Capítulo Nº4

Katarina estaba absorta en sus pensamientos, no podía dejar de contemplar esa imagen y mientras que por su espalda sentía como una corriente eléctrica le recorría cada una de sus vértebras erizando por completo su piel. Era la primera vez que deseaba tocar y sentir la caricias de otro hombre que no sea su novio y lo estaba experimentando con una persona que ni siquiera era de carne y hueso, solo era una pintura que le traspasaba el alma. Lentamente se acercó más al cuadro y prestó atención a cada detalle, quería guardar en su mente ese rostro que tantas emociones le provocaba. Era un hombre hermoso vestido de una manera tan peculiar que resaltaba su bello cuerpo trabajado como si fuera tallado a mano, su cabello rubio caía en cascada hasta llegar a sus firmes y torneados hombros, pero lo que más le impresionaba era que tenía los ojos de un celeste tan profundo y destellos de color rojo que brillaban como llamas de fuego y la miraban fijamente. Él se encontraba parado con la vista al frente y en el suelo, justo a sus pies, había una mujer arrodillada desnuda con un largo cabello oscuro similar al de ella y varios mechones cubrían sus firmes pechos. La imagen era perfecta y nada vulgar, al contrario despertaba cierta curiosidad que le era imposible apartar los ojos y dejar de mirarla. Ella se veía muy sumisa ante ese imponente ser y él sin siquiera mirar a la joven le ofrecía una daga con un puñal de zafiros. La obra tenía un acabado sin igual, alrededor de la pareja había varias rosas negras con espinas llenas de sangre.

⎯ Es una obra muy interesante, ¿no le parece?

⎯ ¡Oh por Dios! Casi me mata del susto. Estaba tan concentrada que no lo escuché llegar.

⎯ Disculpe, no fue mi intención.⎯ sonríe muy amablemente el hombre a su lado.⎯ Muy pocas veces suelo presentarme sin que no noten mi presencia.

⎯ Disculpa aceptada.⎯ contesta Katy.⎯ Y respondiendo a su pregunta, sí es muy interesante, algo en ella llamó mi atención. Es una obra maravillosa, aunque él se ve algo siniestro.

⎯ Pero le aseguro que él no lo es.

⎯ ¿Usted lo conoce?⎯ gira sorprendida.

⎯ Por supuesto.⎯ responde y continua al ver el interés de la joven.⎯ Él es el Dios de las almas perdidas, su nombre es Kreto.

⎯  Nunca oí hablar de él.

⎯ Es que muy pocos saben de su existencia. Según dice la leyenda solo se les presenta a las personas que antes de morir piensan en él. Veo por su expresión que le interesa.⎯ ella afirma con su cabeza.⎯ Bueno le contaré, solo se presenta ante la persona que sufre de alguna muerte repentina, cuando él cree que aún no era su hora de abandonar este mundo y su corazón es noble.

⎯ ¿Y aparece así nada más?

⎯ No, la persona que agoniza lo debe invocar en su lecho de muerte y él le da el don de regresar a la vida. Claro, sí cree que es merecedor de tal privilegio.

⎯ Eso es muy extraño.

⎯ Lo es y además improbable. No conozco a nadie que lo haya invocado.

⎯ Le aseguro que solo debe ser un rumor.

⎯ Seguramente. Usted es una mujer muy bella. Si usted estuviera en peligro y yo fuera ese Dios le daría una nueva oportunidad.

⎯ Jajaja, entonces pensaré en él en mi lecho de muerte.

⎯ Hazlo pequeña. Kreto no te fallará.

Esas palabras la dejaron intranquila y estaba a punto de preguntarle quién era ese hombre misterioso y como sabía tanto sobre Kreto, cuando el golpe de la puerta y las risas de las niñas la vuelven a la realidad. Katy quiere despedirse de ese señor pero al girar, ya no está.

Las pequeñas se paran frente a la maestra y no dejan de hablar, entonces ella le pregunta.

⎯ ¿ Listo niñas?¿Podemos continuar con el recorrido?

⎯ Sí seño.⎯ contestaron ambas alegremente.

⎯ Entonces, vamos con el grupo que nos deben estar esperando.

⎯ Seño ¿no le da miedo este pasillo?⎯ pregunta Rebeca sujetando su mano.

⎯ No, además solo son pinturas antiguas, no tienen que tener miedo.

⎯ Algunas son muy feas y oscuras.⎯ dice Manuela.⎯ Dan miedo.

⎯ Ya no piensen cosas raras, son solo cuadros.

Regresaron al grupo y las niñas se agarraron fuerte de la soga, lo que no querían decir y tenían miedo de contar es que habían visto a su maestra hablar sola frente a un espejo. Manuela se da vuelta y le dice a Rebeca.

⎯ ¿Crees que la seño está loca?

⎯ No, seguro estaba leyendo los carteles.

⎯ Pero se reía sola.

⎯ Basta, ahora me da miedo estar con la seño.

⎯ Niñas hay que hacer silencio, estamos en un museo.⎯ las reprende Marcela que ve cómo las niñas no dejan de hablar y mirar fijo a Katy, al fin hacen caso y se callan.⎯ Bueno, vamos a la otra sala a ver los dinosaurios.

⎯ Siiii…⎯ gritaron todos los pequeños emocionados.

El recorrido llegó a su fin y de vuelta en el autobús Katy no deja de pensar en ese hombre misterioso, ni en Kreto que es tan guapo que siente que le robó el corazón y se recrimina por pensar de ese modo. Las horas pasaron y por la tarde regresaron con el otro grupo de niños al museo y ella no perdió más el tiempo y volvió al pasillo que daba junto a los baños, quería ver de nuevo esa imagen. Pero algo extraño sucedió al regresar el cuadro no estaba en su lugar, solo estaba rastro de que alguna obra estuvo colgada en ese sitio por el descolorido de la pared, así que le pregunto al guía por Kreto y él la miró sin comprender de quién hablaba.

⎯ Señor, hoy lo vi, su nombre es Kreto, es el Dios de las almas perdidas.

⎯ Señora no sé de qué me está hablando, no conozco ningún Dios llamado Kreto.

⎯ Ven sígueme, hoy estaba su cuadro aquí colgado. En este lugar.⎯ le señala la pared.⎯ Yo lo vi con mis propios ojos y un hombre me contó su historia.

⎯ Señora, lo siento pero ahí solo había un espejo. ¿Está segura que era en este museo?

⎯ Sí, muy segura.

⎯ Lo siento, pero no la puedo ayudar. En este lugar siempre hubo un espejo. Hoy accidentalmente se descolgó y se quebró en mil pedazos.

Katy no podía creer que ella sola hubiera visto a Kreto, y más al darse cuenta cuando le indico el lugar a donde había visto el cuadro que era una sala de espejos antiguos. Ella no estaba loca y sabía muy bien lo que había visto, había hablado con un hombre y ambos admiraron esa obra maestra. Nada tenía sentido, salvo por el recuerdo del bello rostro de ese hombre de mirada profunda.

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