El mercader del destino

Después de los hechos en esa tarde y de que Daniela supiera el nombre del chico del domingo. Ella lo miraba de lejos mientras bromeaba con Gabriel.

¡Lesder!…

Así se llamaba el chico indomable y cambiante como el caballo del viento.

Nunca se le pasó por la cabeza que los dos fueran a la misma escuela. Pero era en parte, porque pocas veces los alumnos de doce grado se relacionaban con los de primer nivel.

Casi siempre los del tercer nivel se burlaban de los de abajo. Por eso ellos marcaban la diferencia, uniendo con los grupos cristianos a ambas partes.

Daniela lo miró hasta que se despidió de ellos. No sin antes tirarse unas selfies con el grupo, en las que se puso a su lado y sin que nadie lo notara la tomó por la cintura.

Ella huyó de su toque y con rostro serio se mordió el labio inferior tratando de dar respuestas al calor que derretía su inmenso hielo.

Hablaba como un niño, pero su porte y estatura no eran para nada las de un infante. Era peligroso como la manzana prohibida. Era todo un hombre en más de un sentido. Pero sus ojos…

Los ojos de aquel chico revelaban lo profundo de su alma: Existía para adorar a Dios.

Lesder trataba desesperadamente como el viento abrir una fisura en el duro hielo de Daniela, sería imposible su plan si no lo lograba. Cuando él se estaba yendo. Ella corrió para preguntarle:

-¿Quién te dijo que estamos en la misma escuela? – Habló mientras él permanecía de espaldas en la posición de retirarse - ¡No creas que iniciando una guerra conmigo vas a demostrarle a todos que dejas de ser un cobarde!

Lesder sonrió y al voltearse extendió un brazo y le acarició la mejilla.

En verdad buscaba respuestas en la chica que le había profetizado. Tal vez ella le revelaría que estaba mal en su vida y por qué todos le reclamaban que había actuado mal.

Fue la única que le gritó las palabras que ni su mejor amigo le había dicho y ahora se las volvía a repetir. Era verdad y no lo negaba, era un cobarde. Quiso escapar de lo que era porque le temía a las críticas y a la opinión de las personas.

Ahora, mientras sentía la dulce piel de la chica contra sus dedos, se preguntó si sería pecado intentar seducirla. Por un momento al ver en sus ojos azules más detenidamente, notó que no reflejaban a la persona verdadera.

Aquella muchacha se había refugiado en su propio mundo y sabía que a él no le mostraría su yo interior. No cedería fácilmente por lo que debía empujarla al borde de un juego peligroso.

-Ahora mismo soy tu peor pesadilla. Tus amigos no saben lo ocurrido el domingo – las palabras de él fueron como una bofetada cruel- Si les cuento cualquier cosa me creerán y que pasará cuando vean que sus esperanzas depositadas en la chica seria son vanidades ilusorias.

Daniela palideció dramáticamente, estaba reviviendo su tragedia de quinto grado.

-¡Ellos no te creerán! – Dijo ella retrocediendo para zafar su mano de su rostro pero él se acercó más para tocar su piel - ¡Tú eres alguien despreciable y sin corazón!

-Puedo decir que me besaste o que pediste descubrir cosas ilícitas, cualquier cosa escandalosa que conlleve a una explosión de chismes sobre la chica estudiosa y correcta -

Daniela le miró con odio. Lesder era una persona egoísta y cruel. ¿Por qué se lo había encontrado? , ¿Por qué demonios le había profetizado? , ¡Quería darle una bofetada! Pero sus amigos estaban mirando y ella bajó la mano sumisamente.

-Eso es – dijo Lesder con una sonrisa diabólica, a continuación se acercó a sus oídos para susurrarle – Daniela…

Ella se apartó dándole un empujón, para luego observar, como se iba por donde mismo había venido.

¡No podía estar pasando! ¡Su pasado se volvía a repetir!

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