buscarte al aeropuerto? —me preguntó, esperanzado.
Aunque me gustaría complacerlo, no puedo hacerlo. Ya tengo todo planeado para iniciar mi negocio, y además, las herramientas y equipos que compré para mi taller de autos ya están en camino, junto con mi preciado auto de colección.
—Es complicado para mí cambiar la fecha de mi vuelo. Cumple con tu trabajo y nos veremos después de mi llegada —respondí con firmeza.
Todo está listo para mi partida. Como siempre, reviso mis redes sociales, el único medio para seguir la vida de Maripily. Desde que nuestro hijo cumplió 18 años, solo me contacta en ocasiones especiales: mi cumpleaños, el día del padre, Navidad o Año Nuevo. Tomó muy en serio la frase de que un buen ex debe ser como un muerto, y aunque respeto su decisión, ella no imagina cuánto la extraño ni cuánto me duele su distancia.
Jueves 27 de junio de 2019…….
Me encuentro en el Aeropuerto Internacional de Capital Región, ubicado al noroeste del Distrito Central Financiero de Lansing, y estoy a punto de abordar un vuelo rumbo a mi país en Sudamérica. Mi destino es mi lugar de origen, una hermosa isla situada al noreste del territorio nacional, con más de 170 km² de costa y las playas más bellas de toda la región.
—Te vamos a extrañar —dice mi comadre Carmela, con un toque de melancolía.
Le doy un abrazo fuerte a mi comadre Carmela y a mi compadre Julio, junto con una despedida especial para mi ahijado Gustavo. Les agradezco profundamente por haber sido un pilar de apoyo durante los 15 años que he vivido en los Estados Unidos, un lugar al que vine para trabajar incansablemente y proveer económicamente a mi familia.
—Si las cosas no funcionan en tu país, recuerda que siempre tienes la opción de volver —añade Julio con sinceridad.
Niego con la cabeza, decidido. No tengo intención de regresar a los Estados Unidos. El informe médico que recibí el mes pasado, revelando que mi salud necesita atención, fue un llamado importante y la razón que me impulsó a tomar esta decisión de volver.
—Ya ahorré lo suficiente para comenzar mi propio negocio —le respondo con entusiasmo.
Aunque Carmela y Julio son amigos leales, ellos no saben lo agotado que me siento de vivir lejos de las personas que realmente importan en mi vida. Me entristece cada vez que me pierdo momentos importantes de mi único hijo. No pude asistir a su graduación universitaria, y aunque Armando me visitó en varias ocasiones, no es lo mismo. Cada vez que regresa con su madre, siento que se lleva una parte de mí.
—Espero recibir buenas noticias pronto —dice Julio en tono de broma.
—Si te cansas, siempre puedes venir a visitarme a mi país —contesto con sinceridad.
Subo al avión lleno de esperanza y anhelo. Dado que no hay vuelos directos hasta mi ciudad natal, debo realizar varias escalas. Tras los retrasos y las largas esperas en los aeropuertos, finalmente abordo el último vuelo que me lleva a la isla en la región oriental de mi país, donde todo comenzó. Es la mañana del viernes 28 de junio de 2019.
—Pili, pronto voy a volver a verte —me digo a mí mismo, con la emoción a flor de piel.
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Comments
mariela
Bernardo como todo fue por su sueño americano para proveer y ayudar a su familia que son unos desconsiderados y no hacen nada desde la madre pasando por su hermana y sobrinos otros inútiles.
Ahora regresa porque todavía está enamorado de su ex esposa Maripily se darán una oportunidad.
2025-03-13
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