Sacrificio y Pacto

El aire en la habitación se sentía caliente, a pesar de que el otoño ya estaba bastante avanzado, la atmósfera se sentía, a cada paso, más pesada, haciendo que las rodillas de la Monja estuvieran tambaleantes y la respiración se empezara a volver agitada, su avanzar lento era un claro signo de la confusión y el miedo que experimentaba desde el fondo de su alma.

―Dein Schmerz!― (¡Tú dolor!) gritó Meskhenet tocando a Iselda en el centro de su pecho con la punta de la daga.

De inmediato Manzur arrancó la blusa de Iselda de un tirón, haciendo que ella cayera al piso gritando de dolor. Aquel erótico adormecimiento que había estado evitando que sus heridas le dolieran, en ese momento desapareció, por lo que de un sólo golpe había comenzado a sentir la tortura de su piel desgarrada, y a pesar de que en un inicio ella trató de soportarlo, el ardor en su espalda lacerada era tan intenso que, sin darse cuenta, Iselda ya había soltado un estremecedor alarido, y comenzado a llorar ruidosamente, entre pequeños espasmos que recorrían su cuerpo.

Al oír aquel desgarrador grito de dolor, la Hermana Clara salió de su trance, abandonando con ésto, cualquier duda... Usando toda su fuerza, rápidamente se abalanzó contra Meskhenet, y sin saber cómo, logró arrebatarle la daga, para de inmediato hundirla en el pecho de aquella joven que antes fue su alumna y ahora consideraba un monstruo.

―Mein Blut!― (¡Mi sangre!) alcanzó a decir Meskhenet, con gran dificultad, al mismo tiempo que iba cayendo al piso.

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Al ver a Meskhenet herida; Iselda comenzó a gritar: ―¡¡Asesina!! ¿¡Qué ha hecho!? ¡¿ Por qué..?!

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―¡Mil veces será condenada el alma de quien le arrebate la vida a un maldito!― declaró Manzur de forma pausada, con un tono grave que hizo temblar a la monja, quien aún sostenía la daga ―Mientras vivas no descansaré hasta que tu alma sea destruida por mis garras...

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―¡Nunca!― interrumpió con un grito ―¡Yo haré lo que sea necesario para salvar mi alma de tus garras infernales!― y empuñando la daga con sus dos manos, la Hermana Clara la levantó arriba de su cabeza para dejarla caer con todas sus fuerzas hundiéndola en su propio cuerpo, mientras gritaba: ―¡Tu maldición nunca me alcanzará!― y un torrente de sangre brotó de su vientre al tiempo que con sus ultimas fuerzas la mujer movía el arma desgarrando su propio cuerpo; entonces cayó de rodillas en el centro de la habitación, mientras Meskhenet volvía a entonar su hechizo:

―Und eine von Angst verdorbene Seele in einem Akt der Sühne!― (¡Y un alma corrompida por el miedo en un acto de expiación!) Su herida iba dejó de sangrar y su voz se tornaba poco a poco más fuerte ―Denn es gibt keine schlimmere Sünde, als das Geschenk des Lebens abzulehnen!― (¡Ya que no hay peor pecado que el rechazar el don de la vida!) Al escuchar ésto la hermana Clara perdió toda su  fortaleza y terminó de derrumbarse, mientras Meskhenet continuaba ―Das Opfer wurde dargebracht, der Bund wurde erfüllt. Ich beanspruche das Existenzrecht, das diese Frau abgelehnt hat!― (El sacrificio ha sido ofrendado, el pacto se ha completado. ¡Yo reclamo el derecho a existir que esta mujer rechazó!)

Con esas últimas palabras la herida de Meskhenet comenzó a cerrar y el dolor de Iselda desapareció, el ritual se había terminado. Manzur levantó entre sus brazos a Iselda, acercándola lo más posible a él, de forma protectora; el calor que irradiaba la hacía sentir como si ya estuviera sanando y alejaban de su mente todo el horror que había a su alrededor...

Meskhenet, aún muy débil, se levantó despacio ―Conforme el corazón de esta mujer se vaya debilitando, el mío se hará más fuerte― informó, acercándose a la Hermana Clara, y agachándose para acariciar su frente concluyó ―Y mientras su alma se condena en el miedo, el odio y la intolerancia; la mía se vuelve más independiente, brindándome el derecho de permanecer en este mundo...

Pero la hermana no la escuchaba, ella estaba sumergida en su propio trance, sin dejar de murmurar: ―Exterminio a los pecadores y demonios, que sólo merecen la ira de Dios... ¡Yo seré su espada! ¡Yo traeré el exterminio para..!

―No somos demonios Hermana, el mundo es mucho más complicado que eso, existen muchos matices más allá del blanco y negro― Meskhenet levantó la mirada y vio a su ahora hermano observando la escena con indiferencia, mientras Iselda se abrazaba a su cuello, escondiendo su rostro en su pecho, Meskhenet dejó escapar un suspiro y le dijo a la moribunda ―Será mejor que nos vayamos, aún es necesario que las almas recién enlazadas consumen su pacto.

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Y mientras Meskhenet salía de la habitación arrastrando a la hermana Clara de un brazo, rompiendo así el circulo con un camino de sangre. Manzur comenzó a besar suavemente a Iselda, la deposito cuidadosamente sobre la cama y comenzó recorrer con sus manos de su cuello a sus senos como quien acaricia una figurilla de porcelana que teme romper. Iselda entonces se abandonó a él; dejó de pensar y por primera vez permitió que su cuerpo tomara las riendas de la situación... Poco a poco Manzur terminó de retirar las pocas prendas que quedaban sobre el cuerpo de su amada, sustituyéndola con húmedos besos que le mostraban a Iselda no sólo su deseo, sino también la reverencia que sentía por ella; en el camino fue despojándola lentamente de su ropa; y mientras contemplaba como ella se retorcía de deseo entre ese mar escarlata de suaves pétalos, él empezó a hacer lo propio con el resto de su ropa, permitiendo que ella lo se deleitara con él.

Ya desnudo Manzur se coloco sobre Iselda, volviendo a besar todo su cuerpo, le acarició entre las piernas, comprobando lo dispuesta que ella estaba a recibirlo, al tiempo que ella correspondía frotando de arriba a abajo su dureza. El tacto de los pétalos de rosa sobre sus cuerpos y su aroma, deleito sus sentidos avivando, aún más, el deseo. Entonces Iselda envolvió sus piernas al rededor de la cintura de Manzur, atrayéndolo más cerca, instándolo a entrar en ella, él la abrazó y le habló al oído con voz ronca por el deseo:

―¿Estas lista?― Ella asintió con un leve movimiento de cabeza ―Sentirás que mueres, pero en realidad estarás despertando a nuestra eternidad ―Ella le besó con toda la pasión de la que era capaz.

―Estoy lista...

Manzul Vladislav penetró a Iselda con toda su fuerza y de la boca de ella brotó un grito que contenía todo su placer y su dolor entremezclados, mientras se transformaba en un ser maldito al igual que su amado.

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“Toda historia tiene un final feliz, solo hay que saber cuando hay que parar de contarla”

Neil Gaiman, Sandman.

Nota:

Me gustan mucho los finales abiertos porque así siento que es la vida, espero que a ustedes no les causen demasiados conflictos. Este sería el último capítulo y sólo publicaré mañana un extra.

Gracias por haber leído esta historia, por sus Likes, por seguirme y por todos sus comentarios.

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