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—¡REGRESA CON NOSOTROS, HIJA! — la voz de mi madre suena muy angustiada y, aunque no puedo ver nada, percibo que algo está mal.

—TRES, DOS, UNO — la voz gruesa de un hombre puedo oír, pero no es la de mi padre.

De alguna manera, todo esto se siente muy familiar…

—¡DIANE, TIENES QUE DESPERTAR! — la voz de ese niño está de nuevo en mi cabeza. ¿Acaso estoy soñando?

—¿Quién eres? — logro preguntar, mi voz está ronca y mi garganta seca.

—¿No me recuerdas? — percibo una profunda tristeza en su voz.

—No ¿Quién eres?

—Diane, tú no puedes olvidarme.

—¿Quién eres? —insisto.

El sonido de un aplauso hace eco en mi cabeza. Es como caer al vacío y sumergirme en una inmensa oscuridad; es como si hubiera sido obligada a permanecer en ese lugar, aun en contra de mi propia voluntad.

—Diane, regresa con nosotros, por favor.

De alguna manera, sentía que esa voz me guiaba. Pude ver una luz muy brillante, que se iba agrandando cada vez que me acercaba a ella. Al abrir lentamente mis ojos, un ardor evitó que pudiera mantenerlos abiertos. Un sonido que se iba agudizando, invadió mis oídos; parecía el mismo sonido de la máquina del suero. Sentía mucho dolor en mi cuerpo, mis párpados se sentían pesados y mi garganta algo seca. Llevo mi mano a la cara, tratando de tapar mis ojos para poder volver abrirlos, cuando escucho una voz cerca de mí.

—¡Por Dios! ¡Enfermera! — la voz de un desconocido escuché, y luché por abrir los ojos.

Al hacerlo lentamente, todo se veía muy borroso a mi alrededor y mi cabeza me comenzó a doler. Efectivamente estaba en un hospital. Pude ver esas largas y rosadas cortinas, más mi otra mano tenía el suero. Estaba cubierta con una sábana blanca. Tres personas entraron a la habitación y el médico encendió una linterna para acercarla a mis ojos. Giré mi rostro al sentir esa molesta luz.

—¿Cómo se siente? ¿Sabe dónde está? — me pregunta el médico, llevando su mano a mi frente.

Asiento con mi cabeza, y sonríe.

—Estará bien.

Salieron de la habitación y no sé cuánto tiempo transcurrió, cuando un hombre bastante atractivo entró al cuarto. Un perfume bastante varonil invadió mis fosas nasales. Se veía maduro, serio, alto, tez blanca y vestía un gabán.

—¿Se siente bien, señorita? — preguntó, en un tono preocupado.

—¿Quién eres? — pregunté, con mi voz algo ronca.

—Lo siento, no me he presentado. Mi nombre es Edgard, ¿y el suyo?

Me quedé pensando por unos instantes y me atreví a responder.

—Diane.

—Es una alivio saber que recuerda su nombre. Discúlpeme, iba distraído y no la vi.

—¿De qué habla?

—No se moleste conmigo, por favor. Yo haré lo que sea para arreglar esta situación. Yo fui el culpable de su accidente, Srta. Diane. Le ruego que me perdone. No sabe lo culpable que me siento.

—¿Usted fue quien me empujó? — pregunté dudosa.

—¿De qué habla, señorita? Yo venía en el auto que la impactó. Me despisté mirando otras cosas y no estaba mirando el camino.

—A cualquiera le puede suceder, supongo— bajé la cabeza.

—¿Así que me dice que alguien la empujó? ¿Vio a la persona?

—No.

Recordé el cuerpo del hombre que estaba tendido en el suelo conmigo y tenía que preguntarle.

—¿Qué sucedió con la otra persona?

—¿Qué otra persona?

—Había un hombre tendido en la calle al lado mío.

—No había nadie más ahí, señorita.

—Yo lo vi.

Se quedó en silencio y me miró confundido.

—Debe estar pensando que estoy loca, pero yo sé lo que vi.

—Jamás pensaría eso.

—¿Dónde está mi mamá? — miré alrededor del cuarto.

—¿Su mamá? ¿Quiere que la contacte?

—Por supuesto. Pensé que ella estaría aquí. Me pareció escuchar su voz.

—Desde el día del accidente, yo he permanecido aquí en el hospital, señorita. No ha recibido ninguna visita. No encontré su información, o algo que me ayudara a avisarle a algún familiar. Puedo llamar a su mamá si me facilita el número, y si no se acuerda, puede darme su nombre completo y puedo averiguar por usted.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Un mes. Tenía miedo de que no despertara nunca.

—¡¿Un mes?! ¿Cómo es eso posible?

—Sí, es posible. Sus heridas no fueron tan graves, según el médico que la atendió, pero estuvo en un estado de coma. Le hicieron varios estudios y todos salieron bien.

—Mis padres deben estar preocupados.

—¿Se acuerda del número de teléfono de sus padres? — sacó su teléfono y me lo acercó.

—Creo que sí.

—¿Lo marco por usted?

—No, yo puedo hacerlo.

Me entregó el teléfono y miré las teclas. Estaba tratando de recordar el número. Mi madre cambia de número muy a menudo. Al marcar el número, acerqué el teléfono a mi oreja. Se escuchaba un chillido y de pronto escuché la voz de mi madre.

—Mamá, soy yo.

—¡Eres una ingrata! Me has tenido preocupada todo este tiempo.

—No ha sido mi intención, mamá. Estoy en el hospital. Tuve un accidente ese día que estábamos hablando por teléfono y.…— no me dejó terminar de decirlo, pues me alzó la voz interrumpiéndome.

