Ariana salió de la clínica con sus vecinos, el dolor y la tristeza pesando sobre sus hombros como una losa. Tenía un nudo en la garganta que amenazaba con asfixiarla, y la preocupación por no tener ni un centavo para enterrar a su padre la atormentaba. Sin embargo, la comunidad donde vivían no tardó en movilizarse. Los vecinos, que conocían la bondad de su padre y la difícil situación de Ariana, se unieron para reunir el dinero necesario.
Doña Marta fue la primera en hablar con el resto del vecindario, tocando puerta por puerta, explicando la situación. La solidaridad no se hizo esperar. Cada uno contribuyó con lo que pudo, y en cuestión de horas, lograron juntar el dinero suficiente para el entierro.
—Estamos contigo, Ariana — dijo Don Luis, un hombre robusto y de mirada amable, mientras le entregaba una pequeña bolsa con dinero. —Tu padre era un buen hombre, y queremos honrar su memoria—
Ariana, con los ojos llenos de lágrimas, apenas podía articular palabras de agradecimiento. —Gracias, muchas gracias a todos. No sé qué haría sin ustedes—
El día del funeral llegó rápidamente. La pequeña iglesia del pueblo se llenó de familiares, amigos y vecinos que querían despedirse de su padre. El ambiente estaba cargado de tristeza y respeto. Ariana, vestida de negro, permanecía junto al ataúd, su rostro reflejando el inmenso dolor que sentía.
El servicio fue breve pero emotivo. Las palabras del párroco resonaban en el silencio, llenas de consuelo y esperanza. Pero para Ariana, el verdadero impacto llegó cuando salieron al cementerio. Ver el ataúd de su padre siendo bajado al hueco cavado en la tierra fue un golpe devastador. Con cada palada de tierra que caía sobre el ataúd, sentía que su corazón se partía en mil pedazos.
El llanto de Ariana era incontenible, y sus lágrimas fluían sin cesar. Se arrodilló junto a la tumba, incapaz de alejarse, deseando poder detener el tiempo. —Papá, no puedo creer que te hayas ido. ¿Cómo voy a seguir sin ti? — murmuraba entre sollozos.
Los vecinos se acercaron uno a uno, colocando una mano reconfortante sobre su hombro, dándole fuerzas para soportar el dolor. Sin embargo, el peso de la pérdida era abrumador.
Finalmente, cuando el entierro terminó y los demás comenzaron a dispersarse, Ariana permaneció en el cementerio, mirando fijamente la tumba recién cubierta. Doña Marta se quedó con ella hasta que el sol comenzó a ponerse, ofreciendo su apoyo silencioso.
—Ariana, debemos regresar a casa— dijo suavemente Marta. —Tu padre siempre estará contigo en tu corazón. No estás sola—
Ariana asintió lentamente, permitiendo que Doña Marta la ayudara a ponerse de pie. Caminaron juntas de vuelta a la casa, el camino de regreso sintiéndose más largo y pesado que nunca. Al llegar, Ariana se detuvo en la entrada, mirando la pequeña y humilde casa que ahora se sentía vacía y desolada.
Doña Marta le dio un último abrazo antes de despedirse. —Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en llamarme—
—Gracias, Doña Marta— susurró Ariana, su voz quebrada. —De verdad, gracias—
Al cerrar la puerta detrás de ella, Ariana se quedó sola en el silencio opresivo de su hogar. Cada rincón de la casa le recordaba a su padre. Las fotografías en la pared, los objetos personales, incluso el aroma familiar que aún impregnaba el aire.
Se dejó caer en el viejo sofá, su cuerpo temblando por los sollozos que volvieron a aflorar. —Papá— susurró, abrazando un cojín como si fuera lo único que la mantenía conectada a él. El vacío era abrumador, el silencio ensordecedor. Su llanto se intensificó, inundando la casa con la expresión de su dolor más profundo.
El tiempo pasó lentamente esa noche. Ariana no podía dormir, cada vez que cerraba los ojos veía el rostro de su padre, sentía su ausencia de manera aún más aguda. Finalmente, se levantó y comenzó a caminar por la casa, acariciando los muebles y objetos que él había tocado. Encontró una vieja carta que su padre le había escrito años atrás y, al leerla, las lágrimas brotaron de nuevo, pero también encontró una chispa de consuelo en sus palabras amorosas.
“Siempre estaré contigo, Ariana” decía la carta. “No importa dónde esté, mi amor por ti nunca cambiará.”
Con el amanecer, Ariana se dio cuenta de que debía seguir adelante, no solo por ella, sino también por honrar la memoria de su padre. Sabía que él querría que fuera fuerte, que encontrara la manera de vivir su vida plenamente.
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones y tareas. Los vecinos continuaron brindándole apoyo, trayéndole comidas y ayudándola con las tareas cotidianas. Poco a poco, Ariana comenzó a encontrar una rutina en medio de su dolor. Empezó a asistir a un grupo de apoyo en la iglesia, donde conoció a otras personas que también habían perdido a seres queridos. Compartir su historia y escuchar las de otros le dio fuerzas para seguir adelante.
Ella por un momento había olvidado aquel contrato firmado con su puño y letra, un matrimonio que la une a un hombre que a sido su sombra todos estos días, Sergio estaba siempre presenta a su lado, pero ella no podía ver más allá de su dolor, el corazón de Sergio se siente culpable, es incapaz de obligarla a estar con él, pero la necesita para seguir con su plan.
Sandro se lavó las manos muy fácilmente con la muerte del hombre, no era la primera vez que sus empleados fingen una operación y esta vez le tocó al padre de Ariana, una escoria de médico que no piensa en el dolor de los pacientes.
Las noches aún eran fría y dolorosas, a un mes de la tragedia y con el culpable lejos, ya que huyo y no dio la cara, Ariana sigue llorando la muerte de su padre, jamás podrá olvidar los especial que el fue com ella, solo agradece a Dios por el padre que le dio, a sus veinte años, ella aprendió el valor de la vida gracias a su padre.
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Comments
Nancy Parraga
Tienes que ser fuerte y continuar tu vida con dolor y valor Pero ese dr y Sergio deben pagar por lo que le hicieron.
2025-01-01
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Leidism Sivila
Realmente triste 😭😢😭 la situación de todo lo que está pasando
2024-07-18
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Marcela Lopez
que siga adelante
2024-06-30
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