Después de su reconexión en la feria benéfica, Lia y Mateo comenzaron a pasar más tiempo juntos, decididos a fortalecer su relación y a superar los desafíos que habían enfrentado. Aunque los rumores seguían circulando, su determinación de estar juntos y de disfrutar cada momento compartido se hizo más fuerte.
Un sábado por la mañana, Mateo sorprendió a Lia con una invitación a un picnic en el parque. Lia, emocionada por la idea de pasar un día tranquilo al aire libre, aceptó con entusiasmo. Llegaron al parque con una manta, una canasta de picnic y una sonrisa compartida.
“Este lugar es perfecto,” dijo Lia mientras extendían la manta bajo un árbol frondoso. “Gracias por la invitación, Mateo.”
Mateo sonrió, acomodando la comida que había traído. “De nada, Lia. Quería hacer algo especial para nosotros. Creo que ambos necesitamos un descanso de todo el estrés.”
Pasaron la mañana conversando y riendo, disfrutando de la tranquilidad del parque. El sol brillaba y una brisa suave hacía que las hojas del árbol susurraran a su alrededor. A medida que avanzaba el día, Mateo sacó una pequeña caja de su mochila y la entregó a Lia.
“Quería darte esto,” dijo Mateo, con una leve timidez en su voz. “Es un pequeño recuerdo de nuestro tiempo juntos.”
Lia abrió la caja y encontró un delicado collar con un colgante en forma de estrella. Sus ojos se llenaron de emoción mientras lo sostenía. “Mateo, es hermoso. Muchas gracias. ¿Me lo pones?”
Mateo asintió y se acercó para colocar el collar alrededor del cuello de Lia. Sus dedos rozaron suavemente su piel, y por un momento, ambos se miraron con una conexión profunda que no necesitaba palabras.
“Es perfecto,” dijo Lia, tocando el colgante con una sonrisa. “Gracias por ser tan considerado.”
Mateo la miró con ternura. “Quería que tuvieras algo que siempre te recordara lo especial que eres para mí.”
El día continuó con juegos y conversaciones. Jugaron a las cartas, hicieron figuras con nubes y compartieron historias de su infancia. Cada momento era un recordatorio de por qué se habían enamorado en primer lugar.
Por la tarde, cuando el sol comenzaba a ponerse, Lia y Mateo decidieron dar un paseo por el lago cercano. Caminaban tomados de la mano, disfrutando del paisaje y de la compañía mutua. La conversación fluía de manera natural, y ambos sentían que la distancia que los había separado se desvanecía con cada paso que daban juntos.
“Mateo, quiero que sepas que este tiempo contigo ha sido increíble,” dijo Lia mientras se detenían a observar el reflejo del sol en el agua. “Me doy cuenta de que, a pesar de los problemas, siempre encontramos una manera de volver a estar juntos.”
Mateo apretó suavemente su mano. “Y siempre lo haremos, Lia. Lo que tenemos es fuerte, y estoy dispuesto a luchar por ello. Los momentos que compartimos me hacen ver que todo vale la pena.”
Lia lo miró con amor y gratitud. “Yo también estoy dispuesta a luchar por nosotros. Gracias por no rendirte y por creer en nosotros.”
Se abrazaron, sintiendo la calidez del otro y la seguridad de su amor. Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, Lia y Mateo sabían que, aunque el camino no siempre sería fácil, los momentos compartidos y su conexión profunda les ayudarían a superar cualquier obstáculo.
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