Sylvester
¿Cómo hacía Arthur para meterse en mi cabeza y corregir todo lo que quería hacer? Bueno, eso tenía que ver con haberlo contratado minuciosamente. Estudié cada trabajo que había realizado antes de ser mi apoderado. No podía tener una empresa y ser tan ingenuo.
—¿Estás seguro de ésto? Tal vez podríamos...—intenté entrar en razón a mi elegido abogado.
—No, Sylvester. Harás eso e intentarás dar lo mejor de tí. Tus competencias están esperando ver a que te equivoques. No me decepciones.—concluyó tajantemente.
Resoplé y dejé ingresar nuevamente a la joven aparentemente gitana.
—Ha tomado una buena decisión.—se dirigió hacia mí.
—Siéntate...—respondí. No recordaba su nombre ciertamente.
—¿Qué sucede?—me preguntó.
—Sinceramente no tengo tantos deseos en saber lo que hace. Pero, necesito que sea usted quien se atreva a cumplir mi condición.—agregué cortamente mientras apoyaba mis manos en mi escritorio y mirándola fijamente a los ojos. Podía notar que no sentía nervios al mirarme.
—¿De qué condición habla?
—Hablé con Arthur. Y determinamos que... lo mejor sería que leas y firmes ésto si estás de acuerdo.—proseguí firmemente acercándole la hoja hacia ella.
—¿Tengo que firmar para trabajar con usted?
—No precisamente. Léelo y entenderás a lo que me refiero.
Ella se sujetó su cabello y miró la hoja detenidamente. La notaba arquear las cejas una y otra vez. Sabía que habría cuestiones que eme preguntaría. Aunque no había pensado exclusivamente en qué respuestas le daría.
— ¿Puedo decir lo que entendí? —comenta luego de unos segundos.
— Claro.
— ¿Quiere usarme para ser su... ? ¿Acompañante? —concluyó cruzándose de brazos.
La miré extrañado. Había entendido cierto punto pero lo había dicho con tal desagrado que me molestó.
— Si has leído bien, te darás cuenta que te he elegido. Tienes el privilegio de ser quien elegí para estar a mi lado en esta empresa. Bueno... técnicamente. Es sólo un contrato. No debes pensar que irá más allá de eso.
— Jamás hubiera creído que alguien como tú necesitaría pedirle a alguien para que esté a su lado.—continuó ella alzando las cejas.
— No debo explicarte mis motivos. Eso no es asunto tuyo.
— ¿Y por qué yo? ¿Y qué ganaría?
— Porque... tu comunidad me interesa. Imagino que sabías que debo investigar en nuevos emprendimientos para las distintas los sitios ocultos. Además eres distinta. Me harías ver bien a mi imagen. Y tú ganarías con el dinero que se te pagaría. — expliqué directamente.
— Wow. No sé qué responderle en este momento.—contestó resoplando.
— Puedo darte hasta mañana. Te esperaré a ésta hora. — terminé y la dirigí hacia afuera.
Ella se retiró mirándome aún con esa mirada perdida. No estaba seguro de que podía aceptar. Pero terminé haciendo lo que Arthur me había insistido. Había visto algo en ella que lo convenció de que no me traería problemas como sí había sucedido con mi anterior pareja, Constanza. Aunque no podía negar que me había hecho ver como un jefe empresarial bastante sobresaliente. Pero su obsesión en algunas cuestiones no era fácil de tolerar.
Almorcé en el hotel en el que estaba hospedándome. El hecho de estar constantemente viajando no me dejaba tener mucho tiempo para quedarme en mi casa del Centro. Y, ahora, en base a lo que Semira me respondería, podría armar otro tipo de mudanza.
— ¿Qué pedirá, señor?
— Lo mismo de siempre, pero para dos.—respondí acomodándome el saco.
— Enseguida.
A lo lejos veo venir a Emilia. La joven con la que me había visto ocasionalmente los últimos meses. Siempre me había gustado, pero no había insistido en ese entonces porque era la modelo de Constanza. Y no sería lo adecuado para mi reputación.
— Gracias por la invitación, mi adorado Syl. — continuó ella mientras se acercaba hacia mí dándome un beso.
— Realmente extrañaba verte. Siéntate. He reservado nuestra cena habitual.— proseguí.
Ella se ubicó frente a mí y conversamos sobre nuestros negocios. He conseguido uno de los clubes más exclusivos para ella. Hacía mucho tiempo que quería encargarse de algo así.
Saltó sobre mí luego de terminar nuestro ceviche. Estaba muy emocionada por esa noticia. De igual forma, tuve que explicarle que no estaba seguro de cuánto más podríamos seguir viéndonos a la luz del día, pero ella no le vió nada de malo. Sabía que lo que hacía era por mi imagen. Y a decir verdad, tampoco estábamos en una relación seria. Tan sólo sabíamos divertirnos.
— Me iré a un bar con mis amigas, por la despedida de una compañera. Luego te busco y continuamos hablando. Te extrañaré. Aunque no sé qué le regalaré.— replicó poniéndome la misma cara de inocente que usaba conmigo cuando quería que le compraba aquellos relojes de lujo.
— Ten. Sé que serás la mejor amiga dándole algo que pueda alcanzarte con ésto. — finalicé el diálogo dándole algunos billetes.
— ¡Eres el mejor! — terminó ella dándome otro beso.
Llegué a mi hotel extremadamente cansado. ¿Quién dijo que una vida como lo mía era lo más fácil de llevar?
— No creo que lo mejor sea que esa mujer sea mi pareja. Ciertamente no creo que acepte y no somos muy compatibles. Continuaré insistiendo con que la mejor idea es Emilia. Ni siquiera tendría que fingir porque ya la aprecio.— continué.
— Sylvester McRocket no continuaré con esta charla. Si de algo me sirve ser tu abogado es en ponerte los pies sobre la tierra. Sé que sientes que te gusta y que prefieres a Emilia. Pero Semira pertenece a una de las comunidades más difíciles de contentar. Además...
— ¿Además qué?
— La muchacha aceptó. Acaba de llegarme el mail con su afirmación al contrato.— comentó él tranquilamente.— Debes esforzarte.— terminó cortándome. Dejándome con las palabras que diría en la boca.
Yo ya me había planteado la idea de que se reiría, como yo lo hice, y se negaría rotundamente. Y más, con sus aires de arrogante que manifestaba. O por lo menos eso era lo que percibía. Al final necesitaba de ésto más que yo. Pero si ella llegaba a complicar más las cosas, no dudaría en olvidarme de todo.
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