CAPÍTULO 2: EL PASADO

El pueblo de Aldenar se extendía a lo lejos, un lugar pintoresco y acogedor, situado en un valle por donde corría un río cristalino. Los frondosos bosques y majestuosas montañas lo rodeaban, protegiendo a los aldeanos que vivían allí. Las casas de piedra y madera se alineaban a lo largo de un camino de tierra que serpenteaba por todo el pueblo, conectando las actividades diarias de los aldeanos.

Por el camino, un joven y una chica caminaban con una pequeña carretilla cargada con jarros de agua. Sus risas resonaban en el aire fresco, mientras compartían sonrisas cómplices. Alejandro, un muchacho de 14 años, valiente y curioso, empujaba la carretilla con firmeza. A su lado, Helena, su hermana menor de 13 años, dulce e inteligente, caminaba a su ritmo, feliz de estar junto a él.

—¡Buenos días, señora Ilda! —saludaba Alejandro a una anciana que pasaba por el camino.

—¡Buenos días, Alejandro! ¡Hola, Helena! —respondía la señora con una sonrisa.

Así, saludaban a cada persona que se cruzaba con ellos, mostrando respeto y entusiasmo, hasta que llegaron a una pequeña casa al final del camino. A diferencia de las demás casas del pueblo, la suya era más modesta, con paredes de piedra desgastadas y un techo de madera que había visto mejores días.

Alejandro detuvo la carretilla y dejó a Helena cuidándola. Se adelantó hasta la puerta de la casa y golpeó tres veces.

—¡Papá! Soy yo. Hemos vuelto con el agua —anunció Alejandro, elevando la voz con fuerza.

La puerta se abrió lentamente y apareció Bran Darek, su padre. Bran era un hombre que aparentaba tener más edad de la que realmente tenía. Sus 50 años parecían haberse multiplicado por el cansancio que reflejaba en sus ojos, su barba descuidada y la ropa pobre y desgastada que llevaba.

—Hola, hijo. Entra —dijo Bran, con voz grave, casi apagada.

Alejandro asintió y regresó hasta donde estaba Helena para ayudarla a cargar los jarros de agua. Juntos, llevaron las vasijas dentro de la casa, una a una.

El interior de la casa era simple y humilde. Los pocos muebles que había eran viejos y desgastados. En las estanterías se alineaban algunos jarros y provisiones escasas. El suelo de madera crujía bajo sus pies mientras acomodaban los jarros en su lugar.

—¿Cómo les fue? —preguntó Bran, sin apartar la vista del suelo, mientras sus hijos terminaban de organizar el agua.

Alejandro y Helena se miraron brevemente y respondieron al mismo tiempo:

—¡Bien! —dijeron al unísono, aunque Alejandro añadió rápidamente:

—Aunque el pozo está algo vacío…

Helena intervino con voz tranquila.

—Es porque no ha llovido. El agua está algo escasa.

Bran suspiró, terminando de colocar el último jarro en su sitio. Su cuerpo se veía agotado mientras se dirigía hacia una silla para sentarse.

—Lo sé, hijos. Lo sé… Las cosas están difíciles para todos. Pero tenemos que ser fuertes y esperar que mejoren —dijo, apoyando los codos en las rodillas, inclinándose un poco hacia adelante.

El cansancio era palpable en su voz. Alejandro observaba a su padre con una mezcla de preocupación y admiración. Helena, por su parte, se acercó a él, deseando poder aliviar su angustia de alguna manera.

Bran levantó la mirada y observó a su hija con una sonrisa débil.

—Hija, ¿podrías leerme un poco? Tu voz me relaja… —pidió, con un tono suave y casi paternal.

Helena sonrió ampliamente, feliz de poder hacer algo por él. Saltó de un brinco y corrió hacia su cama, que estaba en un rincón de la estancia. La casa tenía una única habitación que hacía de cocina, sala de estar y dormitorio. Helena se agachó y sacó un viejo libro de debajo de su cama. El título, "La Travesía", estaba ligeramente desgastado por el tiempo.

