CAPÍTULO 4: Sombras De Traición

La madrugada cubre el pueblo de Aldenar con un manto de inquietud mientras el Sr. Brim y Arlo permanecen en la lujosa sala de estar, sentados uno frente al otro en amplios sillones de cuero que crujen bajo el peso de la tensión. La penumbra de la estancia apenas es quebrada por la tenue luz de las velas, proyectando sombras vacilantes en las paredes de piedra.

—¿Qué tan fiable es tu informante? —pregunta Brim con una mirada penetrante, su voz cargada de suspicacia—. ¿Cómo puedo estar seguro de que lo que he leído es cierto?

Arlo, quien se mantiene firme y sin pestañear, responde con voz calma pero decidida:

—Mis informantes nunca han fallado. Estoy arriesgando mi vida solo por venir aquí. Te aseguro que todo lo que has leído es la verdad.

Brim cruza los brazos y se hunde en sus pensamientos, su expresión muestra la gravedad de la situación. Tras unos momentos, asiente lentamente antes de hablar de nuevo.

—La situación es delicada. Necesito más detalles —dice con cautela—. ¿Cuándo se supone que ocurrirá el ataque? Si esta información llega al pueblo, podría desatarse una revuelta. Debemos actuar con extrema precaución.

—Es precisamente por eso que acudí a ti —responde Arlo, inclinándose ligeramente hacia adelante—. Eres el pilar de este pueblo. Solo tú puedes movilizar a las personas adecuadas.

Brim suspira profundamente, sintiendo el peso de la responsabilidad caer sobre sus hombros.

—Me estás colocando en una posición sumamente delicada —murmura, mientras sus dedos tamborilean sobre el reposabrazos del sillón—. Voy a convocar a una pequeña reunión.

—¿Con quiénes? —pregunta Arlo, con los ojos entrecerrados, siempre alerta.

—El señor Dros, del banco, y Jur, quien maneja el mercado —responde Brim con voz firme—. Son personas poderosas y respetadas en el pueblo. Deben estar informados.

Arlo frunce el ceño, su desconfianza más evidente ahora.

—No dudo de tu juicio, pero debes ser extremadamente cuidadoso con a quiénes involucras —advierte—. No sabemos quién es el espía. Podría ser cualquiera de ellos.

Brim lo mira con desdén por un instante antes de responder con frialdad:

—También es posible que estés mintiendo.

Arlo hace una leve mueca, pero mantiene su postura calmada. Es consciente de que la desconfianza es comprensible, pero no puede permitirse que las sospechas de Brim retrasen la acción.

—Organiza la reunión —dice Arlo, con firmeza en su tono—. Pero insisto en estar presente en ella.

Brim lo mira fijamente por unos segundos antes de asentir.

—Está bien —responde con un suspiro—, el tiempo apremia.

---

MOMENTOS ANTES…

Alejandro está sentado en la penumbra, observando a Nerón, la imponente criatura, que duerme profundamente en el pequeño jardín. Se levanta con inquietud, caminando de un lado a otro, incapaz de calmar la impaciencia que lo consume. A cada rato, se asoma al interior de la casa para comprobar cómo duermen su padre y su hermana. Los encuentra acurrucados, descansando en la seguridad de la noche. Sin embargo, la quietud a su alrededor solo aumenta su ansiedad.

De nuevo frente a Nerón, se agacha y lo acaricia, esperando con ansias que despierte.

—Vamos, Nerón, despiértate —murmura para sí mismo—. Estoy ansioso por verte comer; debe ser impresionante ver esa boca enorme en acción.

Pero Nerón no da señales de vida, completamente inmerso en su profundo sueño, ajeno a las expectativas de Alejandro.

—Este bicho nunca va a despertar —piensa Alejandro, frustrado—. Será mejor que vaya a ver a Arlo.

Sin más dilación, sale del pequeño jardín. Con pasos ágiles y silenciosos, corre por el sendero que lo lleva a la casa de Brim. Mientras avanza, no puede evitar una punzada de culpa, consciente de que debería estar cuidando a Nerón, pero su curiosidad por lo que Arlo podría estar tramando lo supera.

Al llegar cerca de la casa de Brim, Alejandro se mueve con sigilo, manteniéndose agachado para evitar ser visto. Levanta la mirada y sus ojos se entrecierran en una mezcla de sorpresa y diversión cuando ve a Arlo moviéndose cautelosamente detrás de la casa de Brim.

