Sylvester
Normalmente, cada vez que termino pidiendo ayuda en algunos de mis nuevos proyectos termino más defraudado que nunca. Estoy seguro que no lograré encontrar a alguien que se asemeje a mi altura. Es cierto el dicho sobre que las cosas sólo salen bien si las hace uno mismo. Pero mi tiempo es demasiado limitado.
—¿En qué horario le asigno la nueva reunión, señor McRocket?—me preguntó mi asistente Katia mientras traía consigo una bandeja con café.
—Sólo por la tarde. Ya te lo he dicho, Katia.—continué. Suele ser algo despistada cuando se trata de prestar atención. Imagino que el tener un hijo revoltoso como parecía la debía tener con la cabeza por las nubes.
—Está bien.—terminó.
Tomé mi café apuradamente. Debía ver a la persona que podría darme el crédito que solicité al banco. Ya había esperado demasiado para que eso sucediera y si me hacían continuar con la espera, no llegaría a ningún contrato con nadie.
Llegué a Pago Austral. Había una fila de dos cuadras aproximadamente. Para mi suerte, no tuve que hacer eso también. El hecho de ser el dueño de la empresa "Empriendas McRocket" me daba la libertad de tener algunos beneficios. Y éste era uno. Bajé, entonces, de la limosina conducida por Paolo. Entré directamente. Allí, el asistente de Lisandro Lozano.
—Cuánto tiempo, Sylvester. Me ha comentado la propuesta Lisandro.—me menciona el asistente, Nicholas.
—Es un gusto volver a hablar. ¿Y qué te ha dicho? ¿Debo esperar mucho para que empecemos o...?
—De hecho...No creo que esté muy convencido de firmar el trato.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—No puedo asegurarte nada aún, pero el tema de querer transformar varias viviendas del Centro de la ciudad, incluso las más alejadas, en hacerlo para tu empresa no sería bien visto si no te pones en su lugar. No te comprenderían a qué quieres llegar.
—¿Puedes ser más claro? Porque sinceramente siento que no estás siendo específico.—interrogué nuevamente.
—Tu padre ha formado toda éstas empresas a lo largo de varias Ciudades. Lo hizo pensando en el futuro de ustedes. Y su principal imagen se basaba en la familia. ¿Cómo podrías saber lo que una familia necesita si no tienes una?
—Espera, estás negándome...Yo no tengo familia. ¿Me estás negando porque no tengo una familia formada? ¿Es eso?—la vena de mi frente empezaba a saltar poco a poco.
—Ahora sí has comprendido. Tu fama no ha sido el que todos alagan ciertamente. Imagino que habrá llegado a tus oídos de que te tilden de arrogante y ambicioso. Y eso no es buena para ser publicitado. Ni mucho menos para asociarse. Es todo lo que me mandó a explicarte Lisandro. No puedo hacer más.
Mi aceleración ya estaba por las nubes. ¿Tan difícil podía ser actuar como todos quieren sin tener que cambiar?
Salí nuevamente del banco. Podía escuchar fierros murmullos a mis espaldas.
—¿¡Acaso les debo algo!?—me exalté.—¡Si alguno necesita dinero que vaya a pedirme! ¡No necesito éste patético acuerdo, ni su dinero!—terminé gritando mientras señalaba con el dedo a Nicholas, quien no podía creer mi acto dramático en medio de la calle.
Me subí al auto nuevamente. Necesitaba volver lo más rápido posible. No dejaría que me cambien de planes a último momento para que la única persona que se quede sin nada termine siendo yo.
Volví a buscar el contrato. Lo releí. Tenía razón. Aquellas malditas palabras estaban explícitamente. Tal vez lo había pasado desapercibido porque no me resultó tan importante como lo demás. ¿Sería sólo para generar una mejor imagen de mí o debía conservar la idea de tener una familia? Porque eso último me generó escalofríos de sólo pensarlo.
Mi asistente, Katia, volvió a interrumpir mis pensamientos.
—¿Qué sucede?—le pregunté mientras preparaba una especie de nuevo aviso.
—Su abogado, Arthur, está aquí.—comentó.
—¿A ésta hora? ¿Qué quiere?—cuestioné acomodando mi espalda. Quería estar más relajado pensando en lo que me diría.—Hazlo pasar.
Arthur entró con dos personas más tras suyo. Sólo reconocí a uno de ellos. A Peter. Un hombre forajido pero que sabía que trabajaba para mi abogado desde hace tiempo. Y una mujer que no conocía.
—¿Cómo has estado, Sylvester? He venido con Peter y Ariana. Han sido mis consejales por varios meses y es hora de que los ponga al tanto con temas de verdad.—explicó con su maleta en la mano, como de costumbre.
—Siéntense. De igual forma, debo decirte Arthur que no tengo mucho tiempo para hablar. Estoy intentando cambiar algunas cosas del contrato. Solicitaré más permiso para...
—Espera, Sylvester...No Es necesario que hagas nada. No debes cambiar nada. Tu padre lo ha escrito de esa forma porque es la única que nos ha mantenido en vilo todo éste tiempo.
—¿Y por qué no? Él tenía otra forma de ver la vida y ésta empresa, que, por cierto, dejó una deuda bastante complicada de saldar. Todo el mundo me cuestiona a mí, pero nadie piensa en que yo sólo sigo los pasos que me encomendaron. Tal vez sea momento de cambiarlo.
—Señor McRocket. Disculpe mi atrevimiento—añadió Ariana—Pero, ¿no se le hace extraño que los asesores de la empresa hayan solicitado nuevos cargos a la compañía? Me refiero a que lo quieren es lo mismo que nosotros. Usted debe integrarse a otras comunidades. Entenderás necesidades de los que más necesitan y quizás conseguir a una compañera que le haga entender lo de la "imagen corporativa familiar". Pero interesarse de verdad. De corazón. Tal vez así puedan surgirle nuevas ideas que ayuden a Empriendas McRocket.
—Ajá. ¿Y qué te hace creer que debería escuchar lo que dices niña?—cuestioné arqueando mis cejas.
—Uf. Ya veo por qué no encuentras a nadie que te acompañe en ésto.—prosiguió ella cruzándose de brazos.
—¿Disculpa?—me alerté de su comentario.
—Bueno, es mejor que no generemos un mal clima, por favor, Ariana.—advirtió Arthur.—Pero Sylvester, debes escuchar lo que dice ella. No está diciendo nada de lo que yo no te diría.
Mi boca se enmudeció.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 50 Episodes
Comments