Con emoción, regresó rápidamente junto a su padre y su hermano, cargando el libro en sus manos. Alejandro, sin decir una palabra, le acercó una silla para que pudiera sentarse cerca de Bran.

—¿Quieres escuchar la historia? —preguntó Helena, dirigiéndose a su hermano con una sonrisa, esperando que él también se uniera.

Alejandro no respondió. Simplemente desvió la mirada, ignorando la pregunta, y salió de la casa sin decir nada más. Helena lo observó irse en silencio, con una pequeña sombra de tristeza en sus ojos, pero no insistió.

Volvió su atención a su padre, quien la miraba con una expresión serena. Helena abrió el libro con delicadeza y comenzó a leer, dejando que su voz llenara la pequeña casa. Las palabras fluían suavemente, creando un espacio de paz en medio de las dificultades que vivían.

Bran cerró los ojos, dejándose llevar por la historia, mientras su hija leía con dedicación y amor. Los sonidos del pueblo, el viento y el crujir de las ramas se mezclaban con la lectura, creando un momento de calma.

---

Alejandro salió de la casa y se encontró en el pequeño jardín familiar. El aire era fresco, pero su mente estaba inmersa en sus pensamientos. Caminó lentamente hacia el cerco que separaba su hogar de la senda principal del pueblo, deteniéndose un momento a contemplar los cerros que se alzaban en el horizonte. Su mirada perdida denotaba una profunda inquietud, pero no era fácil discernir qué la provocaba. Abandonó el jardín y comenzó a recorrer el camino, esta vez con los hombros caídos y la mirada baja. La gente del pueblo le saludaba, pero él apenas lo notaba. Era como si estuviera ausente, sumergido en su propio mundo. Siguió caminando, sin rumbo claro, hasta que, sin darse cuenta, llegó a los límites del pueblo.

Un bulto oscuro en la distancia capturó su atención. A solo unos metros de donde se encontraba, Alejandro se acercó con cautela. A primera vista, parecía un simple montón de tela cubierto de tierra, pero al aproximarse más, distinguió una capa negra. Su curiosidad se despertó. Levantando una rama del suelo, comenzó a tocar con suavidad el bulto.

—Señor, ¿está bien? —preguntó Alejandro en voz baja, repitiendo la pregunta varias veces mientras empujaba suavemente la capa con la rama.

Finalmente, logró descubrir el rostro del hombre bajo la capa. Era un anciano, con cabello blanco como la nieve, desordenado y cubierto de polvo. Alejandro se inclinó un poco más, inspeccionándolo de cerca, cuando de repente...

—¿Qué haces, hermano? —La voz de Helena rompió el silencio.

Alejandro dio un brinco, asustado por la inesperada presencia de su hermana. El susto fue tal que, en su torpeza, cayó sobre el anciano, golpeando su trasero contra la cabeza del hombre.

—¡AHHHHH! —el anciano gritó con una potencia inesperada, haciendo eco por el bosque y asustando a todas las criaturas cercanas.

Presos del pánico, Alejandro corrió hacia Helena, y ambos cayeron al suelo por el impacto. Quedaron paralizados, observando cómo el anciano se incorporaba lentamente, con una mueca de dolor, pero consciente de su entorno.

—Hola, niños. Mi nombre es Arlo —dijo el anciano, su voz áspera pero gentil.

Los hermanos permanecieron en silencio, incapaces de articular palabra. El anciano se llevó una mano a la cabeza, masajeando la zona donde Alejandro había caído, y esbozó una sonrisa cansada.

—¿Han visto mi montura? Parece que se ha escapado. ¿Quiénes son ustedes y dónde estoy? —preguntó Arlo, su mirada recorriendo el lugar como si intentara recordar algo.

Alejandro, aún temeroso, recogió la rama que había utilizado antes y la sostuvo como si fuera un bastón de defensa.

—Muchacho, necesitarás algo más que una rama para lastimarme —dijo el anciano, soltando una leve risa—. No tengan miedo, no les haré daño.

—¿Qué haces en este lugar? No deberías estar aquí. ¿Eres un ladrón o un espía? No tenemos nada para ofrecer, así que te pido amablemente que te vayas —respondió Alejandro, con voz firme pero temblorosa.