—Parece que no lo dejaron entrar —piensa, esbozando una sonrisa irónica.

Justo cuando se dispone a acercarse, presencia algo que lo deja boquiabierto. Una brillante luz envuelve a Arlo, quien empieza a desvanecerse, transformándose en una neblina etérea que flota en el aire. Alejandro, gracias a un antiguo hechizo que le habían realizado en la vista, puede seguir el rastro de la neblina, observando cómo se cuela por una ventana entreabierta.

Con los ojos bien abiertos y el corazón acelerado, Alejandro se acerca a la casa, buscando alguna manera de entrar sin ser detectado. Tras inspeccionar los alrededores, no encuentra ninguna entrada que no comprometa su posición. Finalmente, resignado, se dirige a la puerta principal, esperando poder escuchar lo que ocurre dentro.

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VUELTA AL PRESENTE…

Brim y Arlo se estrechan la mano con solemnidad.

—Gracias. Mantente atento para que te avise la hora de la reunión —dijo Brim, con un tono que sugería más preocupación que gratitud.

—Muy bien —respondió Arlo, escueto, antes de encaminarse hacia la puerta.

Cuando la abre, sus ojos se topan con Alejandro, quien estaba claramente espiando desde la entrada. Con un movimiento rápido, Arlo le da un empujón leve, suficiente para mantenerlo fuera de la vista de Brim, y cierra la puerta tras él con presteza. Sin decir una palabra, toma a Alejandro del brazo, arrastrándolo hacia el exterior de la propiedad de Brim, asegurándose de que se alejen lo suficiente antes de hablar.

Después de caminar unos minutos en silencio, Alejandro no puede contenerse más.

—Ese hechizo que usaste fue asombroso —exclamó, con admiración infantil.

Arlo, sin embargo, no comparte su entusiasmo. Se mantiene serio, su mirada fija en el sendero, ignorando deliberadamente a Alejandro.

—Señor Arlo, por favor, Nerón estaba profundamente dormido. Quería venir a verlo —añadió Alejandro, intentando justificar su presencia.

Arlo finalmente se detiene, volviéndose hacia él con una expresión severa.

—Alejandro, ¿escuchaste algo? —preguntó Arlo, su tono gélido.

—Un poco... —respondió Alejandro, sin mucho ánimo.

—¿Qué es "un poco"? —insistió Arlo, visiblemente molesto.

Alejandro levantó la vista, decidido.

—Lo suficiente para preocuparme por mi hermana y mi padre.

Arlo suspiró, comprendiendo que no podría evadir la situación.

—Bueno, a partir de ahora debemos ser extremadamente cautelosos. No quiero que te involucres más en esto.

—Yo creo que todo esto se puede evitar si encontramos al espía —dijo Alejandro, con una convicción renovada.

—¿Cómo dices? —preguntó Arlo, arqueando una ceja.

Ambos se detuvieron. Alejandro miró a Arlo con la intensidad propia de alguien que acababa de tener una revelación.

—Si descubrimos quién es el espía, podríamos entregarlo y evitar que destruyan el pueblo —explicó Alejandro, seguro de su plan.

Arlo lo miró con escepticismo, aunque no podía negar que había algo de lógica en sus palabras.

—Lo planteas de forma lógica, pero ten en cuenta que un espía sabe lo que hace. Es muy probable que ya no esté en el pueblo.

—Soy optimista y quiero creer que todavía está aquí —replicó Alejandro, sin dejarse abatir.

—No podemos confiar en la suerte —respondió Arlo, tajante.

—Valdría la pena intentarlo —insistió Alejandro—. Mientras ustedes organizan la huida, intentaré averiguar quién es el espía. Si logro descubrirlo a tiempo, no tendremos que abandonar nuestras casas.

Arlo se cruzó de brazos, evaluando la propuesta. La audacia del joven no dejaba de sorprenderlo.

—¿Y cómo piensas descubrir al espía? —preguntó Arlo, con un tono que sugería tanto curiosidad como escepticismo.

Alejandro se detuvo un momento, reflexionando.

—Ya se me ocurrirá algo, pero necesitaré involucrar a Helena. Ella es muy inteligente.

El nombre de su hermana hizo que Arlo se quedara en silencio unos segundos más. Observó a Alejandro, viendo en él una mezcla de inocencia y determinación que, en cierto modo, lo conmovió. El muchacho aún no había experimentado los horrores de la traición y la guerra, pero su espíritu era inquebrantable.

