Mateo contuvo la respiración, sintiéndose abrumado por la proximidad de Sebastián. Podía percibir el sutil aroma del profesor, una mezcla de madera y especias que lo envolvía como una nube cautivadora.
"Espero que continue demostrando ese entusiasmo y dedicación en mis clases. Estoy seguro de que logrará grandes cosas", dijo Sebastián, con su voz grave y envolvente.
Mateo asintió, esforzándose por mantener la compostura. "Lo haré, profesor Castillo. Me esforzaré al máximo para honrar su confianza en mí".
Sebastián lo observó por unos instantes, con una expresión indescifrable en su rostro. Mateo se sintió como si estuviera siendo examinado bajo su escrutinio, y un escalofrío le recorrió la espalda.
"Me alegra escuchar eso, señor Fernández. No dude en acercarse si necesita algo más", respondió Sebastián, dando un paso atrás y rompiendo la intimidad del momento.
Mateo asintió torpemente, sintiendo que las palabras se le atoraban en la garganta. "Gracias, profesor. Con su permiso, me retiro".
Dándose la vuelta, Mateo salió del aula con el corazón desbocado. Cada célula de su cuerpo parecía vibrar con una energía que no lograba comprender. La proximidad de Sebastián Castillo lo había dejado completamente abrumado.
Una vez en el pasillo, Mateo se apoyó contra la pared, tratando de recuperar el aliento. Sentía que sus piernas temblaban ligeramente y que un calor intenso le recorría el rostro.
"¿Qué me está pasando?", se preguntó, consciente de que su atracción por el profesor Castillo iba más allá de lo profesional.
Decidido a mantener el control, Mateo se alejó del aula y se dirigió a su dormitorio, donde encontró a Emma esperándolo.
"¡Mateo! ¿Dónde te habías metido? Te estuve buscando", dijo Emma, al verlo entrar.
Mateo esbozó una débil sonrisa, tratando de ocultar su agitación. "Ah, lo siento, Emma. Me quedé un poco más hablando con el profesor Castillo".
Emma lo observó con atención, notando el ligero temblor en la voz de su amigo. "¿Está todo bien? Te ves... un poco alterado".
Mateo suspiró, sabiendo que no podía ocultarle nada a Emma. "Bueno, yo... Tuve otra conversación con el profesor Castillo y... me siento un poco confundido".
Emma se acercó a él y lo miró con preocupación. "¿Qué pasó? ¿Hizo algo inapropiado?"
"¡No, no! Nada de eso", se apresuró a aclarar Mateo. "Es solo que... su presencia, su forma de hablar, su mirada... me afectan más de lo que debería".
Emma asintió con comprensión. "Entiendo. ¿Sigues sintiéndote atraído por él?"
Mateo se dejó caer en su cama, cubriéndose el rostro con las manos. "Sí, Emma. Cada vez más. Es como si una fuerza invisible me atrajera hacia él. Y no sé qué hacer".
Emma se sentó a su lado y le pasó un brazo por los hombros. "Mateo, no tienes que avergonzarte de lo que sientes. Eres humano y es normal que ciertas personas nos atraigan, incluso si son nuestros maestros".
Mateo levantó la mirada, encontrándose con los ojos compasivos de su amiga. "Pero, Emma, ¿y si me meto en problemas? ¿Y si el profesor Castillo se da cuenta de lo que siento? Podría perjudicar mi carrera".
Emma lo miró con seriedad. "Escucha, Mateo. Lo más importante es que mantengas las cosas en un ámbito profesional. Mientras no cruces ninguna línea y sigas enfocado en tu aprendizaje, no tienes por qué sentirte culpable por lo que sientes".
Mateo asintió lentamente, sintiéndose un poco más aliviado. "Tienes razón. Debo concentrarme en sacar el máximo provecho de las clases del profesor Castillo y no dejar que mis sentimientos interfieran".
"Exacto. Eres un estudiante dedicado y talentoso, Mateo. Estoy segura de que podrás manejar esta situación con madurez", dijo Emma, dándole un apretón reconfortante en el hombro.
Mateo esbozó una pequeña sonrisa, agradecido por tener a Emma a su lado. "Gracias por escucharme, Emma. No sé qué haría sin tu apoyo".
"Para eso están los amigos", respondió Emma, devolviéndole la sonrisa. "Ahora, ¿qué tal si vamos a comer algo? Creo que te vendría bien distraerte un rato".
Mateo asintió, sintiendo que un poco del peso que cargaba en su corazón se aligeraba. "Suena perfecto. Vamos".
Juntos, salieron del dormitorio y se dirigieron a la cafetería, donde Mateo se esforzó por disfrutar de la compañía de Emma y dejar atrás, al menos momentáneamente, la abrumadora presencia del profesor Castillo.
Sin embargo, mientras caminaba, Mateo no podía evitar que su mente volviera una y otra vez a la última conversación con Sebastián. La forma en que lo había mirado, la cercanía que habían compartido, todo ello lo mantenía constantemente intrigado y cautivado.
Sabía que debía mantener el control y concentrarse en sus estudios, pero una parte de él anhelaba volver a sentir esa conexión especial con el enigmático profesor. Mateo se encontraba atrapado en un torbellino de emociones, consciente de que su atracción por Sebastián Castillo iba mucho más allá de lo meramente académico.
Esa noche, cuando finalmente se recostó en su cama, Mateo se permitió sumergirse en sus pensamientos. Cerró los ojos y revivió cada momento, cada gesto, cada mirada compartida con el profesor Castillo. Una sensación de anhelo y deseo lo invadía, y supo que su lucha por mantener la compostura sería cada vez más difícil.
"¿Qué voy a hacer?", se preguntó Mateo, consciente de que su corazón y su mente estaban cada vez más cautivados por el hombre que había llegado a ocupar un lugar central en su vida universitaria.
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Comments
cami2013
um preguntita por qué se repiten las párrafos pero dejando eso de lado es muy buena felicidades autor
2025-02-09
0
Elizabeth Moreno
enamorado o solo es una ilusion pasajera?
2024-05-24
3