Negocios y placer

Alek Ivanov

Entro a la oficina de mi padre y una mueca de disgusto se forma en mi rostro.

El lugar parece un antro de mala muerte en vez de la oficina del jefe de la Bratva.

De una patada arranco el tubo de metal instalado en mitad de la amplia habitación. Seguramente disfrutaba viendo bailar a mujeres desnudas mientras esnifaba unas líneas de cocaína.

Idiota. Todo el mundo sabe que no debes consumir de lo que vendes. Es malo para el negocio.

Y lo peor, pierdes el respeto de tus hombres.

El escritorio está lleno de manchas de Dios sabrá qué. Lo tomo y lo lanzo al suelo con tanta fuerza que se parte a la mitad.

Esto parece un prostíbulo.

En la pared donde están los libros y los caros adornos, que al viejo le gustaba comprar, hay ropa interior de mujer y una caja de condones sin abrir.

–¡Iván! –llamo a mi mano derecha.

–Jefe –dice con cuidado cuando ve el desastre.

–Quema este lugar –ordeno.

Camina unos pasos y sus ojos miran los adornos y las pinturas que deben costar una fortuna.

–Hay cosas de valor aquí –comienza, pero se detiene cuando le lanzo una mirada furiosa–. ¿Solo la oficina o toda la mansión?

–Toda la maldita casa –gruño antes de salir–. Lo quiero hecho hoy.

Camino hasta la camioneta que me regaló mi abuelo materno, que es un cacharro que se cae a pedazos, pero tiene un valor emocional para mí, y creo que por lo mismo me he negado a deshacerme de ella.

Mi abuelo la compró cuando Rusia era la Unión Soviética, trabajó dos años en una mina de carbón, sin ningún día de descanso, hasta que pudo comprársela. Y ni siquiera la compró nueva, tenía diez años de uso.

Abro la puerta y sonrío. Todavía huele a los puros que mi abuelo solía fumar.

– YA skuchayu po tebe –digo mientras aspiro el olor.

Te extraño, abuelo.

Lo único que cargué en mi camioneta son las pocas cosas de mamá que encontré tiradas en el sótano de la casa. No es mucho, pero es algo.

Tomo la foto de mamá embarazada de mí y la coloco dentro del bolsillo de mi chaqueta. No quiero separarme de ella. Es una de las pocas fotos que tengo y la necesito. Sobre todo ahora que comienzo a olvidar su rostro, el sonido de su risa y su reconfortante olor.

Quizá por eso extraño tanto a mi abuelo. Él solía hablarme de mamá todos los días, y sé que era difícil para él hablar de su única hija, la persona que más amaba en el mundo, cuando sabía que había tenido una muerte horrible y no estuvo ahí para protegerla.

Cuando ya estoy en la autopista mi celular suena. Decido contestar al ver que se trata de Iván.

–Jefe, Petrov me llamó y dice que Mía Saviano está en Vancouver y está tratando de localizarlo.

No puedo evitar sonreír. Por fin.

–Déjenla que me encuentre. Denle la dirección de mi departamento –ordeno antes de colgar.

Acelero con impaciencia. Por fin la tendré en mi territorio.

No tiene idea de lo que le espera.

*****

–Adelante –digo cuando escucho el golpeteo fuera de la oficina que tengo en mi departamento.

Andrei entra temblando y comienza a tartamudear.

–Mi mi jee...jefe –suelta por fin–. Mi… Mia Saviano… a… aquí.

–Déjala pasar sola –ordeno–. Que sus guardias esperen en la sala.

Asiente y suspiro agradecido cuando desaparece de mi vista.

–Estaré bien, Mike –dice una hermosa voz.

Escucho el repiqueteo de sus tacones chocando con mi suelo de madera y antes de prepararme Mía está en mi campo visual.

Sus ojos verdes, tal y como los recordaba se clavan en los míos, y su ceño se frunce.

–Tú –dice sorprendida.

–El mismo –digo y presiono un botón bajo mi escritorio que cierra las puertas de la oficina.

Su ceja se levanta. –¿Has impresionado a alguien con ese truco barato? –pregunta antes de sentarse frente a mí, luciendo como si fuera la puta ama del mundo y lo es.