—Muy bien —concedió Arlo finalmente—. Mientras nosotros buscamos la manera de avisar a la gente y organizar la huida, tú intenta encontrar al espía. Tienes estos días. Pero, escucha bien, no quiero acusaciones sin pruebas. Necesitamos que estés al cien por cien seguro.

Alejandro asintió con entusiasmo, una sonrisa iluminando su rostro, antes de correr en dirección a su casa, ansioso por compartir su plan con Helena.

Arlo lo observó alejarse, su expresión grave. Mientras caminaba de vuelta a la villa, sus pensamientos lo atormentaban.

"Esto lo mantendrá ocupado", pensó con cierto desasosiego. "Espero no haber cometido un error al darle esta tarea, pero no puedo ser quien apague sus esperanzas. No ahora."

---

Alejandro entra a la casa de su padre bostezando, el cansancio marcando cada paso. Detrás de él, Arlo lo sigue en silencio, observando cómo el peso de la noche empieza a caer sobre el joven.

—Estoy muerto de sueño —murmura Alejandro mientras se frota los ojos, tratando de mantenerlos abiertos.

—Sí, es muy tarde. Los niños deberían estar dormidos a estas horas —respondió Arlo con un toque de humor, aunque su voz cargaba una leve preocupación.

Alejandro asintió, demasiado adormilado para replicar. Sin más, se dirige directamente hacia su habitación, con la cabeza llena de ideas sobre el espía, aunque sus ojos apenas podían mantenerse abiertos.

—Mañana encontraré al espía... ya lo verás... —dijo Alejandro, su voz arrastrándose mientras se adentraba en su cuarto, su confianza inquebrantable incluso en el borde del sueño.

Arlo se quedó en la entrada, observando cómo Alejandro desaparecía tras la puerta de su habitación. Una vez que estuvo seguro de que el joven se había acostado, Arlo salió al pequeño jardín donde Nerón descansaba. Se inclinó para acariciar la cabeza de la criatura, y al sentir el suave tacto de su amo, Nerón abrió sus enormes ojos brillantes, atentos y fieles.

—Amigo mío, debemos buscar otro lugar donde quedarnos... —susurró Arlo, más para sí mismo que para el animal. El brillo en los ojos de Nerón reflejaba una lealtad incondicional, pero también una inquietud compartida.

Antes de que Arlo pudiera reflexionar más sobre sus palabras, la puerta de la casa se abrió de golpe. Alejandro, con su cabello revuelto y los ojos medio cerrados por el sueño, apareció tambaleándose en el umbral, tallándose los ojos con sus manos.

—Arlo... entra a dormir. Hay lugar en mi cama —dijo Alejandro con voz somnolienta, como si fuera lo más natural del mundo ofrecerle espacio a un hombre mucho mayor en su pequeño lecho.

Arlo lo miró sorprendido, sin esperar tal muestra de inocente hospitalidad. Por un momento, su corazón endurecido por los años de lucha y desconfianza se ablandó. Sonrió, conmovido por la pureza del gesto.

—Gracias, Alejandro —respondió con una sonrisa que no había mostrado en mucho tiempo—. Descansa. Yo estaré bien.

Alejandro lo miró por un momento más, demasiado cansado para insistir, y luego volvió a su habitación, sus pasos tambaleantes hasta que finalmente desapareció nuevamente tras la puerta.

Arlo se quedó un rato más junto a Nerón, pensando en la pureza de aquel muchacho, y en el caos en el que estaba a punto de sumergirse.

---

Los primeros rayos del amanecer se filtran suavemente a través de la ventana, iluminando con delicadeza la habitación. Arlo abre los ojos después de un sueño ligero y escaso. Se incorpora con cuidado, asegurándose de no hacer ruido. Su mirada recorre la escena ante él: Alejandro, Helena y Bran duermen plácidamente, acurrucados juntos, como si en sus sueños pudieran escapar de las tensiones del mundo exterior.

Por un instante, el corazón de Arlo se enternece ante la imagen de paz que sus protegidos proyectan, pero sabe que su responsabilidad lo llama. Deslizándose en silencio por la puerta, sale de la casa.

Una vez afuera, se acerca a Nerón, quien yace estirado sobre la hierba húmeda, respirando pesadamente en un sueño profundo. Con una suave palmada en el costado del animal, Arlo lo despierta.

