Donde estoy ahora...

Cada uno de mis nuevos amigos eran personas muy preparadas, contradiciendo todo lo que predicaba la cultura del prejuicio de donde estaba escapando: Messalina impartía dos clases en la facultad de Filosofía al tiempo que trabajaba en su tesis de maestría, Luzige tenía una maestría en Historia del arte y daba clases por la mañana además de fungir como sinodal en el comité académico. Y por su puesto Vlad, era Antropólogo, su tesis sobre “Cultos a Dioses Paganos” había sido premiada y trabajaba como becario en el museo. Todos ellos se habían presentado con mis tíos, quienes valoraban mucho la intelectualidad, en ningún momento los miraron con prejuicios, y curiosamente la edad tampoco era tanto problema; Luzige era el mayor con 30 años, luego Messalina, su pareja, que tenia 27, y Vlad que acababa de cumplir 25; por  lo que aceptaron,  no sólo mi amistad con ellos, sino que los visitara con frecuencia en su negocio.

El local era parte de una vieja casona en la que vivían los tres, por lo que era mucho más grande de lo que aparentaba. Desde el principio me permitieron curiosear por todo el lugar, sin embargo, por respeto y timidez yo siempre me mantuve principalmente en el área del estudio de tatuajes. Ahí, cada uno de ellos tenía su propia área de trabajo, que eran una mezcla extraña entre estudio de arte y consultorio medico, y en cada uno de esos espacios había un enorme librero rebosante de ejemplares antiguos de una calidad que sólo había visto en las películas ambientadas en la época antigua. Muchos visitantes probablemente podrían pensar que eran decoración, pero yo sabía que cada libro era una pieza invaluable de la colección que poseían, y que estaban ahí porque eran apreciados y dignos de ser mostrados.

Así fue como descubrí algunos libros muy interesantes, que con seguridad provocarían un infarto en la Hermana Clara, libros que ilustraban viejas marcas que les hacían a los que realizaban algún tipo de pacto o alianza, ya fuera de mortales con seres que existieron en los tiempos de los viejos dioses, o entre las mismas criaturas fantásticas. Algunas de las marcas se realizaban con tintas rituales que podían ser permanentes o temporales, según era el caso, y otros eran como las escarificaciones de Luzige; heridas hechas de forma similar a como se talla la madera, cada una de gran precisión, para que al cicatrizar dejen una marca especifica que se puede llegar a considerar una obra de arte, un trabajo que desde mi parecer requería un estomago muy fuerte.

La mayoría eran libros de en español, aparentemente de antropología, pero otros era difícil saberlo; venían en lenguas muertas como el latín y el griego, y muchos otros en ingles y alemán, pero los grabados en ellos eran inquietantes, de una forma que no podía explicar resonaban conmigo y al mismo tiempo me asustaban... En ellos había ilustraciones de marcas muy parecidas a las que llevaban Luzige y Messalina, y en el libro más antiguo encontré algunas marcas como las de Vlad...

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—Veo que te estas interesando en los tatuajes— su voz hizo que se me fuera el corazón al estomago, a pesar de que hablábamos por mensajes por horas, en vivo me ponía muy nerviosa —Su historia puede ser apasionante— dijo Vlad al entrar en la oficina-consultorio del salón de tatuajes.

—No estoy segura, me han llamado la atención varios grabados que se parecen a los tatuajes que tienes tú— le dije señalando el dibujo —Es sólo que no entiendo muy bien el latín...

—No hay mucho que entender— respondió con voz calmada, se acercó a mi, sus movimientos eran controlados y lentos, como los de un depredador que no desea asustar a su presa, entonces cerró el libro que tenía entre mis manos.

—Pero otro de tus libros dice que el significado de los tatuajes es muy profundo e importante, porqué es una marca de por vida— le repliqué, en verdad deseaba escuchar una respuesta, la que fuera; eso me significaba permanecer más tiempo a solas con él, bajo el hechizo de su voz —Y me parece extraño que éste tatuaje aparezca donde dice “demontre”.

—No debería parecerte tan extraño— Vlad tomó el libro de mis manos y lo puso sobre el escritorio, en un sólo movimiento, sin dejar de mirarme a los ojos —La mayoría de los rituales paganos estaban dirigidos a entidades que hoy en día serían llamadas demonios— entonces entrecerró los ojos evaluándome —Pero creo entender a lo que te refieres; yo diría que es más una evasión del verdadero tema.

—¿Qué quieres decir con “el verdadero tema”?— contesté vacilante.

—Estas pasado demasiado tiempo aquí, y puedo apostar que ya no asistes a la escuela— Vlad se acercó lo suficiente como para dejarme oler su aliento, un perfume dulzón que me hacia desear probarlo inundo mis sentidos —¿Cuál es el verdadero motivo de esto? Quiero estar seguro de que tú lo conoces...

La pregunta me tomó por sorpresa y no supe qué contestar, era cierto que me estaba escondiendo de la Hermana Clara y de Meskhenet, pero también lo era que podía hacerlo en cualquier otro lugar del mundo, sin embargo, justo aquí era el último sitio donde habíamos estado persiguiendo sus sueños, de repente me sentí triste, me parecía tan lejana esa última aventura, a penas habían pasado poco más de un par de meses, pero sentía como si hubieran sido años. Por otro lado, Vlad estaba aquí, el hombre de los sueños de mi amiga, el ser mítico al que perseguimos una tarde, y la razón por la que no me atrevía a tratar de arreglar las cosas con ella...

—Los humanos se complican mucho— suspiró y me miro casi con pena —Las lealtades van más allá de una simple atracción sexual que se pudiera llegar a sentir. La moral que conoces no siempre tiene la respuesta, lo que tus instintos dicen, con seguridad, es lo correcto, aún cuando no quieras aceptarlo...

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