El anciano no pudo evitar sonreír ante la valentía inocente del muchacho. Con calma, levantó la mano, mostrando sus dedos de manera pacífica.

—No soy un espía ni un bandido. Solo soy un viajero que tuvo un desafortunado encuentro con el suelo tras perder a su montura —dijo Arlo, con una sonrisa—. Tal vez bebí demasiado vino.

Alejandro y Helena se miraron, esbozando una leve sonrisa, aunque la desconfianza seguía latente.

—¿Cómo sabremos si dices la verdad y no planeas hacernos daño? —preguntó Alejandro, frunciendo el ceño.

—Yo confío en él —respondió Helena sin dudar, mirando a su hermano.

Alejandro la observó con incredulidad, pero ella continuó.

—Si fuera una mala persona, ya nos habría hecho algo. Además, no tenemos nada que pueda interesarle.

Las palabras de Helena sorprendieron al anciano, quien no pudo evitar sentirse admirado por la sagacidad de la niña.

—Muy astuta, jovencita. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó Arlo, con una mirada afable.

Alejandro hizo un gesto a su hermana para que no revelara sus nombres, pero Helena lo ignoró.

—Mi nombre es Helena —respondió ella con firmeza.

—Es un placer conocerte, Helena. ¿Y tú, joven? —Arlo miró a Alejandro, esperando su respuesta.

Después de un momento de duda, Alejandro, influenciado por la tranquilidad del hombre y la seguridad de su hermana, finalmente respondió.

—Me llamo Alejandro.

—Un placer conocerlos a ambos. Como les dije, perdí mi montura. No debería estar muy lejos. Si me ayudan a encontrarla, les daré una moneda de oro a cada uno —dijo Arlo con una sonrisa.

Los hermanos intercambiaron miradas cómplices y, tras una breve pausa, aceptaron la propuesta.

—Está bien —dijo Alejandro—. Te ayudaremos, conocemos bien el bosque.

Juntos, los tres se adentraron en el bosque, buscando pistas que les ayudaran a encontrar la montura perdida. Helena, con su aguda inteligencia, no tardó en encontrar un bolso roto cerca de un árbol.

—¡Oh, jovencita, ese es mío! —exclamó Arlo al verlo.

Helena recogió el bolso y corrió a entregárselo, mientras Alejandro continuaba buscando huellas por el suelo.

—Muchísimas gracias, pequeña. Me moriría si perdiera lo que contiene —dijo Arlo, abriendo el bolso con cuidado.

Mientras el anciano revisaba el contenido de su bolso, Alejandro se acercó a Helena y la apartó un poco.

—¿Cómo está papá? —preguntó en voz baja.

—Se quedó dormido en cuanto terminé de leer el primer capítulo —respondió Helena.

—Estaba pensando que podríamos comprarle una sopa con el dinero —dijo Alejandro.

—Yo pensaba en ropa nueva, jajajaja —respondió Helena, sonriendo.

Ambos se rieron suavemente, mientras continuaban buscando por el bosque.

—¡Ah! No podría perder esta delicia —dijo Arlo, sacando una botella de vino del bolso y dándole un largo trago.

—Un sorbo digno de los dioses. ¿Han encontrado algo? —preguntó Arlo, sonriente.

—Seguimos buscando —respondieron los hermanos al unísono, mientras Arlo guardaba la botella y retomaban la búsqueda.

---

Dentro de la casa, Bran Darek se despertó de una larga siesta. Sus ojos se ajustaron lentamente a la penumbra, reconociendo el familiar entorno de su hogar. Se incorporó con pesadez, mirando a su alrededor en busca de señales de sus hijos, pero todo estaba en silencio. Una sensación de inquietud comenzó a formarse en su pecho. Se levantó de la cama, sus movimientos torpes por el letargo, y empezó a recorrer la casa.

—Helena, Alejandro, ¿dónde están? —llamó Bran, su voz resonando en las paredes vacías.