—Es hora de irnos, amigo. Ve al bosque y mantente invisible —le susurra Arlo a la bestia, su tono firme pero afectuoso.

Nerón bosteza perezosamente, mostrando su gran boca antes de estirarse por completo. Se incorpora con elegancia, y sin más, se encamina hacia el bosque, sus zancadas largas y fluidas, hasta que su enorme figura se pierde entre los árboles.

Arlo lo observa desaparecer entre las sombras del bosque antes de tomar su propio rumbo. Se dirige a la casa de Brim, consciente de la importancia de la reunión que le espera. Mientras camina, el bullicio del pueblo ya en actividad comienza a rodearlo. Gente apresurada va y viene, iniciando sus labores diarias, ajenos a las intrigas y preocupaciones que Arlo carga sobre sus hombros.

Tras un rato, Arlo se detiene frente a una taberna de aspecto modesto pero acogedor. La fachada, pintada de blanco con manchas negras, está adornada por un letrero anticuado que reza "La Vaquita". Al leer el nombre, una leve sonrisa asoma en el rostro de Arlo, un raro momento de ligereza en medio de tanta tensión.

Al cruzar la puerta, el interior rústico lo envuelve: mesas de madera robusta, bancos largos y un ambiente cálido. Detrás de la barra, el cantinero limpia vasos con un trapo, su semblante tranquilo y despreocupado.

Las miradas curiosas de los pocos clientes se posan brevemente en Arlo cuando entra, pero él las ignora. Se dirige a la barra con paso confiado y toma asiento.

—Buenos días —saluda el cantinero, su voz amable y cordial.

—Buen día. Pan, queso y agua, por favor —responde Arlo, su tono sereno pero con un trasfondo de concentración.

—Enseguida —contesta el cantinero con una sonrisa ligera.

En cuestión de minutos, Arlo tiene frente a él un sencillo pero sustancioso desayuno. Come en silencio, masticando lentamente mientras su mente trabaja en los detalles de la inminente reunión con Brim. Necesitaba estar preparado para cualquier eventualidad.

---

Arlo sale de la taberna con paso firme, el sol ya está alto, bañando el pueblo en su cálida luz. Mientras camina hacia la casa de Brim, el pueblo cobra vida a su alrededor. Los vendedores despliegan sus mercancías en los puestos, y los primeros clientes comienzan a llenar las calles. El aroma del pan recién horneado, mezclado con el bullicio matutino, trae una sensación de calma momentánea. A pesar de las sombras que lo envuelven, Arlo se permite disfrutar brevemente de la rutina cotidiana.

Conforme se acerca a la casa de Brim, sus pasos se vuelven más rápidos, una tensión sutil empieza a invadir su mente. La imponente casona se distingue en la distancia, rodeada de sus frondosos jardines bien cuidados. Al llegar a la entrada, encuentra a Ana, la siempre diligente ama de llaves, regando el jardín. Su mirada severa lo recibe con una mezcla de reprobación y resignación.

—Tú de nuevo por aquí —dijo Ana, sin ocultar su malhumor.

—Buen día, señora Ana —respondió Arlo con respeto—. Lamento lo de anoche. Vengo por el Señor Brim.

Ana, sin detenerse en su tarea, niega con la cabeza en una silenciosa reprimenda. Luego, saca de su delantal un sobre sellado y se lo entrega a Arlo.

—El Señor Brim no se encuentra. Me pidió que le entregara esto —dijo Ana, su tono distante.

Al recibir la carta, el semblante de Arlo se oscurece ligeramente.

—Gracias. Estaré en contacto —respondió Arlo, aún con la carta en la mano.

Se despide de Ana, quien solo asiente en silencio, su expresión firme y profesional. Sin perder tiempo, Arlo se aleja de la casa y busca un lugar apartado donde pueda leer la nota.

Con manos firmes pero un tanto inquietas, rompe el sello y despliega el contenido del sobre. Sus ojos recorren la caligrafía precisa de Brim:

NOTA: "La reunión será en la bodega del Señor Jur. Desde mi casa, camina cuesta arriba y dobla a la derecha en la primera esquina. Al final del camino está la bodega."

Atentamente,

Brim

Arlo guarda la nota y se dirige hacia la bodega siguiendo las instrucciones. El edificio de piedra gris se alza ante él, custodiado por tres hombres fornidos que vigilan la entrada. Avanza con cautela, buscando una forma de entrar desapercibido.

