Edgard me trajo a su casa y era muy bonita.
—Espero te sientas cómoda en mi casa. Es una casa humilde, pero es muy cómoda.
—Gracias. Trataré de quedarme el menor tiempo posible. Mañana temprano iré a buscar un empleo y le pagaré hasta el último centavo que ha invertido en mí.
—No hay necesidad de eso. Como le dije, es algo que hago con mucho gusto.
Me trajo a la habitación y se veía muy cómoda y arreglada. Es como si hubiera preparado todo esto de antemano.
—¿Tenía a alguien más aquí?
—No, nadie ha vivido aquí, pero lo mantengo así por si acaso— sonríe—. Voy a preparar algo de comer y le aviso. Puede darse un baño mientras tanto. En el baño encontrará todo lo que necesita. También puede lavar la ropa del hospital. Mañana puedo conseguirle más.
—No se preocupe. Con la que compró es suficiente. Gracias, Sr. Edgard.
—No hay de qué. La dejaré sola para que se instale— salió de la habitación y suspiré.
Esa presión aún estaba en mi pecho. No entiendo qué está sucediendo. Estoy en la casa de un extraño, y que, para el colmo, ha gastado mucho dinero en mí. Mis padres no aparecen por ninguna parte y lo perdí todo. ¿Cómo pudo pasar esto?
Me di un baño y me quedé debajo del agua por un rato. Necesitaba relajarme luego de tanto. Mi cuerpo aún dolía un poco, pero podía soportarlo. Tengo que salir lo más pronto posible de aquí y pagarle todo a Edgard. Al terminar de bañarme, me puse una muda de ropa de las que Edgard me compró. Era cómoda y me cubría completamente. Bajé a la cocina y me acerqué tímidamente. El sonido de su teléfono me alertó, él miró su teléfono y molesto lo colgó.
—Sr. Edgard... — al hablarle se puso nervioso y apagó el celular.
—Srta. Diane, me ha asustado.
—Lo siento. Ya usé el baño.
—La comida está lista. Puede ir sentándose en la mesa.
—¿Puedo ayudar en algo?
—Si quiere puede ayudarme con los platos— sonríe.
—Me parece bien.
Coloqué los platos en la mesa y luego nos sentamos. Se quedó mirándome y me sentí verdaderamente muy incómoda.
—Gracias por la comida. Buen provecho.
—Que la disfrute.
Ambos cenamos, y al terminar, quise lavar los platos. Edgard se acercó y me mostró una llave.
—Esta es la copia de la casa. Se la entrego para cuando la necesite — la agarré, y él se me quedó viendo.
Su mirada me estaba incomodando. Él no estaba actuando así en el hospital.
—Gracias, Sr. Edgard— sonrío nerviosa.
—Voy a ir a bañarme. Espero descanse. Si necesita algo, estaré en mi habitación—se fue de la cocina.
Suspiré aliviada al ver que se fue. Esa mirada que me da me pone nerviosa.
Al terminar, subí a mi habitación y cerré la puerta con seguro. Traté de ser precavida; aunque ha sido muy bueno conmigo, no debo olvidar que es un hombre y un completo desconocido.
Como era de esperarse, durante la noche no pude dormir nada. Tan pronto salió el sol, me bañé y al terminar el aseo, me vestí adecuadamente. Planeaba buscar un empleo, un lugar donde me acepten sin pedir tantos documentos. Salí de la casa y parecía que Edgard estaba todavía durmiendo. Caminé por la ciudad. Estaba lejos del trabajo de la cafetería, y tampoco tenía teléfono para llamar a mi ex jefe. Por otro lado, ninguna de ellas me llamó cuando estaba en el hospital; a pesar de haberles escrito del teléfono de Edgard. Estuve de tienda en tienda, buscando algún lugar donde me aceptaran, pero no encontré nada. Estuve toda la mañana preguntando y buscando. Cuando planeaba ir de vuelta a la casa de Edgard, me encontré una fila de chicas en la cera, lo que me hacía difícil poder pasar. Luego del accidente, le tengo respeto a la carretera. Quise esperar a que se fuera moviendo la fila, ya que por más que pedí permiso, nadie se inmutó a salirse. Me quedé mirando los alrededores, cuando al girarme, vi una rosa delante de mis ojos. Miré a la persona que la tenía en mano, y era un hombre que estaba vestido con un uniforme de jardinería, de color verde. Se veía joven, tez blanca, delgado, unos ojos color cafés que me deslumbraron. Sonríe, mientras sacudía la rosa. Tenía una sonrisa muy bonita y me le quedé viendo. Hombres tan atractivos no se ven todos los días. Seguía sacudiendo la rosa como si quisiera que la cogiera, así que la cogí para no dejarlo plantado y vuelve a sonreír.