Repitió sus nombres varias veces mientras revisaba toda la casa, pero no obtuvo respuesta alguna. El silencio era absoluto, y la ausencia de sus hijos le pesaba más con cada segundo. Salió al pequeño jardín, entrecerrando los ojos debido a la luz del atardecer que bañaba el paisaje. No había ni rastro de ellos.

"Qué extraño, ¿dónde se habrán metido estos chicos?" pensó Bran, sintiendo una creciente preocupación.

Sin perder más tiempo, salió de su propiedad y comenzó a caminar por el pueblo. Su cojeo dificultaba el paso, pero no se detuvo, guiado por su instinto paternal. A medida que avanzaba, su mirada escrutaba cada rincón, buscando alguna pista de sus hijos. En su camino, se cruzó con un vecino, Las.

—Hola, Las, ¿has visto a mis hijos? —preguntó Bran con apremio.

—Hola, Bran. No, no los he visto. Deben de estar tramando alguna de sus travesuras —respondió Las con una sonrisa despreocupada, antes de continuar su camino.

Bran lo observó marcharse, pero la respuesta no le tranquilizó. Decidido, aceleró lo más que pudo, convencido de que sus hijos podían estar en el bosque. Su preocupación crecía a medida que se adentraba en el bosque, donde el denso follaje y los árboles antiguos creaban un ambiente sombrío y cargado de misterio.

Su experiencia como cazador le permitió notar las pequeñas huellas en la tierra, posiblemente de Helena y Alejandro. Siguiendo las marcas, su mirada se alzó y, tras un enorme árbol, vislumbró algo imposible. Una criatura gigantesca, mitad alce, mitad oso, de pelaje blanco y cuernos que se extendían hacia el cielo. La bestia tenía una postura imponente, y sus ojos lo miraban con una inteligencia que lo dejó sin aliento.

Bran quedó paralizado, el miedo recorriendo su cuerpo. Sabía que no debía mirarla directamente a los ojos, temía provocar alguna reacción. Bajó la vista a las enormes patas de la criatura, tan inusuales como el resto de su apariencia. Nunca en su vida había visto algo tan extraño y majestuoso. Lentamente, comenzó a retroceder, consciente de su cojera y del peligro que corría.

Sin embargo, de pronto, perdió de vista a la bestia. Desconcertado y asustado, miró a su alrededor, buscando frenéticamente. No sabía si la criatura se había desvanecido o simplemente había desaparecido en las sombras. El pánico comenzó a apoderarse de él. Dio un paso atrás con torpeza, decidido a abandonar el lugar, pero entonces sintió un impacto brusco contra algo invisible.

Bran cayó al suelo, completamente desconcertado. Alzó la vista y no vio nada, pero el golpe había sido real. Extendió una mano temblorosa y sintió una extraña resistencia en el aire. Parecía estar tocando algo sólido, pero invisible a sus ojos. A medida que sus manos tanteaban el aire, fue delineando la forma de un hocico gigantesco. Escuchó la respiración pesada de algo enorme justo frente a él.

Retrocedió, aterrorizado, y en ese momento, la entidad invisible comenzó a revelarse ante él. La misma bestia que había visto antes, solo que esta vez emergía de su camuflaje invisible, mostrando su verdadera forma.

El miedo lo embargó, y sin poder contenerse, Bran soltó un grito que resonó por todo el bosque, su voz llenando el aire con una mezcla de terror y desesperación.

MINUTOS ANTES…

Helena, Alejandro y Arlo descansaban juntos bajo la sombra de un imponente árbol. Los rayos del sol se filtraban a través del follaje, iluminando parcialmente el claro donde se encontraban. Padre Arlo hablaba con calma, y los niños lo escuchaban atentos mientras miraban al misterioso visitante que los acompañaba.

—Me agrada la aventura, y este bosque me pareció un lugar perfecto para explorar. Es un paraje realmente hermoso —comentó Arlo con una sonrisa, admirando el entorno.

Helena lo observaba con cierta desconfianza. Era extraño encontrar a alguien como él en un lugar tan remoto, y su instinto le decía que había algo más detrás de su presencia.

—No es un lugar al que alguien llegue por casualidad. Debes conocerlo bien para estar aquí —dijo Helena con tono sagaz, levantando una ceja.