Los tres hombres notan la llegada de Arlo y lo observan de pies a cabeza con desconfianza. Uno de ellos se acerca y, sin decir una palabra, comienza a cachearlo de manera brusca.

Arlo extiende los brazos, sintiéndose incómodo.

—Un poco de respeto, por favor —replica Arlo, irritado.

El hombre lo ignora y sigue revisando sus ropas. Saca unos frascos vacíos y un extraño bastón con inscripciones.

—¿Y esto qué es? —pregunta uno de los hombres, frunciendo el ceño.

—Cosas sin importancia —responde Arlo con tranquilidad.

El hombre hace un gesto a otro para que guarde los objetos. Luego se hace a un lado.

—Pase, lo están esperando —dice el guardia.

Arlo entra, pero se detiene un momento y mira por encima de su hombro.

—Espero que me devuelvan mis pertenencias al salir —afirma Arlo.

Los hombres no le prestan atención, concentrados en su vigilancia. Arlo continúa su camino, manteniéndose alerta.

Al entrar sorprende a Brim, Jur y Dros susurrando entre sí. La enorme bodega está vacía, con una gran mesa redonda de madera pulida en el centro.

—Ah, bienvenido. Te estábamos esperando —dice Brim, señalando la única silla disponible.

Arlo se sienta con cautela, sintiendo la tensión en el aire.

—Caballeros, este es el Señor Arlo, quien anoche vino a mi casa con preocupantes noticias para nuestro pueblo —continúa Brim.

Brim carraspea, visiblemente incómodo.

—Según nos advierte, Aldenar está bajo amenaza inminente de destrucción por parte de Avarindor... debido a un supuesto espía entre nosotros —informa Brim.

Arlo frunce el ceño, irritado por la incredulidad.

—No es un rumor, es un hecho. Debemos actuar ya —afirma Arlo, con severidad.

—Comprendemos su urgencia, Señor Arlo, pero necesitamos confirmar esta información antes de proceder —responde Jur, adoptando un tono conciliador.

—Tengo un informante en Avarindor. Estamos esperando su reporte para saber a qué atenernos. Hasta entonces, seguimos escépticos —agrega Dros.

Brim y Jur asienten, imperturbables. Arlo los observa, frustrado.

—No habría venido hasta aquí si se tratara de rumores infundados. Todo es verdad, y debemos actuar ahora. Es ahora o nunca. Miles de vidas se perderán si no hacemos algo ya —exclama Arlo, exaltado.

—Lo siento, Arlo. Hasta que nuestro informante confirme, no haremos nada —responde Brim, con calma.

—Estamos de acuerdo. Así que por ahora, esto es todo —concluye Jur, con tono terminante.

Dros y Jur se levantan para retirarse.

—Si no hay más, me voy. Tengo asuntos que atender —dice Dros, desinteresado.

Solo quedan Arlo y Brim en la sala.

—Lamento la situación, pero así son las cosas. Si nuestro hombre confirma tus dichos, procederemos —dice Brim, tratando de ser conciliador.

—Bien, si usted no hará nada, yo actuaré por mi cuenta —responde Arlo, molesto.

—Adelante, pero si perturbas la paz del pueblo, te arrestaré —declara Brim, con severidad.

Furioso, Arlo se marcha, azotando la puerta tras de sí. Brim se queda pensativo, ponderando las palabras que acababa de escuchar.

Con la cabeza gacha, el viejo mago camina por el bosque tras la frustrante reunión. Se adentra entre los árboles hasta llegar a un claro, donde da tres palmadas y emite un agudo silbido.

Pisadas enormes hacen temblar el suelo. Nerón aparece trotando, desvaneciendo su invisibilidad al detenerse frente a él.

—Hola, amigo, ¿cómo estás? —dice Arlo, acariciando la cabeza de la bestia.

Arlo saca un pergamino, una pluma y un tintero. Apoya el papel sobre el lomo de Nerón y escribe rápidamente una misiva. Con un suspiro, guarda la carta y mira a los ojos de Nerón.

—Lleva esto cuanto antes a Lucía. Ella sabrá qué hacer —susurra Arlo con determinación.

Silba nuevamente. Nerón da media vuelta y se aleja a grandes trancos, volviéndose invisible entre los árboles. Arlo lo observa partir, sintiendo un renovado rayo de esperanza.

---

Alejandro se despierta y se levanta bostezando. Observa a su padre y hermana aún dormidos; Arlo ya se ha ido. Se pone las sandalias y camina hacia la puerta.

