Otra vida

—Es  demasiado tarde para escapar— La voz profunda de Vlad me provocó escalofríos. Él tenía razón, me había confiado en exceso y éstas eran las consecuencias; dejé de forcejear, de repente sentí que ya nada tenía sentido, por primera vez mi mete se encontraba quieta. Me costaba trabajo hilar una idea detrás de la otra y mi cuerpo se sentía ligero. Entonces él me soltó, dándome un ligero empujón para indicar que debía continuar, yo de inmediato negué con la cabeza y el me aclaró —Ya he esperado mucho por éste momento y estoy seguro que tú también— sus palabras me provocaron una nueva ensoñación.

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Iselda de pronto se encontraba en una especie de aldea, en un lugar paradisíaco a cientos de años en el pasado. Era justo el día en el que se le permitiría salir a ver el mundo por primera vez, también fue la primera vez que sus miradas se cruzaron, de inmediato ella supo que él era su alma destinada, su otra mitad que complementaria a la suya, sabía que juntos serían indestructibles e imparables, pero tenía miedo, era demasiado joven y no sabía nada del mundo, por lo que escapo de él…

Gracias a sus dones como sanadora fue bien recibida entre los humanos, en poco tiempo sus chamanes y brujos la consideraron una enviada de sus dioses, convivir con ellos la hizo feliz, sin embargo, sentía añoranza por su pareja, pero aún no se sentía lista, deseaba conocer más del mundo…

—Ya he sido muy paciente contigo, es momento que regreses a mí, para que cumplas con el pacto de nuestros ancestros— era la voz de él que la perseguía en sueños, el reclamo había sido lanzado y ella no podría ignorarlo por más tiempo, y ese hecho entristeció su corazón ya que a los sanadores emparejados no se les permitía salir del territorio, estaban condenados a ser aves enjauladas por el resto de la eternidad.

Aún así Iselda emprendió el viaje de regreso a casa, con los suyos, sin embargo, un ambicioso rey, que había escuchado de la gran enviada de los dioses, deseaba tener el control de sus dones haciéndola su esposa. Ella se negó y por ello fue apresada, aún así, Iselda no accedió a los deseos de aquel monarca, por lo que fue torturada, entonces se cuestionó aquel deseo de conocer el mundo, el precio por su sueño de libertad ahora se le antojaba demasiado alto.

A su tortura se sumó el reclamo suplicante que lanzaba al universo su pareja —Regresa a mí, ya es tiempo, he esperado por ti demasiado— rogaba esa voz que la perseguía en todo momento, rompiéndole el corazón por no poder acudir a su llamado.

Al no poder cumplir con su ruego, Iselda cayó en una tristeza infinita que le hizo dormir casi todo el tiempo, no podía volver a casa y además ya no tenía libertad, entonces comprendió que la crueldad de los humanos era más grande que la sed de sangre de los guerreros de su estirpe, incluso de los que habían sido corrompidos por la ira y el deseo desmedido de la venganza...

El rey humano se dio cuenta que la enviada divina no cedería, por lo que decidió tomar su cuerpo a la fuerza, con la creencia de que eso sería suficiente para doblegar su voluntad. Mientras las doncellas la preparaban para su rey, Iselda tomó su decisión; antes de ser tocada por un ser tan despreciable, primero abandonaría su forma física, después de todo, su cuerpo, en lugar de ser el vehículo de placer y comunión con su pareja, ahora se había convertido en una fuente de tormento, por lo cual era mejor abandonarlo.

En un descuido de sus captores abrió el collar que había llevado siempre con ella como si fuera una reliquia sagrada, y bebió el veneno que había llevado siempre con ella a manera de seguro para poder regresar en caso de que todo saliera mal. Iselda por fin regresaría a casa, pero su pareja tendría que esperar de nuevo por ella. Y mientras abandonaba el pesado lastre que era su cuerpo, por un instante,  deseó poder conservar estos recuerdos, para no volver a hacer esperar a su compañero por la persecución de sueños inútiles, ya que al final, no sentía que hubiese valido la pena.

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Aún estaba aturdida por mi ensoñación, cuando Vlad presionó ligeramente mi espalda para instarme a continuar, para mí era como haber vivido otra vida y de repente despertar a una pesadilla. Al abrir la puerta me sentí atrapada; frente a mí había un circulo con un pentagrama y otros símbolos que no logré identificar, todo iluminado con velas, como una mala película de terror. En el centro de todo ése montaje estaba Meskhenet, sentada en el piso, vistiendo sólo una bata blanca, y al fondo de la recamara se encontraba la cama de mis padres cubierta de pétalos de rosas rojas.

—¿Meskhenet, qué esta pasando? —pregunté asustada.

—¡Son los preparativos!— respondió emocionada —Tú debes intuirlo, pero te lo voy a explicar... ¿Sabes qué significa mi nombre?— negué con la cabeza —Bien, significa “destino”— En ese momento dejó caer la bata para mostrar su cuerpo semidesnudo —¿Ves estas marcas?— En toda su espalda había tatuajes, signos y símbolos que yo había visto en uno de los libros que estaban en latín —Estas marcas son el símbolo de tu linaje, al igual que las marcas de él representan el suyo...

En ese momento Vlad se quitó su chaqueta y su camiseta, todo su torso y su espalda estaban marcados.

—Tenías razón— dijo Vlad —Éstos tatuajes en particular tienen significados muy específicos y señalan nuestra condición de inmortales— hablaba en plural otra vez —Hemos estado aquí por cientos de vidas esperando completar el pacto, pero sólo hasta ahora hemos estado tan cerca de lograrlo.

Entonces Vlad se quitó el bozal, mostrando sus enormes colmillos, se acercó a mí, tan rápido que no pude reaccionar, rodeándome por la espalda con sus brazos, para comenzar a besar mi cuello.

—¡No!, ¡suéltame!— luché a pesar de que mi cuerpo deseaba rendirse ante él —¿Qué haces? ¡Se suponía que eres él hombre de los sueños de Meskhenet..!

—Creo que tienes una idea equivocada, él sí es él hombre en mis sueños, mi maestro y guía, a quien yo sirvo...

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