Alejandro, impresionado por la agudeza de su hermana, desvió la mirada hacia Arlo, esperando una respuesta. El visitante, sorprendido y divertido por la observación de la joven, no pudo evitar sonreír.

—Me has descubierto, joven dama. Estoy aquí cumpliendo una misión —respondió Arlo, con un aire de misterio en su voz.

Antes de que pudiera revelar más detalles sobre su misión, un grito desgarrador rompió la calma del bosque. Helena y Alejandro se sobresaltaron al instante, y sus rostros se llenaron de pánico al reconocer la voz. No había duda alguna de quién era.

—¡Es papá! —gritaron ambos al unísono, con los ojos abiertos de terror.

Sin pensarlo dos veces, los tres se lanzaron a correr hacia el origen del sonido. Alejandro y Helena, conocedores del terreno, iban al frente, moviéndose con rapidez entre los árboles y arbustos. Arlo los seguía de cerca, esforzándose por mantener el ritmo.

Otro grito resonó, haciéndolos detenerse de golpe. Se quedaron en completo silencio, con los corazones acelerados, tratando de escuchar la dirección exacta de la voz.

—El sonido viene de aquí —dijo Alejandro, apuntando hacia un sendero más frondoso.

Sin perder tiempo, Helena y Arlo siguieron sus indicaciones, avanzando con dificultad por el suelo húmedo y resbaladizo, esquivando ramas bajas, charcos y el lodo que dificultaba su avance.

—No escuchamos nada más... No sé por dónde seguir —dijo Alejandro con la voz cargada de ansiedad.

—Tranquilos, escuchemos con atención —intervino Arlo, tratando de calmarlos.

—Tengo miedo, es papá… Él es muy débil —dijo Helena, con una nota de desesperación en su voz.

—No podemos esperar más —insistió Alejandro, decidido.

—Solo un momento, cálmense, estén alerta —pidió Arlo, manteniendo la serenidad.

Esperaron en silencio, conteniendo la respiración, hasta que un tercer grito, más cercano y desesperado, rompió la quietud del bosque.

—Ahí está, sigamos —dijo Arlo con firmeza.

—¡VAMOS! —gritó Alejandro, tomando la delantera.

Los tres corrieron con todas sus fuerzas en dirección al sonido, sus pisadas resonando sobre la tierra blanda. Finalmente, llegaron al lugar de donde provenían los gritos. Ante sus ojos, vieron a su padre tendido en el suelo, paralizado, con una criatura gigantesca encima de él, mucho más grande de lo que podrían haber imaginado.

—¡PAPÁ! —gritaron Alejandro y Helena al unísono, sus voces llenas de angustia.

Arlo se detuvo unos pasos atrás, permitiendo que los niños avanzaran. Observaba la escena con cuidado, sin perder detalle, mientras Alejandro y Helena, impulsados por la adrenalina, tomaban piedras del suelo, listos para defender a su padre.

Bran, aún en el suelo, volteó la cabeza y vio a sus hijos con las piedras en las manos, dispuestos a atacar.

—¡Hijos, aléjense, por favor, no se acerquen! —exclamó Bran con la poca fuerza que le quedaba.

Pero sus palabras cayeron en oídos sordos. Helena y Alejandro no hicieron caso a la advertencia y se prepararon para lanzar las piedras. La criatura, al notar el movimiento, giró la cabeza hacia ellos y, en un movimiento inesperado, levantó sus enormes patas y se impulsó en un salto increíble, más alto que cualquier rana. Los niños quedaron paralizados, convencidos de que su fin había llegado.

Sin embargo, la criatura aterrizó justo al lado de Padre Arlo, derribándolo al suelo sin causarle daño. Los niños, con el corazón en la garganta, se giraron lentamente, esperando lo peor.

En ese instante, Bran, reuniendo las últimas reservas de su energía, se levantó y corrió hacia sus hijos, abrazándolos con fuerza, dispuesto a protegerlos de la amenaza que creía inminente. Pero, para su sorpresa, la criatura no atacó. En lugar de eso, lamió a Arlo con su gigantesca lengua, mientras este reía y acariciaba al animal con familiaridad.