Helena escucha los pasos de su hermano y se despereza.

—¿A dónde vas? —pregunta, aún adormilada.

—Voy por el desayuno, duerme —responde él.

—Espera, voy contigo —dice Helena, levantándose tambaleándose.

Alejandro la ayuda con dulzura a ponerse las botas y a arreglarse el cabello.

—Buen día, hermanita —saluda Alejandro.

—Buen día, hermanito —responde Helena.

Salen tomados de la mano, mientras su padre sigue profundamente dormido.

—Papá debe estar cansado —comenta Helena.

Cuando Alejandro abre la puerta, choca de lleno con Arlo, que lleva varias bolsas de comida. Todo se desparrama por el piso.

—¡Buenos días, niños! —exclama Arlo, sonriendo.

—¡Arlo! ¿Cómo te fue? —pregunta Alejandro, todavía aturdido.

—No es momento de hablar. Recojamos este desastre para preparar el desayuno —responde Arlo con urgencia.

Los tres empiezan a recoger apresuradamente, hambrientos. Arlo, Alejandro y Helena recogen del suelo las frutas y el pan caídos. Una vez en la cocina, Arlo comienza a preparar el desayuno, cortando rebanadas de pan, untando mermelada y sirviendo jugo de naranja en tres vasos.

Los chicos ponen la mesa y se sientan, impacientes. Arlo les sirve el desayuno con una sonrisa.

—Buen provecho, chicos —dice Arlo.

Empiezan a comer con avidez, disfrutando de la mermelada espesa y dulce, y el pan crujiente y caliente.

De repente, Helena se detiene.

—¡Papá! Debemos llevarle desayuno a la cama —dice con entusiasmo.

Ella prepara una bandeja con pan, mermelada y jugo, y la lleva con cuidado hasta el cuarto de su padre.

Bran se despierta y recibe la bandeja, sorprendido. Le da un beso en la frente a Helena.

—¡Mi preciosa hija! Gracias por consentir a tu viejo padre —dice Bran, sonriendo.

Los ojos de Helena brillan de alegría mientras regresa contenta a terminar su desayuno junto a su hermano y Arlo.

Alejandro y Helena salen al exterior. Arlo ayuda a Bran a recoger los platos del desayuno.

—Hace tiempo que no probaba un pan recién hecho. Gracias —dice Bran, mirando con gratitud a Arlo.

—No hay de qué, señor Bran —responde Arlo.

—No tengo cómo pagarte —añade Bran, con un tono de preocupación.

—Mi único objetivo es que usted y sus hijos sean felices. Solo tengo agradecimiento hacia ustedes por acogerme —declara Arlo con sinceridad.

Terminan de acomodar las cosas y ambos se sientan.

—Me gustaría darles una mejor vida —comenta Bran, mientras tose levemente.

—Contrario a lo que pueda creer, son los niños más felices. Ha hecho un buen trabajo —responde Arlo, animándolo.

—Gracias. Eres libre de quedarte el tiempo que quieras. Sigue trayéndonos más desayuno —dice Bran, sonriendo débilmente.

—Gracias, trataré de que mi estadía no sea muy prolongada. Una vez que concluya lo que me compete, me iré —responde Arlo, sonriendo.

—¿Qué es eso que viniste a hacer? —pregunta Bran, con curiosidad.

—Debo resolver asuntos urgentes del pueblo. Estoy trabajando con el Señor Brim —explica Arlo.

Bran asiente pensativo mientras Arlo se retira, haciéndole un gesto de despedida.

---

Arlo sale de la casa y ve a Alejandro y Helena susurrando en un rincón. Al verlo, los jovenes se acercan con sonrisas curiosas.

—¿Les gustó la comida? —pregunta Arlo con una sonrisa.

—¡Nos encantó! —responden ambos al unísono.

Arlo se agacha para ponerse a su altura, mostrando interés en la conversación que acababan de tener.

—Imagino que le estabas poniendo al día —dice Arlo, mirando a Alejandro con complicidad.

—Sí, te había comentado que necesito a mi hermana para resolver el asunto —responde Alejandro, serio pero confiado.

Arlo se vuelve hacia Helena, curioso por su opinión.

—¿Y tú qué opinas, Helena? —pregunta con suavidad.

