Luego del extraño suceso en la cancha Diana decidió volver al aula un momento y descansar del sol de la mañana. Soportar las exigencias del profesor Leonardo era agotador. Pero aún se mantenía en la mente de la joven el masculino aroma de ese chico hecho para el pecado. Exactamente, se recordó.
Todo lo que te puede brindar es un serio atraso en tu vida de cristiana – dijo una voz en su mente
Decidida a no continuar con la rutina de clases tomó un libro de comics que guardaba en la parte delantera de su mochila. No volvería a la cancha. A pesar de que Samuel le había enseñado como defenderse se encontraba como un pollo apaleado.
Sentándose en una mesa comenzó a leer la historieta y oscilar las piernas mientras lo hacía. Como si lo hubiera llamado su subconsciente apareció Gabriel en la puerta con una mirada de preocupación.
-¿Estás bien, me preocupé cuando no te vi en la cancha de juego? – dijo él tratando de parecer calmado
Diana sonrió correspondiendo su preocupación:
-Sabes, siempre apareces cuando te llamo con la mente…
Gabriel abrió la boca para hablar pero Diana lo frenó con lo siguiente. Las palabras le abofetearon de manera brusca.
-eres ahora mi mejor amigo…
El chico trató de sonreír pero su mandíbula estaba tensa por la cruda realidad.
A veces se debía ser egoísta para lograr algunas cosas
Diana estaba acabando con su cordura.
Ella no conocía hasta qué punto la había analizado.
Mucho antes de acercarse en persona, ya Diana había sido objeto de su amor desde los cultos dominicales de las vacaciones. Solo que él estuvo aguardando… esperando. El tiempo perfecto.
Desde el mismo instante en que la había visto en ese banco adelante apartada de todos supo que era tímida e insegura. Pero las apariencias engañan de una manera parecida a la obra mágica de un cuarto de espejos.
Una persona puede tener distintos rostros a lo largo de su vida; un rostro para cada ocasión en la que quieres esconder lo que realmente sientes. En el caso de Gabriel ahora fingía una sonrisa para ocultar su desamor repentino. Las palabras de Diana le habían roto su orgullo varonil. El chico hasta oyó un cristal partirse...
Espera, era su corazón el que se partía en dos…
Olvidándose de lo que era, de su posición, Gabriel hizo un tic con la mandíbula y cambió su rostro completamente. Ya no era el niño de sonrisas felices, ahora que conocía como Diana le veía, su única opción era ser egoísta.
-¿Tan solo soy un amigo para ti? – dijo él de repente y Diana levantó su mirada del comic.
-¿Gabriel que estás diciendo?, estás brom… - la palabra quedo suspendida en el aire cuando Diana miró los ojos de aquel. Ya no eran felices, sino que un profundo egoísmo los hacía refulgir como el acero más blanco y cortante.
- Me gustas Diana y todo comenzó ese domingo de Junio cuando vi que pasabas al altar con lágrimas en los ojos. Desde ese momento comencé a observarte, a seguirte con la mirada y me lamentaba porque te sentabas lejos – dijo Gabriel sin perderse la mirada de estupefacción de la chica.
-Pero yo… pero yo… -masculló Diana
-Llámalo como quieras, hasta locura, pero voy a protegerte de todo aquel que quiera robar esa sonrisa inocente de tu rostro. Antes en esta semana me contaste de tu pasado, pero si te digo la verdad, pareciera que nunca hubo mancha de pecado en ti y joderé de veras al que quiera apartarte de mi lado – esta vez Gabriel dijo esto acercándose hasta donde ella balbuceaba
Diana había perdido el habla.
No puede ser ¿en qué mundo los mejores amigos se conocen de buenas a primeras y dicen que te aman? Entonces se dio cuenta de que Gabriel estaba a centímetros de su rostro. En ese momento Elizabeth entraba al aula y al verlos tan cerca carraspeó con enojo
-¿¡Interrumpo algo!?- dijo ella
Los dos chicos estaban mudos. Uno por razones de que había soltado la bomba, en cambio Diana estaba procesando la información todavía.
-Solo estaba asegurándome de que ella estuviera bien – habló Gabriel con los ojos todavía brillantes y fulminando a la intrusa
-No te parece ya suficiente tus reyertas con el chico rudo del final – dijo Elizabeth con exasperación
Gabriel apretó los dientes, justo en ese momento entraba Daniela con un excesivo cansancio. Ignorando el ambiente se derrumbó en una silla.
-¡He chicos! mañana es el culto de vigilia, ¿no asistiremos? – dijo la recién llegada pero nadie respondió
Diana estaba muda, Elizabeth y Gabriel se asesinaban con la vista o realizaban un concurso de quien no parpadea en los próximos veinte minutos. Daniela estornudó y puso cara de asco
¡Puaf!
-El ambiente está cargado de deseos impuros y de ira, ¿chicos que os pasa?
Unos de los dones de Daniela era sentir y discernir en el mundo espiritual los sentimientos de las personas. En ese sentido, Dios la había bendecido para detectar cualquier indicio de algo contrario a su voluntad
-¿¡Qué crees que pase!? – dijeron Gabriel y Elizabeth y Daniela casi pudo ver y percibir las chispas de alta tensión entre ellos.
Era una pregunta pero muy fuera de lugar. Todos sabían lo que pasaba, menos ella que luchaba por averiguar porque sus amigos estaban en ese borde peligroso de oscuridad.
Daniela decidió hacer lo que mejor sabía hacer. Tomó de la mano a Elizabeth y la sacó fuera. Ella se resistía pero al final pudo lograr su objetivo.
Gabriel y Diana se quedaron solos…
-No vas a decir nada, te quedarás callada o decidirás correr a los brazos de Samuel – dijo el chico lamentando haber sacado una parte de él que creía olvidada
- Yo no puedo… lo siento… yo nunca creí que tú – pero antes de decir nada más pasó por el lado de Gabriel y corrió hacia los baños. Era su única escapatoria de lo que parecía imposible. Aun corriendo la imagen de los ojos egoístas y lacerantes golpearon su cerebro. Una profesora la saludó pero ella siguió de largo.
¡Por qué él!… ¡por qué él!…. Ese no es Gabriel… Ese era un demonio
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 60 Episodes
Comments