Bran, aún jadeando por el esfuerzo y el miedo, no pudo comprender lo que veía. Sus hijos, que momentos antes estaban aterrados, se miraron entre sí con incredulidad, pasando del miedo al alivio.

Arlo, aún en el suelo, se giró hacia ellos con una sonrisa apacible.

—Chicos, este ser es mi mejor amigo… Se llama Nerón —dijo Arlo con una risa tranquila, acariciando la cabeza de la gigantesca criatura.

FIN CAPÍTULO 2

Capítulos
1 CAPÍTULO 1: LA CUEVA OSCURA
2 CAPÍTULO 2: EL PASADO
3 CAPÍTULO 3: El Mensaje Urgente
4 CAPÍTULO 4: Sombras De Traición
5 CAPÍTULO 5: Aliados Inesperados
6 CAPÍTULO 6: Sombras de la verdad
7 CAPÍTULO 7: El peso de las decisiones
8 CAPÍTULO 8: Revelaciones en la oscuridad
9 CAPÍTULO 9: La caída del traidor
10 MEMORIAS DE SAM
11 CAPÍTULO 10: La Noche de la Desolación
12 CAPÍTULO 11: Despedidas y Nuevos Comienzos
13 CAPÍTULO 12: Lecciones de Supervivencia
14 CAPÍTULO 13: Sombras en la Oscuridad
15 CAPÍTULO 14: Enfrentando las Sombras
16 CAPÍTULO 15: Cautivos en la Noche
17 CAPÍTULO 16: EL PASADO PARTE 15
18 CAPÍTULO 17: EL PASADO PARTE 16
19 CAPÍTULO 18: EL PASADO PARTE 17
20 CAPÍTULO 19: EL PASADO PARTE 18
21 CAPÍTULO 20: EL PASADO PARTE 19
22 CAPÍTULO 21: EL PASADO PARTE 20
23 CAPÍTULO 22: EL PASADO PARTE 21
24 CAPÍTULO 23 EL PASADO PARTE 22
25 CAPÍTULO 24: EL PASADO PARTE 23
26 CAPÍTULO 25: EL PASADO PARTE 24
27 EL PASADO PARTE 25
28 EL PASADO: PARTE 26
29 EL PASADO: PARTE 27
30 EL PASADO: PARTE 28
31 EL PASADO: PARTE 29
32 El PASADO: PARTE 30
33 EL PASADO: PARTE 31
34 EL PASADO: PARTE 32
35 EL PASADO: CAPÍTULO 33
36 EL PASADO: CAPÍTULO 34
37 EL PASADO: CAPÍTULO 35
38 EL PASADO: CAPÍTULO 36
39 EL PASADO: CAPÍTULO 37
40 EL PASADO: CAPÍTULO 38
41 EL PASADO: CAPÍTULO 39
42 El Pasado: CAPÍTULO 40
43 EL PASADO: CAPÍTULO 41
44 EL PASADO: CAPÍTULO 42
Capítulos

Updated 44 Episodes

1
CAPÍTULO 1: LA CUEVA OSCURA
2
CAPÍTULO 2: EL PASADO
3
CAPÍTULO 3: El Mensaje Urgente
4
CAPÍTULO 4: Sombras De Traición
5
CAPÍTULO 5: Aliados Inesperados
6
CAPÍTULO 6: Sombras de la verdad
7
CAPÍTULO 7: El peso de las decisiones
8
CAPÍTULO 8: Revelaciones en la oscuridad
9
CAPÍTULO 9: La caída del traidor
10
MEMORIAS DE SAM
11
CAPÍTULO 10: La Noche de la Desolación
12
CAPÍTULO 11: Despedidas y Nuevos Comienzos
13
CAPÍTULO 12: Lecciones de Supervivencia
14
CAPÍTULO 13: Sombras en la Oscuridad
15
CAPÍTULO 14: Enfrentando las Sombras
16
CAPÍTULO 15: Cautivos en la Noche
17
CAPÍTULO 16: EL PASADO PARTE 15
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