—¡Basta de juegos, Diane!

—No estoy jugando, mamá.

—Todo esto lo hiciste para no venir a ver a tu tía, ¿cierto? Ya veo que no eres tan diferente a tu hermana. ¡Ambas son igual de ingratas! — me colgó la llamada, y me quedé escuchando el sonido cuando la cortó.

¿Cómo es posible que no me deje explicarle?

—Debo ir a la casa de mi mamá — le dije a Edgard, entregándole su celular de vuelta.

—No puede ir a ninguna parte. El médico no le ha dado de alta y no lo hará hasta que le hagan unos estudios.

—Debo hablar con mi mamá.

—¿No acaba de hacerlo?

—No me cree una sola palabra.

—¿Quiere que hable con ella?

—No lo escuchará. Debo hacerlo yo misma.

—Está muy delicada. Le prometo que trataré de traerla.

—¿Podría hacer eso por mí?

—Claro. Solo dígame dónde vive e iré a buscarla.

Le di la dirección de mi madre y anotó todo en una libreta de apuntes.

—Le traeré algo de ropa. La va a necesitar para que pueda darse un buen baño y ponerse cómoda.

—No tiene que hacerlo.

—Yo quiero hacerlo. Es lo menos que puedo hacer, luego de haberle causado esto.

—Usted no causó nada. Fue esa persona que me empujó, y no sé con qué intención lo hizo; ni siquiera sé si lo hizo intencional o no.

—Buscaré la forma de averiguar sobre eso.

—¿Es algún tipo de ángel o algo parecido?

—No, pero tengo conexiones que pueden ayudarnos a esclarecer el asunto. No se preocupe por nada. Descanse, yo me encargo de lo demás. ¿Quiere agua?

—Sí, por favor.

Sirvió agua en un vaso de cristal y se acercó a la camilla. Traté de sentarme, pero me dolía todo el cuerpo para hacerlo.

—Permítame ayudarla — subió la cama y sonrió.

Me entregó el vaso de agua y lo acerqué a mi boca, pero al tragar, sentí alfileres en mi garganta. Esa sensación es horrible. Le entregué el vaso de vuelta y le agradecí.

—¿Quiere algo de comer? Sé que la comida de este lugar es asquerosa. ¿Cuál es su comida favorita?

—¿Me traerá lo que sea o me tratará como los médicos? — sonreí, y él rio.

—Puedo traerle un buffet si quiere.

—Eso suena bien.

—Se lo traeré cuando regrese, ¿le parece? Mientras tanto, iré a buscar a su mamá.

—Gracias, Sr. Edgard.

—Y no me llame señor, aunque parezca, no soy tan mayor— rio.

—Lo siento.

—Espero se sienta mejor. Vendré lo más rápido posible— sonrió antes de irse.

Me quedé acostada en la camilla y traté de descansar la vista. Quise tratar de dormir mientras ese hombre regresaba, pero no pude. La enfermera vino varias veces y el doctor también. Me llevaron en una silla de ruedas a hacer un estudio y luego me regresaron a la habitación. Me sentía muy pesada, más que de costumbre, y el mareo no me abandonaba; a pesar de estar acostada. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero estoy segura que fue bastante. Pareció eterno, cuando llegó ese hombre junto a otro a la habitación. Tenían varias bolsas y las colocaron sobre la mesa de noche.

—¿Y mi mamá?

—Fui a la dirección que me dijo, pero no había nadie. Pregunté a los vecinos y me dijeron que hace tres semanas salieron de viaje.

—¿De viaje? Debe haber algún error. Mi madre no saldría de viaje, pues le tiene miedo a las alturas y mi padre también.

—No lo sé, señorita. Solo digo lo que me dijeron. En la casa también se notaba que no había nadie.

Algo está mal. Ella jamás se iría así de la nada. ¿Y para dónde? ¿Se habrá ido con mi tía? Le pedí el teléfono a Edgard y me lo prestó, por más que llamé a mi madre no respondió. ¿Cómo es posible que me dé la espalda en este momento? ¿No se supone que una madre este para sus hijos?

—No se sienta triste. Las cosas se van a solucionar, créame.

—Yo no tengo a nadie más.

—Yo estaré aquí. No estará sola. La ayudaré en todo lo que pueda. Se lo prometo.

—¿Por qué hace esto? No lo voy a demandar si se va, ¿lo sabe?

—No lo hago por eso.

—Entonces ¿por qué?

—Soy el culpable de lo que le sucedió, es lo menos que puedo hacer; aparte no podría dejarla sola en este estado. ¿Qué tipo de persona sería si hago algo así?

—Siento mucho causar estas molestias.

—No tiene que disculparse, el que debe hacerlo soy yo. Está aquí por mi culpa. Realmente me siento mejor sabiendo que despertó. Tenía miedo de que no lo hiciera. Es un alivio saber que está bien. No podía dormir con las pesadillas de ese día. Le pido que me permita hacerme cargo y ayudarla, por favor.

Bajó su cabeza y su expresión mostraba tristeza. No me gusta depender de los demás y menos de un desconocido, pero ahora ni siquiera puedo hacer nada sola. Mis padres no sé dónde están, me abandonaron por completo por un malentendido, y ahora mi salud está atravesando un mal momento. ¿Qué se supone que haga?

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Comments

rubi salgado

rubi salgado

que misterioso es todo

2024-11-19

0

Giovanna Vásquez Medina

Giovanna Vásquez Medina

Excelente capítulo gracias 🫂 querida Natalia Diaz sigamos apoyando con me gusta publicidad comentarios y 🎁💝

2024-07-21

1

Car KLove

Car KLove

hipnosis! que intriga!!!

2023-01-16

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