El descubrimiento de la verdad sobre Mateo dejó a Lia en un estado de confusión y dolor. A pesar de sus intentos por comprender y perdonar, la traición seguía pesando en su corazón. Los días se convirtieron en semanas, y la distancia entre ellos creció, dejando en su lugar una brecha de incertidumbre.
Una noche, mientras Lia intentaba concentrarse en sus estudios, recibió un mensaje de texto de Mateo. Dudó antes de abrirlo, pero finalmente cedió a su curiosidad.
“Lia, por favor, ¿podemos hablar? Necesito verte y explicarte todo. No puedo soportar más esta distancia. Te extraño.”
Lia suspiró, sintiendo una mezcla de esperanza y desesperación. Sabía que debía enfrentar la situación y escuchar lo que Mateo tenía que decir. Respondió con un breve mensaje, acordando encontrarse en el parque donde solían pasar tiempo juntos.
Cuando llegó al parque, encontró a Mateo esperando en su lugar habitual, cerca del lago. Sus ojos se encontraron, y por un momento, el mundo se redujo a solo ellos dos.
“Gracias por venir, Lia,” dijo Mateo, su voz llena de emoción. “He estado pensando en ti todo el tiempo. Lamento tanto haberte ocultado la verdad.”
Lia lo miró, tratando de mantener la calma. “Mateo, quiero entender por qué. ¿Por qué no confiaste en mí?”
Mateo tomó un profundo respiro. “No quería que te involucraras en los problemas de mi familia. Pensé que si te mantenía al margen, estarías a salvo. Pero me doy cuenta de que solo te lastimé más.”
Lia asintió lentamente. “Lo entiendo, pero aún duele. ¿Cómo puedo confiar en ti si me ocultas cosas tan importantes?”
Mateo se acercó, tomando sus manos. “Te prometo que nunca más te ocultaré nada. Haré lo que sea necesario para ganarme tu confianza de nuevo. Solo dame una oportunidad.”
Lia sintió una punzada de esperanza, pero también sabía que las promesas eran fáciles de hacer y difíciles de cumplir. “Mateo, necesito ver acciones, no solo palabras. Si realmente quieres que esto funcione, tienes que demostrarme que puedo confiar en ti.”
Mateo asintió con determinación. “Lo haré, Lia. Te lo prometo.”
A pesar de sus palabras, los días siguientes fueron una prueba constante de la frágil confianza entre ellos. Mateo trataba de ser transparente y honesto, pero Lia seguía luchando con sus dudas y temores. La tensión entre ellos crecía, y las promesas de Mateo comenzaban a desmoronarse bajo el peso de las expectativas no cumplidas.
Un viernes por la noche, Lia decidió asistir a una fiesta con algunos amigos, buscando una distracción de sus problemas con Mateo. La música y las risas llenaban el aire, pero Lia se sentía fuera de lugar, su mente constantemente volviendo a Mateo.
Mientras se servía una bebida, escuchó a dos personas hablando cerca de ella. Sus palabras captaron su atención de inmediato.
“¿Has escuchado lo último sobre Mateo?” dijo una de las chicas, riendo. “Parece que aún está metido en esos negocios turbios. No puedo creer que su novia no se haya enterado todavía.”
Lia sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. Se acercó, tratando de mantener la calma. “¿Qué dijiste sobre Mateo?”
Las chicas se miraron con sorpresa, pero una de ellas respondió. “Solo estábamos comentando lo que todos saben. Mateo no ha cambiado. Sigue involucrado en esos asuntos oscuros, a pesar de lo que pueda decir.”
Lia sintió que las lágrimas amenazaban con caer. Sin decir una palabra más, salió de la fiesta y se dirigió a casa. Cada paso era un recordatorio de las promesas rotas y de la desilusión que sentía.
Esa noche, decidió confrontar a Mateo una vez más. Lo llamó y acordaron encontrarse en su casa. Cuando llegó, Mateo la recibió con una sonrisa, pero su expresión cambió al ver la seriedad en el rostro de Lia.
“¿Qué pasa, Lia?” preguntó, preocupado.
Lia lo miró, su voz temblando. “Mateo, escuché algo esta noche. Me dijeron que aún estás involucrado en esos negocios turbios. ¿Es verdad?”
Mateo se quedó en silencio por un momento, luego bajó la mirada. “Lia, he estado tratando de salir de todo eso, pero es más complicado de lo que pensé. No quiero mentirte más. Sí, todavía estoy involucrado, pero estoy trabajando para cambiarlo.”
Lia sintió que su corazón se rompía un poco más. “No puedo seguir así, Mateo. No puedo seguir creyendo en tus promesas cuando continúan rompiéndose. Necesito tiempo y espacio para pensar.”
Mateo trató de acercarse, pero Lia retrocedió. “Lia, por favor, no te vayas. Haré lo que sea para arreglar esto.”
Lia negó con la cabeza, las lágrimas cayendo libremente ahora. “Necesito tiempo, Mateo. No puedo seguir así.”
Con el corazón pesado, Lia se dio la vuelta y salió de la casa de Mateo, sabiendo que, aunque el amor que sentía por él era fuerte, las promesas rotas habían creado una herida que tardaría mucho en sanar.
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