Claro que lo es.

–Te sorprenderías –respondo con una sonrisa.

–Espero que me digas por qué tanto afán por esta reunión, señor Kozlov  –dice cruzándose de piernas, dejándome ver el interior de sus muslos desnudos, gracias a la abertura de su falda de cuero negro, lleno de armas.

–Alek Ivanov –gruño–. No vuelvas a llamarme Kozlov.

–Tu apellido me da lo mismo. Quiero saber por qué estoy aquí.

–Dilo.

–¿Perdón?

–Di mi nombre –ordeno.

Sus ojos se oscurecen antes de que su ceño se frunza.

–Alek Ivanov –devuelve y puedo sentir como su voz y obediencia encienden mi sangre–. Disfrutas dando órdenes.

–Y creo que tú disfrutas recibiéndolas –replico.

–En tus sueños –devuelve y coloca su pelo detrás de su oreja antes de volver sus ojos a los míos–. Tus hombres están aterrados de ti.

–Es lo que ocurre cuando matas al jefe anterior y a todos sus hombres de confianza delante de ellos. Te temen. Pero eso tú lo sabes bien. Estuve ahí cuando mataste al soldado de tu papá, ¿recuerdas?

–Lo recuerdo muy bien –declara–. El día que salvé tu vida.

Mis labios se levantan en una sonrisa. –Yo también lo recuerdo bien.

–Dime por qué estoy aquí –exige mientras saca un arma de su muslo y la apunta contra mi cabeza–. Y cuidado con lo que dices, Ivanov, quizá hoy sea el día en que tome tu vida.

Sin poder evitarlo suelto una carcajada. Me encanta esta mujer. Es lo que esperaba y más.

–Imagino que es lindo soñar, kukla.

–No me llames muñeca –masculla.

–¿Sabes ruso?

–Sé muchos idiomas, muñeco –devuelve–. Al grano o pondré una bala entre tus ojos.

Me endurezco de inmediato al escucharla amenazarme. Que delicia de mujer.

–Estoy buscando socios comerciales –digo mientras acomodo mi polla adolorida.

Su ceja se levanta. –¿Y qué te hace pensar que estoy dispuesta a negociar con la Bratva? –pregunta con desdén–. No tienen nada que me interese.

–No estoy tan seguro de eso –digo–. Ya tengo un trato con los Yakuza, los Kinahan y la Cosa Nostra.

–Interesante grupo de amigos –dice con cuidado–. Por lo general los japoneses, los irlandeses y los putos sicilianos no se llevan.

–Los nuevos jefes son mis amigos. Estudiamos en el mismo colegio en Francia.

Se cruza de brazos haciendo que sus pechos suban y me es imposible apartar la vista de ellos.

–La Triada y Los Yakuza son enemigos a muerte, no perderé a mi mejor socio comercial.

–Ming es mi amigo.

Sus ojos se abren cuando menciono el nombre del jefe de la mafia China.

–Todos lo somos –agrego–. Estamos trabajando en una nueva droga. Y necesitamos comprar los insumos y mi amigo Ming dice que ustedes tienen la mejor cocaína del mundo.

–La tenemos –dice recuperándose del impacto–. Envíame una propuesta formal y volveremos a reunirnos –pide mientras me entrega una tarjeta con sus datos personales.

Sonrío. –Estoy seguro que haremos negocios.

–Lo veremos –devuelve poniéndose de pie y dándome la espalda.

Mis ojos van a ese tentador trasero envuelto en cuero. Esta mujer es una puta fantasía hecha realidad.

–Nos veremos, Mía Saviano.

–Si vuelves a matar a otro de mis hombres reduciré esta ciudad a cenizas –declara antes de cerrar la puerta a su espalda, y sé que lo dice en serio.

Mía Saviano es todo lo que esperé y más.

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Comments

Eva Madrueno

Eva Madrueno

cómo la mayoría de los rusos rasgos muy toscos con mirada de matones

2024-05-10

3

katius

katius

suena interesante la propuesta 😏

2024-05-09

1

katius

katius

ya me puedo imaginar como se llevaran éstos dos

2024-05-08

1

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