—Opino que el espía ya debe haberse marchado. Si tú sabes del ataque, él también. Le decía a Alejandro que deberíamos organizarnos para huir —responde Helena con calma, pero con una claridad sorprendente para su edad.

Arlo la observa detenidamente.

—¿No estás asustada? —pregunta, sorprendido por su madurez.

—Me preocupa mi papá —admite Helena—, pero mientras estemos juntos, estaremos bien.

Arlo y Alejandro intercambian una mirada llena de ternura y admiración hacia la pequeña.

—Eres muy valiente, Helena. Ayer no tuve éxito con los líderes; estamos solos en esto —explica Arlo, su voz baja pero firme—. Necesito que ustedes sean mis ojos y oídos. Cualquier cosa extraña que vean o escuchen, díganmelo de inmediato. Pero no se involucren, solo observen. Yo me encargaré del resto.

—Cuenta conmigo —responde Alejandro, sin titubear.

Helena parece dudar por un instante, pero finalmente asiente, decidida.

—Muy bien, manos a la obra —dice Arlo, satisfecho, mientras les da una palmada en el hombro a ambos.

FIN DEL CAPÍTULO 4

Capítulos
1 CAPÍTULO 1: LA CUEVA OSCURA
2 CAPÍTULO 2: EL PASADO
3 CAPÍTULO 3: El Mensaje Urgente
4 CAPÍTULO 4: Sombras De Traición
5 CAPÍTULO 5: Aliados Inesperados
6 CAPÍTULO 6: Sombras de la verdad
7 CAPÍTULO 7: El peso de las decisiones
8 CAPÍTULO 8: Revelaciones en la oscuridad
9 CAPÍTULO 9: La caída del traidor
10 MEMORIAS DE SAM
11 CAPÍTULO 10: La Noche de la Desolación
12 CAPÍTULO 11: Despedidas y Nuevos Comienzos
13 CAPÍTULO 12: Lecciones de Supervivencia
14 CAPÍTULO 13: Sombras en la Oscuridad
15 CAPÍTULO 14: Enfrentando las Sombras
16 CAPÍTULO 15: Cautivos en la Noche
17 CAPÍTULO 16: EL PASADO PARTE 15
18 CAPÍTULO 17: EL PASADO PARTE 16
19 CAPÍTULO 18: EL PASADO PARTE 17
20 CAPÍTULO 19: EL PASADO PARTE 18
21 CAPÍTULO 20: EL PASADO PARTE 19
22 CAPÍTULO 21: EL PASADO PARTE 20
23 CAPÍTULO 22: EL PASADO PARTE 21
24 CAPÍTULO 23 EL PASADO PARTE 22
25 CAPÍTULO 24: EL PASADO PARTE 23
26 CAPÍTULO 25: EL PASADO PARTE 24
27 EL PASADO PARTE 25
28 EL PASADO: PARTE 26
29 EL PASADO: PARTE 27
30 EL PASADO: PARTE 28
31 EL PASADO: PARTE 29
32 El PASADO: PARTE 30
33 EL PASADO: PARTE 31
34 EL PASADO: PARTE 32
35 EL PASADO: CAPÍTULO 33
36 EL PASADO: CAPÍTULO 34
37 EL PASADO: CAPÍTULO 35
38 EL PASADO: CAPÍTULO 36
39 EL PASADO: CAPÍTULO 37
40 EL PASADO: CAPÍTULO 38
41 EL PASADO: CAPÍTULO 39
42 El Pasado: CAPÍTULO 40
43 EL PASADO: CAPÍTULO 41
44 EL PASADO: CAPÍTULO 42
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1
CAPÍTULO 1: LA CUEVA OSCURA
2
CAPÍTULO 2: EL PASADO
3
CAPÍTULO 3: El Mensaje Urgente
4
CAPÍTULO 4: Sombras De Traición
5
CAPÍTULO 5: Aliados Inesperados
6
CAPÍTULO 6: Sombras de la verdad
7
CAPÍTULO 7: El peso de las decisiones
8
CAPÍTULO 8: Revelaciones en la oscuridad
9
CAPÍTULO 9: La caída del traidor
10
MEMORIAS DE SAM
11
CAPÍTULO 10: La Noche de la Desolación
12
CAPÍTULO 11: Despedidas y Nuevos Comienzos
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CAPÍTULO 12: Lecciones de Supervivencia
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CAPÍTULO 13: Sombras en la Oscuridad
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CAPÍTULO 14: Enfrentando las Sombras
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