Capítulo 10

Llamé a la cocina y le pedí a Julia que hiciera un pastel de chocolate. Celebraré un mes trabajando con Renato.

Hice como todos los días, me bañé, cambié la ropa de cama, hice la higiene de su cuerpo, todavía me siento nerviosa por saber que él siente cada toque mío, hace unos días sentí sus dedos moverse, pero fue solo por un momento, hablé con él, pero no pudo moverlos más, recordó algunos detalles más del accidente, pero no insistí más porque sé lo que pasó, conviví con la persona que atropelló durante tres años, pero no creí necesario contarle que fue a mi madre a quien atropelló, que ella perdió el bazo y los movimientos de un lado del cuerpo, eso le causó una profunda depresión y fue muriendo gradualmente, una buena parte no fue culpa suya, pero sé que él se culpará.

—Isa, ¿estás bien? Te siento nerviosa, sé que no puedo ayudarte, pero si necesitas hablar conmigo, estoy aquí escuchando.

—No pasa nada, ¿tienes noción del tiempo?

—Creo que sí, ¿por qué?

—Porque hoy hace un mes que estoy cuidando de ti.

—Vaya, parece que fue hace mucho más, solo ha pasado un mes.

—Solo, le pedí a Julia que hiciera un pastel de chocolate para celebrar nuestros 30 días juntos.

—Me encanta el pastel de chocolate, qué pena que solo pueda verte comer.

—¿Cómo estás vestido, o no puedes verte?

—Con la ropa del día del accidente, pantalones vaqueros, camisa blanca de manga larga, un chaleco negro, iba medio formal porque salía de esos lugares e iba directo a la floristería.

—¿Y de qué color son tus ojos?

—Son verdes, mi madre decía que cuando estaba de mal humor se ponían en un “tono” más oscuro y cuando estaba tranquilo se volvían color esmeralda.

Julia llegó con mi pastel y una vela común.

—Doña Aurora me vio subiendo con el pastel y me preguntó qué era. Cuando se lo conté, pidió que la esperaras porque vendría a cortar el pastel contigo.

—Está bien, Julia, esperaré, gracias por hacer el pastel.

—Te lo mereces, niña.

Julia se fue y Renato comenzó a hablar.

—Julia siempre fue muy querida, vivía intentando hacer cosas para agradarme, el cariño que mi madre no podía darme, ella me lo daba.

No pude responderle porque Doña Aurora entró en la habitación, me sonrió y se acercó a la cama y le dio un beso en la cara a Renato.

—Hijo mío, ahora creo que he encontrado a la persona adecuada para ti. Isa, cuida de él como si fuera yo misma.

—Doña Aurora, solo hago lo que la señora me paga por hacer, es mi trabajo.

—No, Isabela, haces mucho más que eso, te estás dedicando por completo a mi hijo, y nunca lo olvidaré.

—Me alegro de que la señora esté contenta con mi trabajo.

—Quiero hablar de un tema contigo, pero te pido que escuches hasta el final antes de responderme.

—Qué quiere decirme, ¿hay algo mal?

—Quiero que te cases con mi hijo.

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