—Lo siento, pero ¿esto a qué se debe? —le pregunté.
Él habló, pero no sé entendía bien lo que dijo.
—Disculpa, pero no entendí lo que quiso decir.
Volvió a sonreír y me hizo seña con las manos, mostrándome el nombre de la tienda. Dejándome llevar por sus gestos, creo que tiene alguna discapacidad. Al mirar el letrero de la tienda, era de una floristería. Las chicas que estaban en la fila, estaban frente a esa tienda y se me quedaron viendo. No entendía lo que estaba pasando. Él me hizo seña de que esperara y buscó una libreta en su bolsillo, junto a un lápiz y escribió en ella.
—¿No estaba participando, señorita? — escribió.
—No, no sé ni de qué habla— le dije confundida.
Él sonrió otra vez y volvió a escribir.
—Puede quedarse con la rosa. Combina con el color de su blusa y la hace ver mucho más bonita.
Al leer lo que escribió, mi rostro se calentó. Me quedé sin palabras y continuó sonriendo.
—Gracias — sonreí incómoda.
—Ha dado muchas vueltas, debe estar buscando algo. ¿Puedo ayudarla? — escribió.
—Ni cuenta me había dado de que había dado tantas vueltas por aquí. Efectivamente sí, estoy buscando algo, un trabajo.
Él señaló a la tienda de enfrente. Era un restaurante y había un papel escrito en la puerta.
—Ahí lo más seguro encuentre lo que busca. Están buscando empleados urgente. No es mucha la paga, pero es un buen lugar.
—Muchísimas gracias. No sabe cómo lo necesito. Gracias por la rosa— la llevé a mi nariz y sonreí.
Él sonrió cálidamente y bajó la cabeza. Caminé hacia el semáforo de peatones y mis piernas de alguna manera se tensaron. El semáforo cambió a verde, pero no encontraba cómo caminar. La gente pasó por el lado mío y yo me quedé ahí parada. Observaba la calle y el semáforo, pero no me atrevía a dar un paso. Tenía que vencer el miedo de alguna manera, pero mis piernas no respondían. Incluso mis manos comenzaron a sudar. Cuando la luz cambió a roja y los carros se movieron de un lado para otro, mi cuerpo se paralizó por completo. El sonido de los autos me aceleró el corazón. Cerré mis ojos e incluso mi respiración se agitó. Vuelvo a mirar el semáforo y volvió a cambiar a verde. Sentí una cálida mano en mi espalda. Me giré nerviosa pensando que iban hacerme daño y alterada lo empujé. Al mirarlo, era el joven de la floristería y me miró preocupado.
—Lo siento, lo siento mucho. No quería empujarlo.
Él sonrió amablemente y me hizo seña como si no hubiera sido nada. Me extendió su mano y señaló el semáforo. No encontraba cómo tomarla, pero no quería hacerle el desplante, y menos luego de haberlo empujado; además de que necesitaba cruzar. Se la di y me ayudó a cruzar la carretera. La crucé, pero con los ojos casi cerrados. Mis piernas estaban temblorosas y mis manos también. Al llegar a la otra esquina, él me llevó hasta al frente de la tienda y sonrió. Al soltarme de su agarre, el calor de su mano se sintió familiar. Fue una sensación extraña, que nunca antes había sentido. Sacó la libreta del bolsillo y volvió a escribir.
—Lo logramos. Suerte— sonrió amablemente y bajó la cabeza para despedirse.
—¿Puedo saber su nombre?
—Ezequiel, siempre a la orden— escribió.
—Gracias, Ezequiel— sonreí.
Me giré hacia la puerta del restaurante y suspiré. Si es para mí, lo voy a lograr.
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Comments
rubi salgado
el señor Edgardo será bueno como que esconde algo
2024-11-19
0
Delia Alonso
Todo muy extraño
2024-07-26
1
MALÚ 2834
O su hermano?..a lo mejor los separaron cuando niños
2023-02-16
1